"Es el más alto alcázar que hemos visto". La conquista del Archipiélago es casi un hecho, y los canarios que se resisten buscan refugio en el interior de la isla. Pedro de Vera, acompañado de Tenesor Semidán, recién bautizado Fernando Guanarteme en la catedral de Toledo, sube desde la hoy Aldea de San Nicolás por el barranco de Tejeda. Es el año 1483 y tras un quiebro asoma ese "más alto alcázar", que estampan en las crónicas.

Es la Sierra del Bentayga, a 1.400 metros por encima del nivel del mar, y que observada desde lo profundo del cauce aldeano luciría como una suerte de alucinante rascacielos en cuyos áticos se distribuía un castillo entre las brumas.

Para la concepción castellana del mundo, El Roque, Las Cuevas del Rey, y el propio Bentayga que da nombre al conjunto, tres imponentes farallones clavados en el ombligo grancanario y que constituirá el penúltimo refugio de ancianos, niños, mujeres y hombres de pelea, comandados por Bentejuí, forman un tri-torreón inexpugnable. Tanto que no abordan la subida: optan por el asedio.

El grueso de la resistencia se encuentra en el segundo gran edificio, el de Cuevas del Rey, de unos 880 metros de altitud y casi un centenar de cuevas labradas distribuidas en distintas alturas: las superiores, hoy solo accesibles en escalada y en las que se situaban los graneros, y las inferiores, de habitación y otros trajines.

El arqueólogo Julio Cuenca remite a Víctor Grau-Bassas, el médico y primer conservador del Museo Canario como el primero que detalló, dibujó, relató y defendió su valor, en 1887, el vertical entramado, dentro del cual destaca la cueva que da nombre al edificio, la cueva del rey, o del guaire, según las distintas fuentes.

Para Cuenca se trata del sancta sanctorum no solo de lo sagrado, sino también de la resistencia insular. "Hay que imaginar todo ese interior agreste de Gran Canaria", y lo difícil del trasiego hasta ese interior embutido en un denso bosque del corazón isleño.

Sin la ayuda de Fernando Guanarteme, afirma, quizá la conquista hubiera tardado aún unos años más. Los últimos del Bentayga y Cuevas del Rey tienen alimentos, materias primas, combustible, ganado, agua. Incluso conexión directa a sus propios mitos. Cuenca defiende que el interior de la estancia principal, de unos siete metros de ancho, 11,30 metros de largo y más de dos metros de altura, y en cuyo suelo se encuentran decenas de cazoletas horadadas, es un almogarén, un lugar "eminentemente religioso". La cueva sorprende no solo por sus dimensiones y la factura de sus paramentos interiores, sino por un rojo almagre que aún permanece perimetrando la estancia a medio metro de altura, y dos pequeñas habitaciones interiores cuyas entrada se encuentran enmarcadas en rojo, blanco y negro.

Grau-Bassas llegó a plasmar en sus esquemas una serie de rosetones o soles rojos pintados que ya se han difuminado. No en balde, hasta los años 80 del pasado siglo las cuevas eran refugio de ganado, hasta que se requirió, por medio del Cabildo de Gran Canaria y el Ayuntamiento de Tejeda, el desalojo de unos recintos, sobre los que pende la amenaza de erosión.

Abajo siguen las tropas de Pedro de Vera. Y un Guanarteme que, "posiblemente al darse cuenta de la potencia de estos conquistadores en su viaje a la Península, intenta negociar y pacificar", apunta el arqueólogo.

Pero arriba la vida continúa en su precaria cotidianidad. Movimiento durante el día, hogueras por la noche. O eso parece. Parece otra noche rutinaria de fuegos, pero los asediados ya se marchan hacia Ansite, en las Tirajanas, por la puerta trasera para espanto de los extranjeros. Observando el panorama que se abre desde Cuevas del Rey sobre los tejados de las viejas casas que hoy forman un pequeño poblamiento se entiende la maniobra.

El paisaje que se abre a la mirada es inabarcable. A la izquierda y al fondo del abismo, La Solana y el bellísimo El Chorrillo. Al frente a la izquierda, los invernaderos de La Aldea. Más al este, la Mesa de Acusa, Artenara. Y por retaguardia, Tejeda, y la mole del Bentayga. Los castellanos, desde allí, serían insignificantes hormigas que no dan con la salida del hormiguero.

A pesar de su condición de penúltimo refugio a día de hoy no se ha hecho ninguna excavación, pero siguen los descubrimientos. El último, un panel con inscripciones alfabéticas líbico-bereberes orientado al Bentayga, que a su vez tiene otro apuntando al de Cuevas del Rey, "inciso, profundo y con varios grafemas", aporta Cuenca, dos páginas pues, de un libro en piedra que está por leer.