Diez kilos de berros, 25 de papas, 10 de calabaza, 6 de calabacines, 10 de zanahoria, uno de ñames y 10 de costilla cochino es el secreto del gran potaje del maestro cocinero José Antonio Montesinos, que ayer a cuenta de la fiesta de San Gregorio Taumaturgo, logró magia potagia para los 700 comensales que se endilgaron en un visto y no visto 110 litros de esencia de berro. Minutos antes de las dos de la tarde la plaza teldense que lleva el nombre del santo era una verbena de salivaciones. Principalmente cuando Montesinos abría la tapa y con una especie de remo bogaba en el caldero. Ahí era cuando del cráter de la perola emanaban gases suturados de potasio, calcio, hierro, azufre y sodio, que son los que lleva el berro.

Tanto era el burbujeo que solo faltaba un tremor para completar un cuadro que incluía la música inca de los amazónicos Rupay y Suma, una pareja del pueblo ecuatoriano de Otavalo, localidad milenaria cuyos orígenes se remontan por lo menos a 13000 años antes de Cristo, como defiende su oficina turística,

Pero el público presente no estaba para antropología incaica, ni para conocer que uno de los instrumentos de Rumay, una multiflauta de bambú, se llamaba tollo, como los tollos de toda la vida.

El personal a lo que iba era a rebanar la obra del cocinero Montesinos. Pero había que esperar a la alcaldesa, María del Carmen Castellano Rodríguez, que atracó al lugar con gran aspaviento de besos, abrazos y aparato mediático, casi como llegada precisamente del remoto Otavalo. Foto con palillo con queso. Foto con cartucho de gofio. Foto con queso y cartucho de gofio a la vez y ya por fin comenzó el reparto en turpergüé.

En la pole-position los entrañables Juan Padrón, de 86 años, y Carmen Rosa Eriotto, de 80. Dos horas esperando por el conduto. "A ver si lo dan bien despachado", musitaba con ilusión la señora Eriotto. Pero como quiera que cuando se abrió la veda el señor Padrón se puso rumbero y comenzó a bailar al ritmo de "por las buenas cosaaas, vivo en Mendozaaaa" se pasó de la línea de salida y quedó sin el sustancioso afrecho. Una pena aquella vuelta en falso porque tuvo que regresar al casillero de salida. Para entonces el volumen de la fila no le presagiaba garantía de reabastecimiento.

Pienso de domingo

A los diez minutos de iniciarse la partición del potaje bendito, aquél bullicio previo de música inca, de venta de espadas burbujas -5 euros; de guaguas "con luz y sonido" -4 euros; y de aceitunas con mojo -1,50 euros, se aplacó a niveles de quirófano.

Allí estaba Rubén Cristo Marrero apoyado en una tarima dándole a aquello mientras su chihuahua Laika miraba la escudilla de plástico como si fuera pienso de domingo. O Juana Sánchez, acomodada en un banco, y que certificaba con un "riquísimo" el humeante asunto y que no fue lo único humeante del día, si se tiene presente que horas antes entraban, en el mismo lugar, 16 ubres, a cuatro por vaca, que se dejaron ordeñar a la vista de todos para una ingesta masiva de leche cruda, lo que también aportó fiesta y mucho calcio al público presente.

Ya por la tarde, con la digestión fechada, se remataba la gastronómica jornada con misa y procesión, una comitiva que ayer parecía especialmente fluida, que por algo los berros tienen fama de buenos para la circulación.