Gilberto 'el del aeropuerto' es uno de esos personajes populares de Fuerteventura. Todo el mundo conoce al delegado insular de Binter por su alegría y ganas de ayudar a la gente.

Gilberto Dees Guedes (Las Palmas de Gran Canaria, 1965) se mudó a Fuerteventura en 1998 pero durante todo este periodo de tiempo su vida ha sido una aventura constante. "Tuve la mejor infancia del mundo. Aunque me crié en Las Palmas, guardo especial recuerdo de los momentos vividos en Castillo de Romeral, de donde es mi familia materna", recuerda.

Desde muy temprana edad, con sólo doce años, comenzó a practicar surf. Por aquel entonces este deporte todavía no estaba de moda en Canarias. "Yo estudiaba en el Colegio Fernando Guanarteme y como tenía la playa al lado, aprendí a coger olas con mis amigos. Ya había una generación anterior de surferos aficionados pero no era algo tan común como lo es ahora", aclara.

Lo que comenzó como una afición se fue convirtiendo poco a poco en una gran pasión para Gilberto. Una pasión que le hizo descubrir otra: viajar. Así fue como al terminar bachillerato comenzó a trabajar. Su vida siempre se ha visto ligada a los aviones. Su padre ya trabajaba en el aeropuerto de Las Palmas cuando él consiguió su primer trabajo en facturación de Iberia. Esto le permitió ahorrar y lanzarse a la aventura .

Aventuras

Con diecinueve años decide partir solo hacia Indonesia. "Ese fue mi primer viaje internacional. Era un chiquillo pero soñaba con coger olas en Bali. Después de varios días de viaje llegué a la isla. Al ver a los nativos sin camisa y con sables me replanteé qué demonios estaba haciendo allí", confiesa entre risas.

Gilberto empezó a viajar a Indonesia con frecuencia. "Trabajaba durante seis meses en Iberia y después me iba a Bali a pasar el resto del año. Mis padres estaban en constante estado de 'shock'", indica Guedes.

"En aquella época no había teléfonos como ahora. Yo me comunicaba con mi padre gracias a que trabajaba en el aeropuerto y podíamos hacerlo vía Telex", explica.

Gilberto subraya que a finales de los ochenta Bali era una isla completamente virgen, "los que empezamos a viajar en aquellos años fuimos pioneros, no había nada de turismo. Sin embargo no volvería más porque lo han explotado mucho y mal. La última vez que estuve fue en 2003 y me dio mucha tristeza ver tanta masificación".

En 1992 Gilberto toma una decisión rotunda, deja su trabajo en Iberia para dar la vuelta al mundo en velero. "Estuve cuatro años recorriendo todo el mundo. Esta ha sido sin duda la gran aventura de mi vida". Durante esos años descubrió los lugares más remotos de todos los continentes. "Al principio fui 'a lo loco', me alimentaba de lo que pescábamos y de arroz. En las Islas Galápagos conocí a un multimillonario americano que necesitaba gente que le llevase el velero de un lugar a otro. Así pude seguir con la aventura".

Uno de los momentos más difíciles para la tripulación fue cuando navegaron el Mar Rojo. "Había piratas pero tuvimos suerte de que no nos pasara nada", informa Gilberto.

Cuatro años da para descubrir muchos lugares y "es difícil quedarme con uno pero sin duda volvería a la Polinesia Francesa. El Pacífico Sur es un lugar espectacular", subraya el viajero.

Después de tanta vuelta, Gilberto vuelve a Canarias. En 1992 empieza a trabajar en Binter. Al principio cubría bajas y vacaciones de compañeros en Fuerteventura hasta que le ofrecieron un puesto fijo en el aeropuerto majorero en 1998.

Con el paso de los años el viajero empedernido logró su puesto como jefe de servicios y como delegado de Binter en Fuerteventura. Su trabajo consiste en organizar las tareas diarias y ofrecer la mejor atención al público. "Soluciono problemas a diario y siempre atiendo a todo el mundo, esté trabajando o no siempre estoy dispuesto a ayudar", asegura Gilberto.

Desde hace veinte años hasta ahora la forma de viajar ha cambiado mucho. "Cuando llegué a la isla había muy poco frecuencia de aviones. Los viernes había hasta sesenta personas en lista de espera para volar a Las Palmas", explica el delegado. "Ahora mismo hay más de veinte vuelos diarios que conectan el archipiélago. Esto hace que los canarios se animen a conocer mejor las islas", informa.

Este majorero de adopción es alegre y positivo. "Me levanto cada día a las cinco de la mañana, siempre contento y con buena energía. Llego cantando y con una sonrisa cada día al trabajo", comenta. "Siempre ha sido mi forma de ser pero es cierto que viajar tanto te abre la mente. He visto mucha pobreza, personas que no tienen nada y son felices. Estoy muy agradecido porque tengo salud, un plato de comida, una familia estupenda y una hija maravillosa, que es mi todo. Me considero multimillonario", agrega.

El timple, su acompañante

Durante estas aventuras Gilberto viaja solo con su timple. Para el canario lo mejor es viajar sin compañía, "así no dependes de nadie y puedes hacer los planes que más te gusten. Eso sí, nunca me olvido del timple, es la manera que tengo de llevar mis raíces a cuestas", dice. A principios de año viajaba a Filipinas donde en uno de los vuelos locales hubo retraso de cinco horas. El canario amenizó la espera con una parranda improvisada. "A la gente siempre le llama la atención este instrumento cuando viajo. Siempre me piden que se los regale", señala Gilberto.

Gilberto aprendió a tocar el timple con seis años, "me enseñó una monja en el colegio". La pasión por este instrumento es tal que confiesa que "uno de los principales motivos por los que acepté el destino a Fuerteventura fue porque había descubierto a Domingo 'El Colorao' y quería que me diese clases de timple. Al final solo me dio clases de parranda", señala Gilberto, que se declara parrandero. "La mejor parranda es entre amigos durante un buen asadero",

Guedes no olvida Gran Canaria pero "después de tantos años, me siento majorero también. Lo mejor de Fuerteventura es la gente. A veces viajo a Las Palmas pero prefiero mi vida aquí", añade.

Gilberto no piensa en su jubilación porque le encanta su trabajo. "Todavía tiene muchos planes. Su próximo destino será Madagascar, como siempre, con su mochila y su timple. "Este país es de las pocas zonas que no conozco". Entre sus planes de futuro está compartir sus aventuras con su hija. "Cuando Daniela cumpla 18 años le voy a regalar un viaje por Asia, a ella también le encanta viajar", concluye.