Así ha sido durante los últimos 38 años, pero todo llega a su fin. José Luis Santana se prejubila el próximo 6 de octubre tras servir a diez presidentes de la corporación, desde Alejandro Castro en 1974 hasta José Miguel Bravo de Laguna, con el que apenas ha estado dos semanas porque ya está de vacaciones y solo tendrá que volver a firmar los papales de su retiro y a recibir el homenaje que le preparan sus compañeros. Hasta entonces estará pescando en Fuerteventura.

Ha sido testigo directo del paso de la dictadura a la democracia y guarda secretos inconfesables del Cabildo grancanario, pero es incapaz de hablar mal de nadie, incluso de un conocido político que le metió en un desagradable problema. Asegura que está mentalizado para no echar de menos el trabajo y sólo pasará "por los alrededores" para saludar a los cientos de amigos que tiene desperdigados por las diferentes dependencias de la institución.

"Cuando entré, el día 1 de junio de 1974, éramos pocos y todo parecía muy familiar, el trabajo era parecido al de ahora, pero no había informática y las nóminas se elaboraban a lápiz", recuerda sentado frente a una cerveza helada en el quiosco de San Telmo, donde se habrá tomado cientos de cafés en sus caminatas para entregar documentos por toda la ciudad. Aunque la tecnología ha evolucionado, cada vez se llevan más papeles de un despacho a otro. Calcula que habrá hecho cientos de kilómetros por Bravo Murillo, Triana, Tomás Morales y las calles aledañas.

Confiesa que ha sido feliz con este trabajo y no se arrepiente de haber rechazado un empleo en el aeropuerto, donde iba a ganar más dinero. Tras sacar unas oposiciones de Iberia, su suegro le dijo que había un puesto de subalterno en el Cabildo y no se lo pensó dos veces. Estaba recién casado y su primer sueldo fue de 10.805 pesetas.

De Alejandro Castro, el primer presidente con el que trabajó, dice que "ha sido el mejor de todos, una excelente persona". Aún en el franquismo, los plenos eran por la tarde y en un ambiente más relajado porque se sabía quién mandaba. Recuerda que, además del café, algún consejero se permitía el lujo de tomarse unos lingotazos de coñac mientras se discutía sobre una carretera o el tamaño de un embalse.

Tiempos de cambio

Del siguiente, Lorenzo Olarte, señala que "es muy buena persona" y recuerda que a veces se quedaba a trabajar en el despacho hasta altas horas de la madrugada. En esas ocasiones le llevaba un vaso de leche y esa era toda la cena. Fernando Jiménez, de UCD, fue el primer presidente elegido en las urnas y "un hombre muy amable y cariñoso", comenta José Luis Santana. En esa época tuvo el primer y casi único conflicto en 38 años, cuando un secretario, del que ha olvidado hasta el nombre, le exigió que le hiciera una reverencia a su paso. Se negó y se lo comentó al presidente, que se puso de su parte y le dijo al funcionario nostálgico que esos gestos de subordinación ya eran historia.

A Fernando Jiménez le sustituyó el socialista Carmelo Artiles, un político "tranquilo y muy trabajador", aunque también tenía su genio cuando se enfadaba. Estuvo dos mandatos completos y a los pocos días de su tercera victoria electoral fue desbancado por la primera moción de censura en el Cabildo. Pedro Lezcano, de ICAN, asumió la Presidencia, pero daba la impresión de que eran otros los dirigían el Cabildo. "Era un intelectual y no se metía con nadie, le recuerdo fumando de forma permanente, con un cigarro encendía el siguiente", dice.

José Macías, del PP, fue el presidente de los entierros y en el Cabildo aún se cuenta que un día estuvo a las seis en punto de la tarde en los cementerios de Gáldar y de Mogán. La también popular María Eugenia Márquez fue la primera y hasta ahora única mujer en liderar la corporación. "Es muy buena persona, muy querida por todos, y me entregó un diploma cuando cumplí los 25 años en este trabajo", resalta de ella. No hubo cambios sustanciales por el hecho de ser mujer.

A José Manuel Soria lo califica de "trabajador", aunque considera que se rodeó de gente prepotente. De esa etapa, alaba el comportamiento de los consejeros del PP Larry Álvarez y Rosa Rodríguez. También tiene palabras de admiración para el nacionalista Carmelo Ramírez, con el que ha compartido más de veinte años de trabajo.

El socialista José Miguel Pérez es "callado, pero atento y buena persona", aunque admite que también tuvo algún roce con los coordinadores de Presidencia en esa etapa de gobierno. Cuenta que un momento triste fue cuando le sustituyeron en los plenos porque alguien había dicho que era simpatizante del PP, algo que niega con rotundidad. "Yo he trabajado con gente de todos los partidos y todos los he respetado, he hecho mi trabajo sin tener en cuenta los colores políticos de cada uno", puntualiza.

El trabajo también incluía atender el palco del Cabildo en el Estadio Insular y en el de Gran Canaria, por lo que ha visto mucho fútbol. De la rehabilitación de la Casa Palacio prefiere no hablar, pues solo estuvo dos días en el nuevo edificio. "Me gustaba más el antiguo, era más señorial y más operativo, ahora se pierde espacio y los metros cuadrados están mal aprovechados", comenta.