Estupefacción, asombro y, por último, repulsa. La inesperada noticia del brutal asesinato de José Antonio Perdomo Cebrián, marido de Laly Sánchez, exconcejala de Ciuca en el Ayuntamiento de Telde, cayó este viernes como un auténtico mazazo entre los empleados del consistorio. Varios de los cargos públicos que hoy día sostienen el gobierno de la ciudad fueron compañeros de Sánchez entre los años 2003 y 2006 y, por ese motivo, tuvieron un contacto directo con Perdomo, al que ayer recordaban sumidos aún en un estado casi de shock.

"Estamos todos impactados por esta muerte brutal y esperamos que se aclare y se detengan a los delincuentes que han hecho que José Antonio haya fallecido de esta manera tan violenta", declaraba ayer una compungida María del Carmen Castellano mientras releía los detalles de lo sucedido en la edición de papel de LA PROVINCIA / DLP tras grabar un mensaje navideño para una cadena de televisión en su despacho.

"Es verdad que no tuve mucho contacto con él en aquella época, más bien con su mujer, pero este tipo de cosas siempre afectan, y más si se trata de un vecino de este municipio. A nosotros no nos queda otra cosa más que lamentar lo ocurrido y solidarizarnos con sus familiares", agregó la alcaldesa.

Otro cargo eventual al que se le veía afectado era al exconcejal y actual asesor de Servicios en la institución, Chano Henríquez, quien conoció a Perdomo "hace más de 20 años, cuando el matrimonio compró La Manigua, el aula de la naturaleza que hay en Ojos de Garza, y realizó varios trámites en el Ayuntamiento. Más de una vez compartimos café y descubrí que él era un amante de la naturaleza. Le ponía mucha pasión a lo suyo. Después de ver lo que le ha pasado, me he quedado con mal cuerpo", apostillaba tras recordar que hace algo más de medio año se había topado con el finado por la ciudad en uno de sus regresos de Panamá.

Dolido y afectado estaba también Salvador Galván. Chófer en la Concejalía de Servicios Sociales, tuvo la ocasión de trabajar para Perdomo durante dos meses como monitor de campamento en La Manigua. "José Antonio era una persona muy comprometida, no sólo en el plano docente, sino también en su amor hacia la naturaleza. Recuerdo cómo hacía excursiones con los niños a Anfi y a otros puntos de la isla, además de las actividades que alentaba en el albergue. Siempre estaba inquieto, haciendo cosas nuevas; era, en definitiva, un aventurero".

Para Galván, el empresario teldense sólo podía ser definido "como alguien serio, muy bondadoso y al que le gustaban las cosas bien hechas. Hizo obras en la finca y en un momento determinado vio que necesitaba dejar de estar tan encima del negocio, así que cedió la explotación a otros y se subió con más frecuencia a su velero. El mar era su pasión y al ser alguien que trataba de evitar los conflictos está claro que no merecía morir así", zanjó en una mañana gris.