Una serpenteante marabunta humana formada por más de 3.000 personas bajó ayer tarde en volandas a la popular rama de las fiesta guiense de Las Marías. El buen tiempo volvió a acompañar en esta nueva edición de unos de los fastos más populares del noroeste de la isla, y ni siquiera la necesidad de cobrar el transporte organizado en guagua desde el casco hasta Montaña Vergara -cuestión a la que se ha visto obligada la organización del evento dada la situación actual económica- restó afluencia alguna a una cita que anoche convirtió a la ciudad en un auténtica hervidero de gente en torno a la iglesia y a su plaza anexa.

Al precio de 1,50 euros, 17 guaguas se encargaron de trasladar a los romeros desde primeras de la tarde al comienzo de una empinada ruta que tenía su punto de partida siete kilómetros más arriba. Por encima de las Tres Cruces, donde la vista no alcanza si se observa la jarana desde Lomo de Carne de Agua, los participantes dispusieron su arsenal de bucios, caracolas y tambores para acompañar el descenso de toneladas de ramas de eucalipto, pino y otras especies mientras una interminable comitiva de adolescentes, pertrechados con camisetas serigrafidas de todo tipo, iba anunciando el advenimiento del tenderete.

El grueso de la expedición no alcanzó las inmediaciones del hospital de San Roque hasta que el reloj marcó las ocho de la noche. Pero no fue una cuestión de parsimonia, sino de avalancha de participantes, lo que hizo que la fiesta se extendiese por tantas horas.

Junto al citado recinto le dieron la bienvenida al grupo un equipo de papagüevos que subió aún varios decibelios más el guineo que todos se traían. Por ahí ya había pasado un par de horas antes Francisco Díaz, uno de los 22 mayordomos de Las Marías, quien a sus 55 años cumplía "al menos 15" en ese cometido y que barruntaba una velada intensa ante tanta tropa.

Díaz, que también tenía a media familia metida en el sarao y a su mujer dándole al tambor, avanzaba posiciones para ayudar a organizar la llegada de los romeros. "Arriba incluso está fresquito", confesaba desde una cuesta de desnivel imposible de describir en Lomo Betancor y que presumía flanqueada de casas con balcones canarios trufados de traperas, planchas de hace dos siglos y atarecos de otro tiempo. Cogiendo algo de resuello, el mayordomo explicaba que a esta popular rama que parece bajar del cielo "viene gente de todas partes de la isla y de Guía que ahora viven en otro sitio y que regresan a su lugar natal por estos días. Aquí participa todo el pueblo".

También se le veía muy animosa en Lomo de Carne del Agua a Mari Carmen López, que haciendo honor al topónimo atendía a los caminantes ofreciendo a coste cero agua con gas y sin gas. "La organización me da 80 botellas y yo también pongo unas cuantas. No me cuesta nada ayudar. De hecho, mi madre fue la que tuvo este detalle en su momento y yo lo he mantenido", apuntaba ante un incesante desfile de eucaliptos andantes.

El pago, lugar de paso por si se quiere subir a Moya y a Artenara desde las inmediaciones, suele ser un remanso de paz durante el año. Cuando llega la rama, todo cambia. Por ese misma zona de avituallamiento se dejaba ver Luis Miguel Arencibia, otro de los mayordomos de la Virgen y el que más armado iba por aquello de transportar en su mochila un pack de voladores del que iba echando mano.

Contento con la respuesta ciudadana, y montando charla en torno a fuegos artificiales, el hombre sugería una visita hoy hasta Guía. "A las cuatro y media de la tarde lanzaremos 320 docenas, pero la fiesta arranca a las ocho, con unas cuantas tracas. Y de ahí hasta la tarde tienes una procesión maravillosa a mediodía, con 23 carretas tiradas por yuntas y otras 12 de asociaciones vecinales. Ah, y mucha gente rindiendo tributo a la virgen con caracolas y tambores", finalizaba.