Acoger, proteger y dar mucho cariño a quienes se enfrentan a situaciones complicadas nada más llegar al mundo. No saben de dónde vienen ni el tiempo que permanecerán en su casa del municipio teldense, pero Paco Oliva y su mujer, Carmen Galván, tienen claro que cada uno de los pequeños que han pasado y seguirán pasando por su familia marcarán para siempre sus vidas, a pesar de la inevitable y asumida despedida, que nunca se traduce en un adiós.

Desde que comenzaran su andadura como padres de acogida, hace ya casi cinco años, seis pequeños han sido como sus "hijos" durante no más de un año. Ahora es el pequeño Javier quien corretea por su domicilio. Cuentan que les han llegado menores de todo tipo: "Bebés con apenas unos días, una niña de ocho años, niños sanos, niños con problemas de salud... Vas un poco a la aventura cuando te avisan porque no sabes nada", detallan.

Se convirtieron en familia de acogida casi por casualidad. "Estábamos cenando con nuestros seres queridos cuando uno de ellos nos comentó la situación de una chica que no podía hacerse cargo de su hija, de tan solo un mes y medio", cuenta Oliva. Sin embargo, la primera experiencia no fue del todo positiva ya que según explica su mujer, "a pesar de haberlo hecho todo de manera legal, hubo una serie de errores con Menores y tuvimos que entregar la niña a su madre sin habernos preparado para la despedida".

Pero... Cuando una puerta se cierra, otra se abre. Con este eslogan presentaba en 2009 Cruz Roja su campaña de acogimiento familiar para niños canarios en situación de desamparo que hasta entonces se encontraban bajo la protección del Gobierno. El anuncio llegó en el momento adecuado. "Lo vimos tan solo una vez y ni nos lo pensamos", asegura Carmen Galván.

Tras los cursos de formación, los Oliva Galván, que tienen dos hijas y también un nieto, cumplen los requisitos para ser también padres de acogida de urgencia, si bien el papel que desempeñan es más el de abuelos. "No nos dicen papá y mamá y nosotros disfrutamos de ellos y por supuesto les educamos, pero hay cosas que se las pasamos. Somos muy estrictos con las pautas del día a día, pero les mimas porque no sabes cuánto tiempo los vas a tener, aunque nunca nos hemos planteado adoptar".

Es precisamente ese momento, el de la despedida, uno de los más duros a pesar de que forma parte de un proceso en el que tanto los menores como ellos van adaptándose poco a poco. "Lo importante es lo que ellos van a vivir después. Nos compensa pasar un mal rato en el momento de despedida en comparación al sufrimiento que le evitas a un niño de ir a un centro o estar con una familia desestructurada", asevera con seguridad Tamen, como la llamaba uno de los chiquillos que más tiempo estuvo con ellos.

"Cada niño marca un trozo de nuestra vida", apostilla Paco Oliva, "pero nos llena de orgullo cuidar de ellos para que un matrimonio que no puede tener hijos los adopte", añade su esposa. Ambos coinciden en que es muy importante no confundir adopción con acogida, y "todo el mundo puede porque todos tenemos un corazón que se moldea". Mientras, ellos trabajan por poner en marcha lo que será una asociación a la que podrán acudir todos los interesados.