Los pueblos marineros de Fuerteventura se vistieron ayer de gala para rendir culto a su Patrona, la Virgen del Carmen. Desde Corralejo hasta la Punta de Jandía, los dos extremos de la geografía majorera, se le profesa un auténtico fervor a esta imagen. Una multitud de personas acompañaron la procesión de la imagen por las calles y presenciaron el embarque de la misma para su paseo por el mar.

Los marineros de Corralejo (La Oliva), Morro Jable (Pájara), Giniginámar (Tuineje) y el poblado de Los Molinos (Puerto del Rosario) aparcaron ayer sus artes y aparejos, vararon sus barcas y no salieron a faenar para celebrar la festividad de su Patrona y participar en los actos festivos y religiosos que se desarrollaron en sus respectivas localidades. La próxima semana el turno será para los vecinos de la capital majorera, que también participaran en esta efeméride religiosa.

Tras la celebración de la misa, las procesiones marítimas se convierten en un fervor popular donde mayores y jóvenes no dudan en acompañar a la Virgen sobre la falúa y otras embarcaciones, mientras que el estruendo de los voladores se entremezcla con el ruido de las bocinas de los barcos.

El barco Hesira, de Pepe Perdomo, miembro de una afamada familia marinera de Corralejo, se había engalanado desde el día anterior para estar preparado para acoger a la Virgen del Carmen.

Tras la conclusión de la misa, la comitiva enfiló por las calles de Corralejo en dirección a la playa del Muellito. Suso y Pascual Perdomo eran dos de sus portadores, como manda la tradición y como hacen año tras año. Luego durante el recorrido fueron sustituidos por otros vecinos.

Al llegar a la playa, una multitud de personas esperaba la llegada de la Virgen que venía acompañada por la Agrupación Folclórica Dunas de Corralejo, cuyos miembros formaron un pasillo en señal de homenaje, fervor y admiración a la Señora del mar. Los aplausos de los asistentes al paso de la imagen se prolongó durante muchos minutos, mientras algunas personas intentaban tocarla y pedirle alguna promesa.

Tras embarcarla en el Hesira el patrón puso rumbo a la bahía para realizar la procesión marítima. A la comitiva se sumaron embarcaciones engalanadas que hacían sonar al unísono sus bocinas. Una vez concluido el paseo marítimo la imagen regresó de nuevo a su ermita y las familias a sus casas para compartir un sabroso caldo pescado.