Matías Díaz Padrón fue el encargado de leer anoche, en el Huerto de las Flores, el pregón de las Fiestas en honor a la Virgen de las Nieves en Agaete, mostrándose muy agradecido "por la invitación, estar en casa y sentirme útil" y utilizando el conocido tríptico de la Virgen como estrella de la lectura de su discurso. "No quiero dejar de anotar la sonrisa del Niño en nuestro tríptico. No es frecuente. No hay duda que Joos van Cleve es un pintor especial. Se conoce su retrato en un grabado que reproduzco para involucrar al espectador con su persona. La mirada profunda y la mano imperativa hacia el espectador dice mucho de su carácter".

"Mi primer encuentro que recuerde con la Virgen y el Niño del tríptico", recordó Díaz, "fue en marcha con amigos y amigas de no más de quince o dieciséis años en peregrinación a la fiesta de La Rama con incontenible ilusión. La aventura tuvo sus luces y sus sombras. Recuerdo la imagen de la Virgen de Las Nieves en marcha procesional al ritmo de la música y las canciones con la complicidad de Baco. Algo nada frecuente que sepamos. Es un divinal contubernio ancestral de difícil definición. La pintura no tenía autor conocido, pero su belleza y devoción estaban a la vista".

"Quién me iba a decir", continuó, "que al paso de los años me vería dialogando con aquella Virgen sin autor aun conocido. Su visión nos cautivó a todos en el embrujo de la fiesta. Pero no todo fue desenfrenada alegría y contemplación estética. Tuve un mareo -por llamarlo así- que acabó con mi cuerpo en la cama de una de las casas de los amigos donde sucumbí hasta el amanecer. Recuerdo que una de las niñas me cuidó con paños de agua fría en la frente. Era monísima pero la situación no estaba para más. Esto y lo otro quedó siempre en la nebulosa azul de los recuerdos de juventud."

"Me siento un canario ingrato", aseguró, "que va y viene en contadas ocasiones. He utilizado las vacaciones para ampliar estudios fuera a costa de renunciar a la playa y a los amigos. No los he perdido del todo gracias al valor de la amistad que nos inculcó el colegio Viera y Clavijo. Aquel singular colegio nos taladró de espíritu crítico y suficiente conocimiento para no sentirnos aislados en estas islas tan lejos de todo. Nada me sorprendió en la Universidad Complutense de Madrid que no hubiera masticado en mi colegio, en los años comunes en La Laguna y las tertulias en la Plaza de Las Ranas arreglando el mundo".

El pregonero habló también de las vivencias de Agaete en los albores del Renacimiento, en efervescente actividad y riqueza. "Fue un emporio que hizo posible el encargo del tríptico a Joos van Cleve ´el mejor pintor de Amberes´ según escribió Carel Van Mander. Es sorprendente que el tríptico más impresionante de su producción esté en una isla del continente africano. No sólo valiosos por su calidad. Aúna un rosario de incentivos que lo hacen especial en la pintura flamenca del siglo XVI; y este tríptico tan especial está en lo más hondo de nuestra historia. Un tríptico para presidir el altar de la ermita de la Virgen de las Nieves que abre sus puertas entre palmas, salmodias y vino benefactor. Una invitación sin el desenfreno orgiástico de la bacanal dionisiaca que nos tiene acostumbrados Rubens".

"Hoy conocemos la autoría del tríptico", comentó, "aunque lamentando la mutilación a que fue expuesto. Pienso que por imperativo del gusto, para adaptar la imagen de la Virgen a la función procesional de la fiesta. Pero justificar esto nos llevaría a un túnel de aburrida erudición con que no estoy dispuesto a torturarles en esta noche de fiesta. Tampoco me lo perdonarían la Virgen y el Niño que saben lo que pasó. Hoy no se discute la autoría del tríptico. Cécile Sceailliérez, al tratar el retablo de la Piedad del Louvre y John Oliver Hund en la monografía del pintor con las precisiones propuestas por quien hoy inicia el pregón. No solo se precisa la autoría sino su alta calidad y sus sorprendentes dimensiones. Es su obra de mayor empeño. Me he permitido cotejarla con todas las conocidas. La altura era mayor en su origen. Un Espíritu Santo estaba en lo alto de la tabla central y La Santa Cena en la predela. Esta se envió a Sevilla en 1930 para una exposición y nada se sabe. Posiblemente es una réplica del retablo del museo del Louvre. Repite el fresco de Leonardo da Vinci a través de grabados. Todo esto potencia el valor de este tríptico, por lo que fue y podemos reconstruir virtualmente. No perdamos la esperanza de localizar la predela perdida. Es lamentable no luchar por su recuperación. No creo que se trate de dos retablos acoplados como se ha propuesto, ni la intervención de taller que se confunde con los barridos y accidentes del tiempo, y menos la pesimista propuesta de una copia que destila un pregón mal informado".

"Al valor intrínseco del tríptico hay que añadir otras categorías. Se conoce el nombre de los donantes y su trayectoria desde Flandes a esta ermita. Igual que la imperturbable permanencia en el lugar que el destino le adjudicó. Todo sorprendente y todo excepcional. Conocemos la fecha del encargo que sirve para fijar su evolución. Fue en la década de 1530-1540 y hacia 1535. Pocos años antes de la invitación a Joos van Cleve a la corte del rey de Francia, Francisco I, que cinco antes había sucumbido en Pavía. Añado de mi cosecha la influencia del retablo del Descendimiento de Roger van der Weyden del Museo del Prado al repetir el diseño de san Juan en el san Antón. Nada extraño puesto que lo copió en el museo de Philadelphia", apuntilló Díaz.

"Antón Cerezo", prosiguió con su lectura, "debió dar consignas al artista para pintar los actos y los hechos del puerto. No cabe duda que el pueblo era un hervidero de intensa actividad aduanera y mercantil. El mar invade el fondo de la tabla de San Antón. Todo tiene una intencionalidad prevista. Detrás del retrato de Antón Cerezo vemos grupos de gente en atareada actividad. Son secuencia de la vida portuaria del afortunado hacendado canario en el comercio del azúcar. Además de rico es hombre de un exquisito gusto que revela su indumentaria. Igual que la de su hijo y heredero y su mujer de negro con ricos encajes".

"Es un relato visual de este prócer en la encrucijada del mar y la tierra. Y tributo al intenso trabajo con el norte de Europa. A pesar de la mutilación -el retablo permite ver e imaginar lo perdido- la gente trabajando está a la vista. Su mujer, doña Sancha Díaz de Zorita, tiene por fondo el cultivo de la tierra en un prado. Ellos dos y su hijo arrodillados invaden el espacio sacral de la Virgen y el Niño. Una osadía el convivir con la divinidad en tan estrecha proximidad. Esto lo hizo posible el Renacimiento por la confianza del hombre en su ser. No en otros trípticos del mismo pintor donde los donantes están desplazados a las puertas con sus santos protectores. El tríptico es estampa viva de nuestra historia. No es necesario entrar en noticias de la historia de Canarias. No estamos lejos de la conquista. Hacía muy poco que había muerto Fernando el Católico y Carlos V es emperador. En esta encrucijada vive el hacendado canario del puerto de Agaete", relató el pregonero.

"En pocos puntos del imperio se produjo una riqueza mercantil en provecho de la pintura", afirmó. "Esto hizo posible la importación del tríptico de Joos van Cleve. Vasari dijo que había visitado España. Es una tesis sin base, pero que vincula al pintor con la península, ignorando que la prueba más consistente está en este retablo importado a Agaete por Antón Cerezo".

Díaz opina que "este tríptico dice mucho más. Rebasa el espacio artístico para abrirse a la economía, la sociología y la historia. Lo que ha llegado a nosotros hasta ahora no es mucho. Son los restos después de guerras y el paso del tiempo. Viene a mi mente la destrucción de la antigua catedral arrasada por las huestes de Pieter Van der Does. ¿Qué habría allí? Estoy seguro que estaría llena de trípticos y tablas flamencas. Más doloroso es pensar que la calidad sería igual a las que conocemos. Esto no lo explica solo el poderío económico. Es necesaria una sensibilidad exquisita y sin duda la había".

"No conozco ningún lugar del inmenso imperio español, desde Europa a los Andes y Filipinas, donde se haya producido algo similar a lo que ocurrió en estas islas a miles de millas. Tampoco en los archivos fuera del circuito noble. Nadie con la autoridad imperativa de Antón Cerezo pidió traer un retablo de pincel de Flandes", destacó. "Quién iba a imaginar que un señorito de Agaete iba a competir con los más poderosos de la Europa de entonces, con un fabuloso tríptico en dirección al puerto de Agaete en Gran Canaria en competencia con Francisco I, Enrique VIII, Maximiliano de Austria y el Emperador. Esto es tan sorprendente como la pintura a que hemos dedicado este pregón. Una pintura que arrastra tras sí sensibilidad y poderío en tiempos difíciles de la conquista", señaló ayer Díaz.

"Veo que por estos tiempos la isla no fue solo receptora de riqueza. Tuvo respuesta equitativa en intercambio de igual a igual. El vino y el azúcar lo necesitaba Europa. No hay duda que la isla ofrecía algo más que sol y playa. Esto pudo recordarse en aras a la capitalidad cultural europea en competencia, olvidando que ninguna región de España estuvo tan comprometida en su historia con la vieja Europa como estas islas en costas africanas", sentenció el pregonero en el Huerto de las Flores.