"Lo que más me gusta a mí es el piragüismo", aseguró con rotundidad Cristina Carlier, que a sus 10 años lleva media vida asistiendo, cada verano, a la playa de Melenara para disfrutar de dos meses de diversión. Junto a ella, sus más de ochenta compañeros se terminan el desayuno que el personal del Campus Costaverano les proporciona sobre las 11 de la mañana. "Nos dan fruta también", detalló Lorena Pérez, de nueve años, una vez perdida la timidez inicial.

Los que tienen más apetito acaban rápido el refrigerio matinal y se disponen a buscar a sus monitores para continuar con las actividades del día, que para muchos comenzó sobre las 7.30 de la mañana, cuando sus progenitores les dejan en las instalaciones del campo de fútbol de Telde, el mismo lugar al que tendrán que ir a recogerles una vez finalice su jornada laboral. "Los niños van llegando a lo largo de la mañana, aunque nosotros estamos desde las 7.30 hasta las 9.00 en el campo de fútbol. Pasada esa hora, los padres tienen que llevarlos directamente a la playa de Melenara, porque es en ese horario cuando comenzamos con las diferentes juegos y actividades como surf, snorkel, bodyboard o voley playa. Cogemos las piraguas y también les enseñamos a pescar", apenas puede puntualizar el monitor Tanausú Pérez, que pronto se ve rodeado caras pintadas con ceras para la piel que también quieren aportar información.

En esta quinta edición del campus de verano han participado menores de entre tres y 15 años, a quienes se les asigna, según la edad, un grupo con el nombre de un color. Unos ochenta niños, "diez o quince menos que en 2011. Lo normal es que haya más chicos en el mes de julio, ya que a partir de agosto muchos de los padres están de vacaciones y pueden pasar más tiempo con ellos", apostilló Abel Redondo, uno de los nueve educadores que junto a Tanausú, forman la plantilla de personal de este club deportivo de Telde. Casi una decena de profesionales de la Educación y de la Actividad Física del Deporte, que además están titulados como monitores de ocio y tiempo libre. Y precisamente a ellos es a quiénes les corresponde formar en valores a los niños, así como sensibilizarles con el entorno. Labor que ha de ir acompañada con la de asegurar la diversión de cada uno de los chicos, algo que puede convertirse en todo un reto ante alguna que otra lágrima que a veces recorre los rostros más infantiles.