El mar. Ese era y es su primer pensamiento y por eso siempre supo que tendría que trabajar duro. En un mundo tradicionalmente de hombres donde las féminas se limitaban antaño tan solo a la venta del pescado recogido por sus maridos, padres o hermanos, Carmen Santana se abrió paso con valentía sin renunciar por un segundo a su sueño. Hoy esta teldense recoge los frutos del esfuerzo que la ha convertido en la primera mujer grancanaria en recibir el reconocido premio de Sabios del Mar, otorgado por el Cabildo.

"Llevo desde los nueve años trabajando en la mar. De niña le lloraba a mi padre para que me quitase de la escuela porque yo iba allí y no me concentraba en los estudios. Mi pensamiento siempre estaba en los trasmallos, en las redes que tenía que estar echando con mis tíos", recuerda la única mujer marinera de la costa de Telde. Se salió con la suya y cambió libros y bolígrafos por anzuelos y la comodidad del pupitre y el calor de la estufa por un barco movido a merced del oleaje.

De carácter valiente y emprendedor, ella no pierde la humildad y sigue mostrándose sorprendida cada vez que recuerda el premio que desde hace apenas unos días sabe que le van a entregar en reconocimiento a toda una vida de entrega y lucha. "Se siente algo muy grande porque no me lo esperaba, a pesar de que yo siempre he colaborado en todo lo que he podido, pero aún así me quedé asombrada", confiesa apoyada en una una enorme nasa en el mismo muelle de Taliarte, donde a día de hoy labora.

Además, a sus 49 años, la teldense fue también mujer pionera en dirigir la Cooperativa de Pescadores de Melenara, "que se encontraba un poco patas arriba cuando llegué, pero que dejé más o menos en condiciones cuando dejé el cargo, ya que la mano de una mujer siempre viene bien", asegura con media sonrisa al encontrarse rodeada por sus compañeros. "Cuando yo era presidenta esto estaba como los chorros del oro", revela sin perder la sencillez que la caracteriza.

Sencillas son también sus raíces y con orgullo cuenta que "mi madre me trajo al mundo en 1963 en las chabolas de Melenara, a pleno pie de playa". A sus antepasados le debe Carmen Santana su desenvoltura entre "viejas, lances y barcos" y precisamente son ella y su hermano mayor quienes han consolidado la costumbre familiar, si bien no todo ha sido un camino de rosas.

"Comencé vendiendo el pescado que cogían mis tíos. Me iba a Telde con unos cestos que aún conservo y lo vendía todo y ellos a cambio me daban medio duro de las antiguas pesetas a la semana. Como se me daba bien, al poco tiempo mis tíos decidieron llevarme con ellos y yo me encargaba de coger mis propias cajas de peces para sacarme un dinero hasta que al final tuve mi propia embarcación con tres trabajadores a mi cargo", explica la marinera quien hace tan solo unos días tuvo que llevar al desguace su barco, bautizado con el nombre de Pino, a falta de beneficios en una época muy difícil para la supervivencia de esta profesión.

"Fue un momento muy duro", como duro fue tener que dejar a sus trabajadores en el paro, porque según reconoce "lo que peor llevo es llegar a tierra después de echar un lance y ver que no has sacado nada porque a mí me gusta luchar y que se ganen los marineros". Tal vez esto, sumado al hecho de que con la crisis los restaurantes nos compran menos pescados y nosotros los tenemos que mal vender o regalarlos", el motivo por el que "en la zona no hay más de 20 personas que se dediquen a la pesca, a pesar de que este año ha sido muy bueno en lo que al atún, las viejas y el pulpo se refiere", explica con cierto tono amargo a lo que añade que "se te parte el corazón cuando vas al mercado y ves como allí venden las viejas, por ejemplo, a ocho o nueve euros y tú sabes que al marinero se las han comprado a no más de dos".

La primera Sabia del Mar afirma estar cansada, pero está segura de que aún le queda mucho por hacer. Hace unos años dio clases a los niños de Telde sobre el procedimiento de captura y venta del pescado y "con ellos era una locura porque me encantan las preguntas que me hacían. Guardo muy buenos recuerdos como el día que uno de los niños antes de irse se giró y me dijo: profesora aquí tengo dos euros, ¿los quieres? y a mí me dio un vuelvo el corazón". A ellos les enseñaba, pero también aprendía a pesar de que son las historias y los consejos de los antiguos pescadores de la Cofradía los que han marcado los propios hábitos de esta "valiente" y a pesar de que no se define supersticiosa, asevera que "mi barco jamás sale en Semana Santa".