Celestino Suárez Espino fue alcalde de La Aldea de San Nicolás durante 29 años. Aldeano de cuna, es hijo, nieto, bisnieto y tataranieto de aldeanos. "Mis abuelos estuvieron en el famoso pleito de La Aldea". Nació el 26 de marzo del año 1941. Lideró la Agrupación Municipal de La Aldea, Tasarte y Tasartico (Amatt). Los dos últimos mandatos fueron con CC.

- Siempre encontrábamos puertas, tocábamos a todos.

- ¿Usted cobraba?

- No, yo nunca cobré. Trabajaba catorce horas diarias. Iba a Las Palmas de Gran Canaria a reuniones para el Ayuntamiento y aprovechaba y hacía gestiones de la cooperativa, o al contrario.

- ¿Le costó dinero?

- No sólo no cobraba sino que ponía dinero de mi bolsillo. Cuando se acababan las ayudas sociales, lo ponía yo porque veía que había gente que lo necesitaba. No se lo decía ni a mi mujer. Al final cobraba unas dietas, 300 euros al año, que ponía para las familias más necesitadas.

- Su familia estaría privada.

- Imagínese. Yo le digo a mi mujer que vuelvo otra vez a la política y me pide el divorcio.

- La Aldea ha dado un cambio enorme desde 1974, el año en que llegó a la Alcaldía.

- Lo peor es que no había luz.

- ¿Y cómo hacían?

- Había un motor que daba luz cuando se hacía de noche.

- ¿No había neveras?

- Ningún electrodoméstico. Y la luz sólo se daba a la parte central del pueblo, pero no a los barrios. Allí se alumbraban con velas y quinqués. No había supermercados, sólo tiendas de aceite y vinagre. No había televisor. La primera nevera que vi fue de gas. Luego apareció el televisor, pero había que ponerlos en un sitio determinado.

- Hasta que llegó la luz.

- El tendido eléctrico venía de Guía a La Aldea, atravesando todas esas montañas y barrancos de Guía, Artenara,... la parte alta de Gáldar y Tejeda. Los pilares se levantaron llevando el material con burros.

- ¿Cuándo fue eso?

- En 1975 ó 1976. Fue el gran logro del pueblo. Con la llegada de la luz empieza el desarrollo. El dueño de la instalación eléctrica me dijo que no podía seguir dando luz porque perdía mucho dinero. El gobernador civil no le autorizaba a subir la tarifa. Hablamos con Unelco y dijo que lo haría y que costaría 40 millones de pesetas, pero que pagarían la mitad y que la otra la tendrían que poner la Mancomunidad y el Ayuntamiento. Yo tenía que pagar 10 millones con un presupuesto de 25.

- ¿Y aceptó?

- Yo no lo podía pagar pero tampoco podía dejar pasar la oportunidad. Si decía que no, nos quedábamos sin luz. Luego cuando me pidieron mi parte les dije que no la tenía y lo pagó la Mancomunidad.

- Ustedes siempre se han sentido abandonados.

- Siempre, porque para la administración La Aldea estaba muy lejos. Sólo se iba a La Aldea por una necesidad o un gran acontecimiento, pero nadie iba a ver los problemas. Los problemas los traía yo a la capital.

- Más de un gol habrá metido a los políticos de la capital.

- Una vez le metí un buen gol a Lorenzo Olarte. Resulta que se hacía necesario un nuevo cementerio en el pueblo y le dije que el cura me había amenazado con plantarme los muertos en la puerta de mi casa. Era mentira, pero era la única manera de que se hiciera el cementerio.

- ¿Qué le falta a La Aldea?

- La carretera no va ser la panacea, pero sí hará posible que los proyectos tengan más viabilidad. Lo que hace falta es un estudio para ver hacia dónde debemos ir dado el problema que está pasando la agricultura.

- ¿La Aldea sigue siendo una isla dentro de una isla?

- Esa frase la dije yo en el discurso de mi primera toma de posesión, en 1974. Entrábamos en una etapa nueva y la única forma de triunfar es que cada una de los vecinos se convirtiera en concejal. Y dije: "Y no olviden ustedes que La Aldea es una isla dentro de otra isla".

- ¿Al pueblo le benefició que dos aldeanos, Román Rodríguez y María Eugenia Márquez, coincidieran en el Gobierno regional y el Cabildo?

- Tuvimos una gran oportunidad con esa coincidencia, pero me decían: "Hombre, no te podemos hacer esto porque si te ayudamos van a decir que es porque somos de La Aldea". Lo que sí se consiguió con Román fue hacer el proyecto de la carretera. El problema es que en entonces pensamos que los mejor era poner la carretera por el Norte, porque era por donde estaba la comunicación de los tomates, pero hoy creo que es mejor por el Sur porque la autopista llega a Mogán y el movimiento económico está en el Sur.

- Han sido años de lucha para salir del aislamiento.

- Sí, claro, muchos años, pero ahora vienen los que están y dicen que la carretera se ha hecho gracias a ellos. El alcalde y su gente hicieron unas visitas para cerrar los flecos del proyecto y ahora se arrogan los logros.

- ¿Le pide consejos?

- No sólo no me pide consejos, sino que ni me invita a actos de cosas que yo hice. Inauguró cosas que hice yo y no me invitó: el campo de fútbol con césped, la piscina cubierta?

- Tendrá sus anécdotas.

- Recuerdo una carta que me escribió una vecina, que ya murió, explicándome que se había separado de su marido porque tenía el pene pequeño y nadie se lo había advertido. Era como un psicólogo al que la gente le contaba sus problemas.

- Tenían confianza en usted.

- Es que yo estaba siempre con la gente. Si había una verbena, allí estaba yo. Yo tocaba el clarinete, el saxofón y la guitarra. Tocaba en los bailes con una orquesta. La llamábamos La vieja banda. Yo empecé a tocar el clarinete con nueve años. La música me encanta. Cuando iba al colegio, si veía a un par de músicos tocando la guitarra, me sentaba con ellos después de almorzar y no iba por la tarde a la escuela. Durante 17 ó 18 años fui el director del coro de la iglesia. En la misa de San Nicolás yo no me ponía con las autoridades sino que iba a dirigir el coro. Yo siempre fui Celes para los vecinos del pueblo.

- ¿Nunca se creyó más por ser alcalde?

- No. En una ocasión le pusieron una multa al camión de mi padre porque estaba mal aparcado. Cuando se dieron cuenta alguien quiso rectificar porque cómo iban a multar al padre del alcalde. Yo le contesté: "Usted está equivocado, caballero, el alcalde no tiene padre". Así que tramite la multa.

- ¿Nunca se aprovechó del poder de la alcaldía?

- No, el poder se aprovechó de mí. Una vez alguien me quiso sobornar y cuando se fue les dije a mis colaboradores: "Jamás le compren a ese", y así fue. Yo siempre les dije a mis hijos que siempre iría con la cabeza alta, a mí nadie me hace agachar la cabeza.

- ¿La Aldea ha entrado en el siglo XXI?

- Sí, y siempre me quedará la satisfacción de que el primer móvil, el primer ordenador, el primer télex y el primer fax entraron en el pueblo conmigo.