El gran lienzo de San Antonio de Padua vuelve a su casa, al que fue su refugio durante los últimos cinco siglos. La ermita de este pequeño barrio, a medio camino entre el casco de Telde y La Pardilla, luce desde ayer con todo su esplendor tras una lenta y laboriosa rehabilitación a la que este sábado se le puso el punto y final con un tenderete por todo lo alto. Allí se plantaron la Banda Municipal de Música con sus pasodobles, varias agrupaciones folclóricas, la clase política local con la alcaldesa María del Carmen Castellano al frente, el cronista Antonio María González Padrón, con otra clase magistral de historia al aire libre y, lo más importante, más de 200 vecinos henchidos de satifascción tras ver cómo, por fin, su querida ermita dejaba atrás su estado de abandono.

En la recuperación de esta antiquísima construcción, nacida tras la reconversión de un antiguo oratorio dispuesto en el siglo XVII por la familia Del Castillo Olivares, se han empleado 77.000 euros de las arcas municipales y su propia mano de obra. En los últimos años se había insistido desde el consistorio en la teoría de que la ermita era propiedad del Ayuntamiento, pero ayer saltó desde el atril González Padrón para asegurar -libro del párroco e historiador Pedro Hernánbez Benítez editado en 1968 en mano- que en realidad el pequeño templo seguía siendo propiedad del Obispado por cuanto "lo que le fue concedido a Antonio de la Nuez [miembro de la familia que a principios del siglo XX compró la finca anexa a la ermita y esta misma la estirpe de Cristóbal García del Castillo] fue su patronazgo", no su titularidad física.

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