Retoman los trabajos arqueológicos en el yacimiento romano Lobos I con la quinta excavación

Restos de cerámica, detritus de alimentación, vajillas e incluso anzuelos revelan las costumbres desde el siglo I antes de Cristo al primero de la era actual

Las excavaciones en un vertedero de al menos 2.000 años de antigüedad están permitiendo reconstruir en el islote de Lobos la vida cotidiana en los límites del Imperio Romano, saber qué comían sus moradores y qué cerámicas usaban los trabajadores del taller de púrpura que albergó ese enclave entre los siglos I antes de Cristo y I de la era actual. Los arqueólogos han regresado estos días a Lobos para seguir rescatando restos del taller de púrpura después de que hace 10 años unos turistas encontraran en la arena trozos de cerámica de una vasija que, tras estudiarla, se identificó con cerámica romana.

Después del hallazgo llegaron las campañas de excavación -hasta el momento se han realizado siete-, el trabajo en laboratorios y lecturas bibliográficas hasta poder llegar a la firmeza de que Lobos debió formar parte del circuito de talleres de extracción de púrpura bajo dominio romano. En un primer momento, se excavó el emplazamiento Lobos 1, aunque luego fueron apareciendo restos por el islote hasta identificar tres espacios más con material arqueológico, los conocidos como Lobos 2, Lobos 3 y Lobos 4.

El yacimiento, sin rastro de culturas indígenas canarias, demuestra el interés romano por las Islas

La catedrática de Arqueología de La Universidad de Laguna Carmina del Arco lleva al frente de las excavaciones desde sus inicios. Diez años después de empezar los trabajos, no duda en asegurar que «Lobos es un privilegio» y, a la vez, un yacimiento «exótico» para las culturas canarias.

Un yacimiento romano exótico

«Es solamente romano, sin material relacionado con culturas indígenas canarias», aseguró ayer e «indica los intereses económicos que hubo por explotar los recursos de los territorios de Canarias desde época muy antigua».

Durante esta campaña, los trabajos se han centrado en un «vertedero», un espacio que para cualquier arqueólogo aporta infinidad de información y que, en el caso de Lobos, está permitiendo reconstruir cómo era la vida cotidiana en el yacimiento: qué comían, qué cerámica usaban o qué animales vivían en la zona.

Del Arco explicó que durante estas semanas se ha estado excavando un área de vertido que «revela todos los episodios de la vida cotidiana y donde hay restos de la vajilla, instrumental, los detritus de alimentación, restos de materiales anfóricos y piezas metálicas como anzuelos que ya nos hablan de artefactos de pesca».

En estas dos semanas, se han excavado 18 metros cuadrados. En ellos ha aparecido un conchero, una zona de vertidos y un lugar de procesado de púrpura con restos de combustión y manchas de color púrpura. También ha aparecido un hueso de mamífero que futuras investigaciones intentarán aclarar si es de foca monje o de cualquier otro animal marino.

Durante las diferentes campañas han ido apareciendo restos de pescado y moluscos como lapas, también huesos de ovicápridos y multitud de cerámica de tipología romana que, por sus características, es de la época tardorrepublicana y alto imperial procedentes de talleres del Bajo Guadalquivir, aunque también hay restos de cerámica itálica.

Lobos cuenta ya con la primera tesis doctoral sobre el yacimiento. Su responsable es Ramón Cebrián, quien ha reconstruido la cadena operativa de los trabajadores de la púrpura en el taller del islote, los conocidos como murileguli.

Hasta la fecha, se han rescatado 184.507 ejemplares de Muricidae, lo que significa una capacidad de tintado de 26 kilos de lana, con la que se podrían adornar cientos de togas o mantos, según cálculos de investigador. Los trabajadores de Lobos debieron desarrollar, según Cebrián, una labor temporera, posiblemente se desplazaban entre noviembre y abril coincidiendo con el principio de otoño y hasta el final de primavera, para trabajar en el taller de púrpura.

El reto es la creación de un parque arqueológico para continuar con la investigación

Lobos 1 cuenta con seis estructuras habitacionales, además de otra estructura de tendencia cuadrangular con restos de tejas y de combustión. También han aparecido, hasta el momento, seis concheros de los que solo se han excavado dos íntegramente.

El conservador del Museo Arqueológico de Fuerteventura y codirector de la excavación, Isidoro Hernández, explicó que el objetivo de esta campaña de excavaciones es ampliar el yacimiento Lobos 1 hacia la parte suroeste donde «han seguido apareciendo materiales arqueológicos».

«El yacimiento de Lobos es uno de los más significativos de la arqueología de Fuerteventura», ha asegurado Hernández antes de empezar a enumerar los motivos.

En el confín atlántico de Roma

Entre ellos porque, según este historiador, «el registro es enorme y valiosísimo en cuanto a la información que nos puede dar sobre las poblaciones romanizadas que estuvieron trabajando en el yacimiento». Asimismo, Lobos es importante por la datación, una cronología que lo convierte en el más antiguo de Fuerteventura y también porque es el yacimiento «situado más al sur del Atlántico, en el Limes Imperial donde las poblaciones romanizadas llegaron, posiblemente, de Cádiz -el antiguo Gades- y el Bajo Guadalquivir y empezaron a explotar el púrpura»,apuntó.

Carmina del Arco no ocultó que uno de los retos del islote de Lobos es poder musealizar el lugar; crear un parque arqueológico donde se siguieran desarrollando actividades de investigación. La búsqueda de la huella romana se ha desplazado también a algunos enclaves de Fuerteventura, isla en la que los arqueólogos han realizado prospecciones que han permitido localizar una zona con vestigios relacionados con muricidos, que esperan una fase siguiente para ver si se confirman como espacios de trabajo de extracción de purpura. A simple vista «sí se parecen», sostuvo Del Arco.