El abuelo paterno de Cristian no pudo con la emoción que impregnaba el ambiente del tanatorio Cira Ruiz de Puerto del Rosario. José García Santana (Arucas, 1943) rompió a llorar en varios momentos del sepelio, especialmente, cuando el coche fúnebre con el cadáver de su nieto pasó delante del banco donde se encontraba junto a su inseparable muleta. Era un hombre totalmente destrozado.

El abuelo Pepe, un hombre curtido a través de los años en las plataneras de Bañaderos, no pudo aguantar la emoción. La vida le ha dado dos golpes en seco con escaso margen para recuperarse. Hace dos meses falleció su hermana Arteria y el pasado miércoles la vida le golpea de nuevo con virulencia con la muerte de su nieto Cristian. Tanto dolor en tan corto espacio de tiempo.

Aquel hombre robusto, que ha perdido la cuenta de cuántas cajas de Krüger ha consumido, aunque ya no prueba el tabaco desde hace 17 años, se había derrumbado. No solo por la muerte de Cristian, sino porque ha sufrido dos infartos. La estadística del abuelo Pepe también registra la muerte de su mujer hace ocho años.

Demasiado dolor para su cuerpo.