La sede de Infecar en la capital grancanaria es, desde ayer jueves, un inmenso taller en el que se representan los trabajos y filigranas de 166 artesanos provenientes de toda Canarias, un catálogo del saber que cubre 50 de los 87 oficios reconocidos en el Archipiélago, incluidos algunos que han quedado definitivamente huérfanos por falta de continuidad.

Es la Feria Regional de Artesanía, que con 28 años de historia ya es una tradición en sí misma, y que se distribuye en tres pabellones de Infecar para ofrecer un paseo que transcurre entre la manufactura de los enseres que amueblaron las viviendas isleñas desde hace siglos, a otros más modernos atarecos que han ido evolucionado con las mismas técnicas.

La apertura de la muestra contó ayer con la presencia del presidente del Cabildo de Gran Canaria, José Miguel Bravo de Laguna, acompañado del consejero de Comercio y Artesanía, Juan Domínguez, la consejera regional de Empleo, Margarita Ramos, y el director general de Industria del Gobierno canario, Juan Antonio León, antes de realizar un recorrido por los 149 talleres, que han requerido una inversión de 200.000 euros, y que cuenta con 64 expositores de Gran Canaria, 36 de Tenerife, 21 de la isla de La Palma, 13 de Lanzarote, seis de Fuerteventura, siete de El Hierro y dos de La Gomera.

Ante este desembarco el elenco de ofertas es interminable, y solo el arte de la cerámica llega a reunir a 25 artesanos, que se unen a joyeros, bordadores, caladores, canteros, carpinteros, cereros, cesteros de colmo, mimbre, palma, pírgano, rafia y ristra, y cuchilleros. Y más arte, como la ebanistería, encajes, esmalte, fieltro, flores artificiales, forja, ganchillo, herrería, hilado de la lana, instrumentos musicales, jabonería, construcción de jaulas, pirograbado, cincelado, tejeduría, trajes típicos y de carnaval, así como el rescate de viejas técnicas de no menos antiguas diversiones.

Precisamente en el apartado diversiones se encuentra el taller infantil comandado por Efigenia Sánchez Armas, autodidacta, según se confiesa la maestra, pero a la vista de sus obras toda una doctorada en papagüevos. Efigenia se coloca entre dos enormes arretrancos, el Borrachín y la Negrita Zumbona, con sus dos enormes cabezas de puro cartón, pero que esconden un laborioso proceso de unos dos meses que comienza con el tallado en barro de la figura, el posterior vaciado en escayola. Efigenia da lustre al que fuera uno de los elementos imprescindibles de la fiesta antigua y que tiene hoy en Agaete el arraigo que le ofrece en las fiestas de Las Nieves, pero ella va más allá, de tal forma que si el cliente quiere terminar inmortalizado, solo tiene que donar su cara para recrear su propio papagüevos, una original idea que también viene en forma de marioneta. Efigenia no habla de presupuestos y concluye que ser uno el propietario de su propio papagüevos, "no tiene precio", ni tampoco mucho antecedente.

Como tampoco lo tiene la espectacular obra del ebanista, que quizá tenga más de artista que de lo primero, Carlos Arzola. Nacido en El Toril, realizó Diseño Industrial hasta que comenzó a crear un mobiliario con maderas de alta calidad, como el ébano, cedro o caoba, con materiales en principio algo incompatibles como la piedra de Arucas. En este formato exponía un bargueño, con su base de fonolita azul arropando por los laterales a una rica cajonería lustrada con cera, que puede ser tanto de abeja como de la palma carnauba -Copernica Cerifera-, cuyo precio estaba a la altura de su diseño y acabado: 4.000 euros la pieza.

Una mecedora, también de maderas preciosas, forrada de piel de cabra de la tierra tampoco se quedaba atrás, todo ello manufacturado a mano en su taller de Las Huesas, en Telde.

Pero no todo está en tres dimensiones, porque uno de las ocurrencias de mayor engolosinamiento de la 28 Feria Regional de Artesanía venía en formato dos dimensiones, con una más que entretenida exposición fotográfica titulada Canarias ayer, trabajada por la Fedac, Fundación para la Etnografía y el Desarrollo de la Artesanía Canaria, con 60 postales en gran formato de los últimos 120 años de historia isleña, organizadas por islas. Son, en total, 60 sorpresas, una detrás de otra, con imágenes muy poco vistas, cuando no inéditas para buena parte del público, de la Canarias de finales del XIX y principios del siglo XX. Allí están los vetustos carromatos cargados de plátanos saliendo de los almacenes hacia el puerto de la Luz; o un fascinante choque de fotingos en la capital, con media población observando la novelería. De remate incluye un antiguo estudio fotográfico, con la anacrónica máquina de fuelle en su trípode, apuntando a un butacón coetáneo. Un paisaje interior que hace da mucho juego con la no menos atractiva sombrerería instalada en el espacio dedicado a los oficios extintos, y que enseña el taller, la salita de espera y el punto de venta de las desaparecidas sombrererías del siglo XIX, que derivaron en la confección del cachorro, un objeto de culto romero que sin embargo es importado desde los años 20 del siglo pasado, según relata Macarena Murcia Suárez, técnico etnográfico de la Fedac y autora de un exhaustivo trabajo sobre esta industria que tenía en la capital y en Arucas, principalmente, sus principales centros de fabricación.

Precisamente en esta última ciudad aún se recuerda la tienda de Yaya, propiedad de una de las últimas familias que aún conocían el oficio de una prenda imprescindible que, antes de la llegada del fieltro, se realizaban con pelo de camello o conejo. Allí, se muestra hilo por pabilo desde la toma de medidas de la cabeza del futuro dueño del sombrero, hasta darle su forma, con el apresto de resina de almendro o su terminado con planchas de carbón, y un buen recosido final con la Alfa de toda la vida. Toda una vida, de mecanismos, soluciones a veces autárquicas, e inventos deliciosos metidos en tres pabellones.

El Cabildo se ha propuesto en la 28a edición de la Feria Regional de Artesanía suplir la escasez con imaginación, y ha logrado crear una ruta interior por los pabellones C, tanto el alto como el bajo, y el pabellón D, que repasa la mayoría de los trabajos que durante siglos amueblaron los hogares o conformaron los prehistóricos tupergüés de las cocinas, a partir del barro o el junco, hasta los mecanismos que permitieron trabajar la tierra o convertir el metal en herramientas, como ocurre con los puestos de repujado y cincelado de metales. Todo ello con la entrada al precio de un euro por persona, y con interesantes añadidos, como el espacio que ilustra sobre los oficios desaparecidos o en riesgo de serlo, como la cestería de junco y de anea, o el curioso picadillo canario, que se traduce en el repujado de las tradicionales cajas de sobremesa o los arcones tallados, sin olvidar la elaboración de los cencerros que dan música a los ganados. El Cabildo de Gran Canaria subraya que es la ocasión para poner en contacto al público con los productores, y que la feria, que permanecerá abierta hasta el domingo desde las diez de la mañana hasta las ocho de la tarde, genere una facturación de entre 200.000 y 300.000 euros, tanto en la venta in situ como por sus encargos.