Teresa vive en el pago guiense de Montaña Alta, en el corazón de las medianías norteñas, y junto a su marido, Juan Antonio, se ocupa todos los días de su ganado de ovejas, y el premio por haber elaborado el mejor queso de Canarias es un gran aliciente para ambos.

Llevan una vida sin horarios, sin festivos, trabajando de sol a sol, en el cuidado de sus cien ovejas y en la preparación del rico queso de flor. Aprendió el oficio de quesera de su suegra, aunque sus abuelos también eran queseros.

El matrimonio tiene tres hijos, dos chicas y un varón, y ninguno quiere seguir con la tradición quesera familiar, ya que es un trabajo muy sacrificado en el que no abundan las ganancias económicas, por lo que de momento, son ellos los encargados de conservar un oficio que esperan pueda continuar gracias a la Denominación de Origen, que ya empieza a dar sus frutos.

Cada mediodía, Teresa y Juan Antonio se dirigen al corral para ordeñar las ovejas, y luego en casa, le echan el cuajo a la leche para empezar a elaborar el queso de flor, que para muchos es un auténtico manjar que no puede faltar en la mesa, aunque la crisis también está afectando a la venta del producto, ya que este año se está vendiendo menos que en años anteriores.

Teresa González dice que su queso no tiene secretos, ya que a veces sale muy bueno y otras no tanto. Depende de muchos factores, como la hierba que comen las ovejas, y este año, gracias al invierno lluvioso, buena hierba no falta en las medianías, ni tampoco falta la flor del cardo, que es la que da el gusto al queso de flor, que es ya el mejor queso de Canarias.

Ella y su marido irán a recoger el premio que se les ha otorgado y seguirán trabajando día a día para elaborar un queso que ya tiene nombre propio, con la sencillez y humildad de las gentes del campo.