Juan Sánchez, Juan el Bueno para todo el pago de Los Arenales, a la vera de Lomo Magullo, murió a manos de su cuñado por intentar robar una novilla. Lo hizo hace ya más de cien años, con un cruel asesinato de por medio, y esa dura historia sirvió anoche de perfecto hilo conductor para el montaje de la quinta edición de la Casa del Terror del Valle de los Nueve.

La representación teatral de este espinoso caso, con muchos sobresaltos, casonas fantasmagóricas, personajes siniestros y ojos fuera de lugar de por medio, logró reunir a más de 1.500 personas en torno al barranco del Tundidor en una apacible velada. En su abrupta orografía y fincas destartaladas, con las preceptivas retenciones de tráfico y overbooking de asistentes, se desarrolló esta peculiar performance gracias a los 55 actores amateurs del barrio -muchos de ellos de menos de 30 años- y a otros 30 miembros de la organización que se fajaron para que el evento brillase.

El público pudo recorrer el temido pasaje en grupos de 25 personas, pero ni siquiera el calor humano de tener a alguien a su lado les libró de pasar miedo, que era de lo que se trataba. A las nueve de la noche ya 200 personas se sabían bien a fondo la historia de Juan el Bueno, pero aún quedaban más de mil por hacerse el tour, según Pedro Medina, uno de los impulsores de este ya consagrado espectáculo.

La propuesta terrorífica se desplegó sobre una superficie de 10.000 metros cuadrados, con mucho juego de penumbras y escenas costumbristas. En el barrio, los protagonistas de esta quinta edición de la Casa del Terror volvieron a tirar de materiales reciclados para ambientar las escenas después de varios meses de ensayos y de participar en cursos intensivos de maquillaje. La organización sólo echó en falta una mayor presencia de Policía Local -sólo dos agentes- y de alguien de Protección Civil. "Estaban avisados, pero el Ayuntamiento no mandó a nadie. Sólo hay una ambulancia de Cruz Roja", se lamentaba Medina entre un mar de tumbas y gritos fantasmales.