Alcantarillas desbordándose, desprendimientos de piedras, caídas de muros de protección de las carreteras, enormes canales de agua desembocando en los estanques y presas, ríos de agua por las carreteras, nacientes improvisados en los riscos, barrancos que hacía muchos años que apenas habían visto unas gotas de agua desbordados de lado a lado y muchos paraguas abiertos para evitar empaparse. Las medianías del Norte registraron desde la pasada madrugada y durante buena parte del día los efectos de una borrasca que sació buena parte de la demanda que tiene el campo grancanario.

"Hacía cerca de 19 años que no veía el barranco de San Andrés correr". Un grupo de agricultores se vio sorprendido por el enorme afluente de agua que arrastraba el barranco situado en la costa de Arucas, y que atravesaba el campo de fútbol, cruzaba el puente de la carretera y desembocaba en el mar.

Con el móvil retrataban ese momento, al que se sumaban otros muchos curiosos que, durante buena parte de la mañana, se asomaban para comprobar aquella curiosa e histórica estampa.

El grupo de casi media docena de trabajadores recordaba que por la noche se habían registrado muchos litros en determinados barrios de Moya. "Y la que viene va a ser buena", anunciaba, con la mirada puesta en el horizonte, donde se aproximaba una espesa capa de nubes que apenas dejaba visibilidad a mediodía de ayer. Y no se iban a equivocar, ya que la descarga iba a ser importante. Eso sí, con sosiego y de forma serena, y sin causar destrozos.

A unos pocos cientos de metros, en la zona de El Roque, en Moya, los lugareños se refugiaban bajo la marquesina de las guaguas y la fachada de los inmuebles para evitar empaparse. Y no era para menos, ya que ya que la cantidad de agua que caía había ocasionado un reboso del barranco de Moya, y el agua cruzaba la carretera para tratar de alcanzar el mar. Una imagen que generó más de alguna inquietud y dudas, ante la posibilidad de que la altura dejara atascados los coches a su paso.

Todo este afluente llegaba de la zona alta, si bien el litoral del Norte se transformó ayer en una gran taza de chocolate, por el color que había adquirido por el barro y los restos que arrastró en su caminar hasta la desembocadura.

La carretera de Moya mostraba las consecuencias de esta lluvia acumulada durante más de siete horas. La presencia de piedras era incontable, mientras operarios del servicio de mantenimiento de las carreteras del Cabildo de Gran Canaria se afanaban por tratar de ir retirando las piedras más grandes en su labor de inspección tramo a tramo, al menos hasta que se fuesen diluyendo los problemas mayores, que eran muchos en distintos tramos de las carreteras de las Medianías.

A medida que la costa quedaba atrás y la carretera subía en dirección a la zona alta, la fuerza de la lluvia se acentuaba. Las escorrentías y la enorme cantidad de agua discurría por los arcenes, un numeroso grupo de cascadas surgía casi de forma sorpresiva por las laderas de los barrancos. En algunos casos, sin saberse el origen de esos manantiales que brotaban hacia los cauces de los barrancos.

Toda esta acumulación también fue dejando destrozos a su paso. La entrada al casco de la villa por el barrio de Carretería, a escasos metros del puente, tuvo que ser cortada por la caída de parte de una enorme pared de casi 15 metros de altura de hormigón y piedras. Un muro que liberó mucha tierra y piedras que ocuparon gran parte de la calzada, y que amenazaba con seguir abriéndose, con el peligro que eso suponía para los automovilistas y peatones que pasan a sus pies. El tractor tiraba la parte más afectada, antes de retirar las piedras. Sin embargo, eso obligaba también al cierre de esta carretera principal, teniendo los automovilistas que buscar otras vías alternativas para entrar y salir de Moya.

Unos metros antes, un río de agua bajaba por una calle peatonal, imposibilitando su uso por los vecinos.

En las inmediaciones de La Fonda, en la carretera hacia Fontanales, también se registraron problemas en la circulación. Al igual que en el tramo de Moya a Guía, en las inmediaciones de Los Tilos. Como también en la carretera que une la localidad con Firgas, a través del barranco de Azuaje, según el Ayuntamiento de Moya, que reconocía que los accesos durante la mañana se habían visto afectados por los cortes de tráfico, aunque se mantuvo operativa la vía de Cabo Verde.

El cielo seguía encapotado, mientras los vecinos trataban de no empaparse con paraguas y resguardándose en los lugares más insospechados.

La borrasca se fue diluyendo con el paso de las horas, dejando tras de sí una gran cantidad de litros de agua. Precisamente, los campos de las medianías recibieron ayer con gran satisfacción el rocío, que ya no solo fue abundante, sino que cayó de una forma tranquila. Esto permitió que muchos de los estanques hubieran alcanzado un gran nivel de almacenamiento, que en muchos casos augurara que se iban a llenar en pocas horas.

Las Medianías, Firgas, Guía y hasta La Aldea recibieron también una buena tromba de agua, que alcanzó tal dimensión que hizo que los barrancos corrieran, dejando una estampa en la que hay que echar la mirada bastante atrás para recordar una situación similar. Además, las precipitaciones del último mes han servido para cambiar el paisaje de la comarca Norte. Donde antes era gris por la sequía, ahora se ha tornado casi en un vergel, en el que predomina el verde de las plantas y el oscuro de la tierra empapada.

La situación vivida en las últimas horas ha obligado a los operarios municipales a estar de guardia durante todo el día en localidades como Moya, con el fin de atender los posibles desperfectos que se fueron registrando.

Hay que tener en cuenta que, durante toda la jornada se registraron numerosas llamadas alertando de inundaciones en casas y problemas en la red de alcantarillado, que era incapaz de recibir tal cantidad de agua en Arucas, Firgas y la zona alta de Las Palmas de Gran Canaria.