El pueblo de Jinámar se amaneció ayer con leche y gofio y se acostó con un potaje de berros. Durante toda la jornada hubo fiesta y conduto a cuenta de la Inmaculada Concepción, la patrona de aquella antigua finca de caña de azúcar, cítricos, tunos y hasta algodón, plátano y tomate.

Es mediodía y toca la Banda Municipal de Telde. Abordan el Fandango fantasy, Ansiedad, Amapola, el pasodoble Don Pedro y de propina Telde querido, de Los Faicanes, un concierto presidido por un laurel de Indias sustancioso, los puestos de fruta, los quesos de Pajonales y Valsequillo, la ropa y bisutería de Mari Carmen Santana, que es capaz de hacer un traje con los retales de un vaquero, un bolso con las anillas de las latas, o de convertir una garrafa de ocho litros en un muñeco de nieve.

Enfrente, la iglesia de la anfitriona, pagada y construida por el conde el 4 de abril de 1904, y que remataba así la historia de una cita festiva que encargó Diego de Muros en el siglo XVI, como recordaba el pasado viernes el pregonero, el misionero Francisco Martel, para que no se crean que Jinámar -Xinámar de antiguo- son solo edificios.

Así estaba la mañana, más o menos, hasta que Cecilia Sosa Falcón, de 80 años y dos hijas, "dos primores", entra en conversa terminado el concierto. "Ahora hay más soltura con los bailes", arrancando así en fascículos para dar unos retales de la historia del pueblo.

Cecilia Sosa no era de allí, sino del vecino Marzagán, hasta que reparó en el apuesto Pancho Lele, que trabajaba en el bar Rivero. Hum. A Cecilia como que a partir de ahí le gustó más Jinámar, "sí, porque se enamoró de mi padre", según se chiva a traición su hija, Estrella Rivero. En aquella época en el lugar estaban el bar Rivero y el bar Pili, que en realidad se llamaba Doramas, pero que a cuenta de un letrero que tenía encima del dintel, de la Philips, quedó en Pili. De esos dos núcleos salía el oreo que aromatizaba la fiesta antigua, un humillo a cochino frito. Octavio Santana, de 53 años, y que se incorpora a la novelería, asegura que durante todo el año se engordaban estos cochinos para, el día de la Inmaculada, zas, sachazo, morcilla y carne en salazón. Esto lo explica en un viejo campo de fútbol llamado La Palmera, en el que ayer el club Guayxayre echaba una partida de bola canaria. Allí seguía la palmera en el punto de saque. "Y sí, había que regatear la palmera, también".

De vuelta con Cecilia se explica la palmera. "Es que esto era todo una arboleda, de higueras, tuneras, tomateras. Y lo que usted ve está cambiado. Pero lo que sigue lo mismo es la promesa a la Inmaculada: venían hasta gentes descalzas y se iban chupando sus cañas de azúcar".

Una caña de azúcar que se ha recuperado hace unos años en el programa para rememorar la historia de un lugar que antes de solar macrourbanizable fue, y es, muchas otras cosas y en el que queda cuerda para rato. Hoy mismo hay un concierto a las diez y media de la noche, antes de los voladores. Y mañana jueves feria de ganado a las diez de la mañana, misa y procesión. El domingo se cierra la entrega con el triangular de fútbol Memorial Daniel y Eduardo.