Mayordomo, hijo de mayordomo, hermano de mayordomos y, previsiblemente, abuelo de mayordomo. El vínculo que une a José Santana Melián con el Cristo de Telde es tan fuerte como innegable. A sus 67 años, este vecino de Caserones Altos puede presumir de ser la persona que más tiempo lleva tratando, con mucho amor y delicadeza, la imagen más venerada de este lado de la Isla. Han pasado ya 54 años desde aquella noche de septiembre en la que, por primera vez, se situase a la vera de su padre, Salvador Santana, para ayudar en el descenso de la pieza desde la hornacina del altar mayor.

"Entonces las bajadas y subidas no eran anuales, como ahora, sino más distanciadas en el tiempo. Usábamos escaleras de madera y al principio no teníamos ni uniformes".

José, que anoche volvió a cumplir con el ritual para devolver a esta obra de la imaginería mexicana a su distinguido lugar, reconoce que siente "una especie de escalofrío" cada vez que se sitúa al lado del Cristo y ayuda a desengancharlo para luego bajarlo con la ayuda de otros 15 mayordomos. "El pueblo se emociona, pero modestamente creo que nosotros lo hacemos más. Lo tenemos muy cerca y vivimos algo muy profundo. Eso sí, desde que se restauró en 1997 evitamos tocarlo y sólo lo bajamos con ayuda de cuerdas. Creo que todo el conjunto pesará algo más de 40 kilos", resume.

Además de su padre, Salvador, sus hermanos Jesús y Francisco también han participado en la tarea de trasladar al Cristo de arriba abajo. "Paco es, hasta la fecha, el único alcalde de Telde que ha sido mayordomo", apunta orgulloso tras confesar sus deseos de que uno de sus nietos, Kenai, le suceda en una actividad y un ceremonial anhelado por muchos teldenses. José, por lo pronto, conserva parte de aquellas escaleras con las que él y su padre ayudaban a acercar al Cristo a los suyos en la dura España de la posguerra.