Menos Estado. Durante la última campaña electoral, una furibunda cruzada mediático-empresarial ocupó durante varios días las primeras páginas de este periódico y, desde ahí, la de las radios y televisiones que se hacían eco del debate generado. Se trataba de denunciar -al hilo de las presiones de los mercados sobre lo público, de la debilidad de las instituciones ante los mercaderes crecidos- que la administración pública autonómica al aplicar las leyes vigentes frenaba intencionadamente la inversión en Canarias y que -faltaría más, otra vez el discurso manido- eso ocurría preferentemente en Gran Canaria frente a una mayor laxitud en Tenerife. La campaña, de clara orientación política -¡se ve, se siente, el PP ya está presente!- manifestaba a las claras la necesidad de modificar la legislación vigente para facilitar las inversiones privadas y, de paso, cuestionar la política y a los políticos (incompetentes, habitantes de una burbuja que los aleja de la realidad? decían) y reabrir el eterno pleito insular que se utiliza convenientemente, desde décadas y décadas, por las burguesías insulares para conseguir sus fines.

Es verdad que la legislación canaria es complicada, a veces caótica, a veces dispersa, con muchas administraciones que chocan entre sí al aplicarlas y que en ocasiones se utiliza arbitrariamente para agilizar o retrasar proyectos, pero eso no puede ser una excusa para demonizar a la totalidad de un marco legal especialmente necesario en Canarias para controlar y regular los usos de un territorio escaso y frágil. Ni tampoco mis afirmaciones deben trasladar una generalización sobre el conjunto del empresariado, porque muchos se dejan las cejas para generar empleo en esta tierra sin la codicia y la voracidad que caracteriza a unos cuantos. Ahora bien, eso no significa que tengamos que aceptar, porque sí, no sé cuantos campos de golf más, o no se sabe cuántos puertos deportivos más, o cuántos hoteles de muchas más plantas? No se nos puede olvidar que, como decía recientemente Emilio Lledó, muchos emprendedores la emprendieron con el litoral, los espacios protegidos, etc.

No se nos puede olvidar que sin esas leyes Veneguera, por ejemplo, estaría urbanizada y otros tantos despropósitos se hubiesen hecho realidad y que ese construir desaforado en el que estábamos perfectamente instalados no debió ser tan socialmente rentable si tenemos en cuenta que estamos a la cabeza del paro de las regiones europeas, solo por delante de las Islas Reunión. En fin, se trata de hacernos creer que sobra el Estado, que éste solo es necesario cuando se requiere socializar las pérdidas o repartir subvenciones. Más empresas y menos Estado, más mercado y menos Estado, por tanto.

La glotonería produce gases. Dentro de esa campaña político reivindicativa de la reducción de lo público a la mínima expresión, La Provincia publicó en primera página el viernes 25 de noviembre que Gascan, la empresa encargada de introducir el gas en Canarias, se llevaba para Tenerife -la bicha- su sede fiscal -¡ños, qué duro!- y una inversión de 245 millones (que siempre estuvo en esa isla, como aquí se cuenta con otros 245) "en vista del bloqueo a la planta regasificadora en el sureste de Gran Canaria".

Parecía que se caía el mundo. Otra vez en Tenerife sí y aquí no. Aquí se frena y allí no, cuando lo cierto es que para ninguna de las dos islas tiene especial significación acoger la sede de esta empresa -como reconoce la noticia después en su interior- y que tampoco tiene especial significado económico en la generación de energía (los precios son los mismos en toda España) y en creación de mano de obra o beneficio para empresas insulares, dado que las plantas están adjudicadas a compañías foráneas (Técnicas Reunidas y Acciona). Por cierto, estas obras se adjudicaron por Gascan cuando estaban controladas por importantes grupos canarios de las dos islas capitalinas, ¿pero no habíamos quedado en que eran las administraciones públicas las que estaban permitiendo que las empresas de fuera se quedaran con las grandes obras en Canarias?

Cardona Campeador. Aprovechando la campañita neoliberal de marras el alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, Juan José Cardona, parece sacarse un as de la manga -digo parece porque estaba todo pactado con Luis Ibarra y Gascan- y al finalizar un pleno de su Ayuntamiento ataca al que esto escribe, en su condición de alcalde de Agüimes (que actúa con más libertad que él porque no es empleado de ninguna de las empresas en liza) y plantea -en un gesto de generosidad sin límites, cuasi como la de los payasos sin frontera- que ofrece las entrañas de su ciudad para que se construya la planta de gas y no se pierda la inversión.

Para que las calles y las casas de la ciudad acojan en un futuro cercano el gas ciudad, una reliquia del pasado, peligrosa, sucia, obsoleta? "Para que la ciudad no se venga atrás", afirmaba, en un tono populista derivado de sus experiencias en coaching tornadas en cruising político, por lo que se ve. Al momento una enorme ola de entusiasmo del Puerto y de empresarios lo envuelve y lo encumbra al Parnaso de los héroes que se sacrifican por su pueblo. Pero la opinión no es unánime. Su compañero de partido Javier Sánchez Simón le da un varapalo de mucho cuidado y cuestiona la presencia de la planta junto a otros combustibles, lo que aumenta el riesgo "que existe", y la hipoteca que supone para el puerto de La Luz y Las Palmas su incompatibilidad para otros usos. Como ocurriría en Arinaga. La oposición le salta a la yugular -¡estaría bueno, en Arinaga sí, pero al lado de nuestras casas, no!- Y los vecinos de La Isleta, lógicamente, anuncian movilizaciones legítimas a pesar de que la planta les quedaría mucho más lejos de sus casas que a los de Arinaga o Pozo Izquierdo.

Un Puerto desbocado y Luis Ibarra el dúctil. Una semana antes Luis Ibarra, en una reunión con Óscar Hernández, un técnico del Puerto y conmigo, en el Ayuntamiento de Agüimes, nos afirmaba que él nunca había dicho que fuera a trasladar los tanques de combustibles a Arinaga -como se había informado en algunos medios de comunicación- y que la posibilidad de que se construyera una planta de gas en este puerto del sureste era muy remota porque habría que ampliar el puerto y no había proyecto ni inversiones para ello, además de por otros condicionantes, y que él me aconsejaba que autorizara a una empresa de José Manuel Arnaiz a instalar depósitos de combustibles dentro de la Zona Franca porque los haría incompatibles con el gas.

Me decía esto mientras ya estaba al tanto de la otra estrategia de Cardona y compañía. Por eso la sorpresa es mayor cuando tras analizarse la propuesta del alcalde de Las Palmas de Gran Canaria en el Consejo, el presidente de la Autoridad Portuaria, que siempre votó en el Cabildo que la planta de gas se construyera mar adentro, ahora aventura incluso el interés general para hacerla realidad en Arinaga. Resulta sorprendente también que el Consejo portuario afirmara por unanimidad que el lugar ideal es Arinaga cuando muchos desconocen la realidad del proyecto, muchos son representantes de ayuntamientos de otras islas que no tienen idea de lo que están hablando y están allí representando a sus puertos y alguno, como José Miguel Pérez, votó siempre en el Cabildo que la planta se construyera dentro del mar. A todo esto se le llama coherencia.

Mentiras gas-tadas. Y claro, siempre que sale el tema aparecen los mismos cuentos, las mismas mentiras, las idénticas tergiversaciones. El mismo chantaje, la misma manipulación y siembra de miedo. Ahora, además, con conversos y conversas que antes se desgañitaban denunciando el pelotazo de Gascan y ahora abanderan la implantación gasista desaforadamente. Aparecen así mentiras puras y duras como que se van a crear puestos de trabajo. ¿Sí? ¿Dónde? ¿En la obra, en la que todo será montar lo que ya viene de fuera por personal especializado de las empresas contratantes? ¿En la gestión de la planta, que apenas necesita una treintena de especialistas? Nos dicen también que es menos contaminante, que es más barato, que rompe nuestra dependencia del exterior? Falso, falso, falso.

El gas libera menos CO2 pero genera metano, 20 veces más inductor del calentamiento global, el precio es equivalente, está referenciado y no nos supone ningún ahorro en las tarifas y la organización de productores ha afirmado que los precios en muy poco tiempos serán iguales a los del fuel. Por otra parte el gas que importa España en estos momentos proviene de Argelia y Nigeria, países con un alto grado de inestabilidad política que jamás nos van a asegurar un suministro sin riesgos. Que si existe un diferencial en el coste de producción de energía en Canarias no es porque no se utilice el gas, sino porque no se utiliza la eólica, mucho más barata que los combustibles fósiles, e infinitamente más limpia.

Pero lo más difícil de digerir es que mientras esto sucede seguimos a la cola en renovables en España; que ninguno de los parques eólicos adjudicados se puede poner en marcha por las afecciones aeroportuarias, que lo que puede ser un nicho extraordinario de empleo se encuentra en el mayor de los desamparos y que incluso el ciclo de renovables de FP, el único que se imparte en Gran Canaria, recibe sus clases en una precariedad absoluta. Que no hacemos nada por la eólica marina, por las fotovoltaicas, por la geotermia, por la energía que produce el mar; que la inversión del gas echará para atrás las inversiones en renovables, que la central Chira-Soria se verá afectada irremisiblemente y de hecho ya lo está siendo.

Que todos seremos testigos de los escándalos que se producirán alrededor de esta hidroeléctrica en los próximos meses y que se utilizará para frenar las renovables, para impedir el almacenamiento de energía y que detrás vendrán exigencias de compensaciones, de lucros cesantes? Que en Madrid pactan los grandes partidos salvar a las eléctricas de una inversión sin sentido en ciclos combinados instalando plantas por doquier, a pesar de que ya no hacen falta por la producción de la eólica, como se ha denunciado tantas veces, y ahora todo el mundo a obedecer sin rechistar. Que hoy día, como demuestran todos los estudios realizados, es mucho más barato producir energía en Canarias con la eólica que con cualquiera de las fósiles?

El gas, una bomba. Y por encima de todo esto, el enorme peligro que supone para los ciudadanos la instalación de una planta regasificadora cercana a la población. Los accidentes con gran número de muertos se han sucedido en las últimas décadas en distintos continentes.

El fenómeno conocido como Bleve genera una nube, difícil de detectar pues no huele, que se extiende por varios kilómetros y arrasa con todo lo que encuentra a su paso. Para Roberto Centeno, en España, "debido a la irresponsabilidad de empresas y autoridades, existen terminales de gas líquido en seis ciudades, lo que no ocurre en ningún otro lugar y una explosión de un metanero de 70.000 toneladas equivaldría a un poder destructivo como el de 30 bombas nucleares como la de Hiroshima y, en caso de accidente o atentado terrorista, sería el Apocalipsis, el de verdad. El radio de daños podría alcanzar tres kilómetros, pero entre uno y medio y dos la destrucción sería cercana al 100 %".

Para Josep Ramoneda "el gran problema de elevar la verdad de los mercados a verdad social absoluta es que coloca a los actores económicos fuera de todo control político, es decir, deja a la ciudadanía indefensa. Y evitar este descontrol debería ser la prioridad de todos los políticos, en defensa propia. Salvo que acepten ya, resignadamente, que es la economía la que establece la normatividad social y que ellos solo tiene un papel subsidiario: el de chivo expiatorio. Porque si algo tiene claro el dinero es que la culpa será siempre de los políticos". Por eso, en Arinaga, nunca, jamás, permitiremos que se instale una planta de gas.