Fabiola Rodríguez, la vecina del barrio de El Goro acusada de un delito de homicidio por dejar que su hermano muriese de hambre en el domicilio que ambos compartían junto a la familia de la primera, aceptó ayer una condena de 10 años de cárcel (inicialmente el fiscal le pedía 13) durante el juicio por el procedimiento del jurado que este lunes arrancó en la Audiencia Provincial de Las Palmas y que hoy, previsiblemente, llegará a su fin con el veredicto.

La imputada, acusada junto a su marido Juan Martel y a su hija Ana María Martel -a los que se les achaca la presunta comisión de un delito de omisión del deber de socorro- dieron por bueno el duro relato de los hechos efectuado por el fiscal Javier Ródenas y confesaron, con tres escuetos monosílabos, que el fallecimiento de José Rodríguez -así se llamaba la víctima- tuvo lugar la noche del 28 de marzo de 2010 después de meses de cruel agonía en los que la víctima -un discapacitado que quedó desprovisto de cualquier tipo de alimentación, aseo y ayuda- quedase reducida a un esqueleto de 25 kilos.

Tras el acuerdo alcanzado con sus otros siete hermanos, Fabiola aceptó en 2009 hacerse cargo de José, impedido desde la infancia por una meningitis que le provocó una minusvalía en forma de retraso mental moderado por trastorno del aprendizaje con un grado de discapacidad global del 64% y un grado de necesidad de tercera persona del 47%. A cambio de ello, la acusada, que contaba 45 años cuando sucedieron los hechos, optó por quedarse las dos pensiones de 632 y 509 euros que José, de 59, recibía tanto por su condición de huérfano como por su discapacidad y dependencia.

Lo cierto es que, según el Ministerio Público, la imputada dejó de atender a su hermano. Este quedó recluido en la cama de un cuarto, cuasi inmóvil, y fue objeto de un progresivo deterioro físico "que dio lugar inicialmente a un proceso de descomposición en vida y finalmente a la muerte". El fiscal culpa a Fabiola de provocar la hipertrofia muscular que comenzó a afectar al moribundo y de la multitud de úlceras infectadas que se adueñaron del cuerpo, especialmente de la espalda y la cadera "con exudados purulentos y olor fétido".

La situación de desnutrición llegó a tal punto que los forenses que examinaron su cadáver detectaron un nido de larvas de cucarachas en una herida en su tobillo. Este terrible descubrimiento se produjo después de que Fabiola, en plena madrugada y al ver que José no respondía, lo envolviese en una manta y lo llevase al servicio de urgencias del centro de salud de El Calero, donde no pudieron hacer otra cosa más que certificar su muerte por un fallo multiorgánico.

Tanto Ródenas como los forenses que participaron en la vista confesaron que nunca habían visto nada igual. "José murió en el más absoluto de los abandonos. Perdió 60 kilos en dos meses y el médico que lo atendió se negó a expedir el certificado de levantamiento de cadáver ante la forma en la que había llegado el cuerpo y el carácter frío de quien lo atendía, por eso avisó a la Policía", concluyó. Al marido y a la hija de Fabiola, les reclama, para cada uno, una multa de 2.400 euros. Y para la principal acusada, la imposición de una indemnización de 36.000 euros a repartir entre los otros siete hermanos.