La localidad asturiana de Ribadesella despidió ayer en un funeral córpore insepulto a la joven Lucía Díaz Bravo, de 18 años, fallecida este miércoles tras permanecer 70 días ingresada en el Hospital La Paz de Madrid, donde fue trasladada por las quemaduras provocadas en el accidente sufrido en las fiestas de la Suelta del Perro Maldito de Valsequillo el pasado 28 de septiembre.

La chica, natural del citado pueblo, vivía en Telde con sus padres desde hacía años, si bien no había perdido contacto alguno con su Asturias natal debido a que sus regresos en verano, con el resto de la familia, eran habituales. La iglesia de Santa María Magdalena acogió ayer el oficio fúnebre, adonde llegó el féretro de la muchacha procedente de Madrid. Entre los asistentes al acto se encontraba el alcalde de Valsequillo, Francisco Atta, que el viernes viajó a la Península en compañía de otros ediles. El cuerpo de Lucía fue incinerado posteriormente en Los Arenales (Oviedo).

Ribadesella vivió ayer un día gris. A lo negativo de las condiciones atmosféricas se unió el lamento de muchos vecinos al enterarse del óbito de Lucia. Su tío abuelo Juan Sánchez Díaz-París, exteniente de alcalde riosellano, recordaba el viernes a su sobrina como una persona muy activa y risueña. "Cualquier excusa era buena para regresar a Ribadesella" susurraba. Los padres, Javier Díaz y María Victoria Bravo, son muy apreciados en Ribadesella y forman parte de dos familias muy conocidas.

Javier, médico de profesión, ha desarrollado su carrera profesional entre Oviedo, Infiesto, Nava y Canarias, lo que ha hecho que su familia se trasladase con él durante estos desplazamientos. Cuando trabajaba en Nava e Infiesto, su familia residió durante un tiempo de forma permanente en Ribadesella. Lucía tenía en aquella época tan solo tres años. En verano es habitual ver a la familia por el municipio en agosto y en compañía de varios amigos canarios.

"Ella tenía una pandilla muy amplia formada por sus primos y por varios hijos de amigos de sus padres. Le gustaba bailar y cantar junto a su hermana y siempre estaba feliz de regresar a Ribadesella. Era una persona muy positiva y alegre", añadía.

La fatalidad ha impedido que esta joven cumpliese sus anhelos y sueños juveniles. "Era muy buena estudiante y sacaba muy buenas notas. Tenía pensado comenzar la carrera de fisioterapia", apostillaba el familiar, dolido por tan triste final.

En el colegio de Nuestra Señora del Rosario de Ribadesella, donde la víctima hizo uno de los cursos de preescolar cuando tenía tres años, su directora, Ana Puente, la recordaba como "una niña que, pese a estar muy poco tiempo en el colegio y ser muy pequeña, se integró con facilidad en la dinámica y en el ambiente del centro. No terminó aquel curso con nosotros, pues su padre se trasladó a Canarias a poco de terminar y se marchó para allí".

Oración por ella

En el colegio donde también estudiaron sus abuelos y tíos han seguido con especial atención la evolución del estado de salud de la joven desde que ocurrió el accidente. "Desde que nos enteramos que había sufrido el percance hemos estado dedicándole la oración que a diario hacemos con los niños por las mañanas", relataba el viernes Ana Puente. La directora recordaba con cariño a una familia que, explicaba, "forma una piña y es muy conocida y apreciada por todos los vecinos de Ribadesella".

Como es sabido, Lucía es la segunda víctima mortal del fatal accidente ocurrido durante las fiestas de Valsequillo -la otra fue María Dolores Cano Gutiérrez, la vecina del Valle de Jinámar de 51 años que deja dos hijos- cuando el traje de uno de los actores que participaban en la Suelta, El Gigante, que portaba el joven Néstor Rodríguez, se convirtió en una bola de fuego al entrar en contacto con una antorcha de uno de los zancudos encargados de abrirle el paso entre el público. Treinta y una personas más resultaron heridas.

Valsequillo se enfrenta ahora a la dura situación de superar lo acontecido. En el consistorio se tramita un expediente patrimonial para indemnizar a casi 30 personas. Y en los juzgados de Telde, dos portadores de antorchas están imputados. La Guardia Civil los cree culpables de los delitos de lesiones y homicidio imprudente.