Con espíritu deportivo o con la lengua fuera, casi cincuenta personas recorrieron la vereda desde el barrio de la Atalaya hasta el pico de la montaña, a 434 metros de altitud. En la parte final del camino se encuentran las catorce cruces, que ya lucen la decoración floral de este mes de mayo. Cada participante subió su propio ramo y distribuyó las flores entre las once estaciones del camino, pues las tres cruces de la cima ya habían sido profusamente engalanadas por la asociación de vecinos. Obviamente, con la ayuda de un todoterreno y desafiando el vértigo de una carretera que serpentea sobre el abismo.

La caminata arrancó a las 10.00 horas desde la plaza de San Pablo. Después de atravesar varias calles, la comitiva enfiló la ruta utilizada antiguamente para llegar a la cumbre, un sendero de picón sin más vegetación que unas pocas aulagas. El fresco de la mañana, pese a un cielo casi despejado, fue especialmente agradecido por Celia Vega Santana, la veterana del grupo. Con 80 años aún se atreve a emular sus correrías de jovencita.

Cuenta que una vez subió descalza, para pagar una promesa, lo que le costó una infección en un pie por las heridas que sufrió. Ayer fue bien pertrechada, con sombrero ancho para el sol y una mochila. Un voluntario de Protección Civil no le quitó ojo en todo el camino, pero solo hubo que ayudarla en los pasos más complicados.

Meli Sosa Díaz también recorrido esos caminos hace medio siglo. A la altura de la quinta cruz se animó a explicar a los caminantes la historia de esta celebración. Rememoró que con diez años ya subía al pico con las demás niñas de la escuela, la maestra y el cura de La Atalaya. También recordó los nombres de algunos dueños de las cruces, Pepito el ciego, Carmita Lucío, Lolita Roque, Juanita Moreno o Fefita manzana. Sin embargo, la tradición se perdió y las cruces de madera se deterioraron hasta desaparecer. En 2002, Meli leyó el pregón de las fiestas de la Atalaya e hizo mención a las enramadas de antaño. La asociación de La Piconera recogió el guante y en mayo de 2003 se inició la nueva etapa del Día de la Cruz. Ahora lo organiza la agrupación vecinal, con Armendáriz Jorge al frente del operativo, mientras que el Ayuntamiento se encargó de reponer las catorce cruces. La séptima ya está rota y tumbada en suelo, pero también recibió su lote de flores.

El nuevo párroco del barrio, Norberto Medina, subió por primera vez al pico y no le faltaron fuerzas para leer las catorce estaciones del Vía Crucis y entonar otras tantas veces el "¡oh cruz te adoramos, oh cruz te bendecimos, de ti viene la vida, de ti la salvación!". Pedro Rodríguez también se estrenó como alcalde, aunque ya lo había hecho vez como concejal. Ayer hubo menos gente porque coincidió con una excursión de los vecinos, pero la celebración está asegurada por mucho tiempo. "El próximo año vuelvo", anunció Celia Vega.