Santiago Santander fue uno de aquellos médicos que atendieron en la vieja Clínica a los militares heridos. Todavía se encoge cuando recuerda aquella jornada "no pudimos ni desayunar, ni siquiera tomarnos un café. No paraban de llegar soldados heridos y algunos ya fallecidos. No me gustaría verme de nuevo en una situación como aquella, con poco personal y escasos medios".

La maratoniana jornada que se vivió en el centro médico provoco que se agotara todo el material sanitario y quirúrgico.

Santander dice haberse sentido conmocionado por el estado de los paracaidistas: "Uno traía un ojo en la cartuchera, otros las botas comidas por el arrastre por el suelo y con el hueso del tobillo al aire, pero quien más me impactó fue un soldado que llegó sin nalgas, se le había arrancado toda la piel".