El camino que baja desde Lomo de Vergara, en los altos de Guía, hasta la plaza de San Roque fue desde las cinco de la tarde un continuo trasiego de romeros. Unas 5.000 personas, según los Mayordomos de las Marías, organizadores de esta fiesta, participaron ayer en esta peregrinación portando las ramas con las que después bailaron ante la imagen de la Virgen de Guía. En el recorrido que se alarga casi una hora y media, con la única música que proporcionaban los soplidos a los bucios y los golpes a los tambores, habían muchos jóvenes, pero también niños y mayores. El hecho de que ayer se cumplieran los doscientos años de esta celebración animó a algunos como Javier Quesada, vecino de Gáldar, a repetir la tradición que había dejado los últimos años. Sin embargo, Carmelo Santiago, que reside en Guía, explicaba que desde que comenzó a participar en esta bajada de la Virgen no ha dejado de acudir ni un solo año.

Si bien en años anteriores los romeros ofrecían la rama a la Virgen ante el pórtico de la Iglesia, en esta ocasión especial, pues doscientos años no se festejan todos los días, la imagen de la patrona de los guienses les esperaba en la plaza de San Roque. Pero tampoco aquí habían bandas de música. Fue un sonido atronador de las cajas de guerra y los tambores de la Banda de guerra de la Brigada de Infantería, que hicieron estremecer hasta las montañas de Guía, el que sirvió para recibir a los peregrinos que ofrecieron sus ramas a la patrona y no pararon de bailar ante sus pies. Primero se encontraron con la imagen de San Roque y sobre las ocho de la tarde llegaba la patrona a esta plaza. Después de que los romeros rindieran tributo a la Virgen el trono con la imagen volvió desde San Roque a la Iglesia de Guía. Eran casi las nueve de la noche cuando se hacía este regreso bajo los sonidos de tambores. El rito, que ayer realizaron jóvenes, mayores y niños, lo iniciaron en 1811 los entonces vecinos de los Altos de Guía para agradecer a la Virgen que hubiera salvado sus tierras y cosechas de una plaga de cigarras que los hubiera dejado en la miseria. Ante tan sincera petición, la Virgen provocó la lluvia, y llegó el anhelado final de tan terrible catástrofe, el ruego se convirtió en franca gratitud y, de esta manera, nació la promesa perpetua de bajar cada año desde la Montaña de Vergara hasta la Iglesia matriz a ofrecer con alegría y regocijo, y como tributo de sincero reconocimiento hacia la patrona de Guía, los frutos de sus trabajos y afanes.

Precisamente, Luis Miguel Arencibia, mayordomo de las Marías, que hizo ayer el camino desde Lomo Vergara tirando los voladores que cargaba a su espalda, realizó en la plaza de San Roque una semblanza de como cada año desde hace dos siglos el pueblo de Guía celebra esta fiesta unas " las más hermosas que ofrece tradición y fe".