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Otoño Gran Canaria

Gran Canaria a punto de nieve

A la isla le faltó apenas un grado en la madrugada del viernes para vestirse de blanco en lo más alto de la cumbre - Las lluvias volvieron a caer serenas sin caideros ni aspavientos

El siberiano Kosta ayer, en el autobar de Ernesto Martín. JOSÉ CARLOS GUERRA

Doce del mediodía en el Pozo de Las Nieves del tercer día borrascoso de noviembre. El termómetro se está recuperando poco a poco del taponazo de la noche anterior y ya va espabilando a cuatro grados centígrados, aún a punto de copo.

Kosta Stromberger observa la mercancía del autobar de Ernesto Martín, que lleva allí apostado desde las nueve y media de la mañana despachando embutido todo él en un ropero completo de jerseyes, rebecas, abrigos, gorros y bufandas. Stromberger lo observa con la curiosidad del ornitólogo que descubre un pingüino en Timanfaya, al fin y al cabo, para el siberiano Kosta, "esto no es frío ni es nada".

A la misma hora de ayer en Siberia, en la ciudad de Noril'sk, andaban por 28 grados bajo cero, había niebla con escarcha, y tampoco estaba del todo malo porque el viento era moderado. De ahí que Kosta no es que no tuviera frío, sino que en el Pozo de las Nieves estaba viviendo su propia ola de calor y si no lo pidió nada a Ernesto es porque no tenía cornetos.

Pero el isleño sí que pasaba frío: un pelete integral. Y los plátanos también. En una bandeja estaban rígidos, duros como vigas, y la taza de chocolate caliente aparentaba el vapor de una locomotora por el efecto convectivo.

Con este panorama se acercaban apenas algunos valientes de la tierra en busca de nieve. Muy pocos: "Hasta ahora unos seis o siete", que se llevaban un chasco al llegar arriba". Los propios extranjeros que en guaguas que llegaban a la azotea de la isla y no eran de Siberia se ponían al oreo solo minutos para asocarse en el transporte después de sacarle una foto a la neblina, aprovechando el paréntesis que dejaban los chubascos que se sucedían uno tras otro, pero serenos. Muy serenos.

Tan serenos como Cristóbal Suárez Quintana, de 70 años, nacido y criado a la vera de la iglesia de Tejeda y que se tomaba un refrigerio ayer en el bar Roque Nublo de la localidad. Tampoco era frío ni era nada para Suárez Quintana. Es cierto que la temperatura en el pueblo no guardaba ningún parecido con la de arriba. Fuera caía otro baldillo momentáneo, pero "para lluvias, amigo, las de antes".

Cristóbal, antiguo marchante de ganado y cultivador del calabacín, la papa, el millo, la judía y la calabaza, no apela al cambio climático sino a la vida anterior a la construcción de los canales y túneles de desvío que mermó en Tejeda la captación de aguas para la mejora de otras cuencas.

Era la Tejeda huerta y la Tejeda de ganado de hace unos 30 años, calcula a ojo. "Todos los domingos había feria que eran de mucha fama abajo, en San Mateo, y los ganaderos, como Santiago El Grillo, Juan Santana o Rafael Ruiz iban desde toda la isla, desde Tasartico a Arucas, con fajos de billetes gordos, algunos con tres carteras encima. Y ahí si que rentaban las lluvias..., y los animales. Por una buena vaca de la tierra de 20 litros de leche al día, 200.000 pesetas".

Cazadores de caideros

Por detrás de la Trasierra en su lado sur se expande la cuenca que preside el Bentayga rezumando entre brumas, pero sin terminar de reventar. Lo mismo sale el sol que le llega detrás una cortina de garujas sostenidas. Como ni arranca, ni deja de arrancar cualquier charco a efectos fotográficos se convierte en un lago Titicaca.

Borrasca sobre Canarias:

Yazmina Morales, de Firgas, y Octavio León, de Valleseco, son cazadores de caideros. Salieron temprano de Arucas y reportan un granizo mañanero en el Pico del Gorro, en la zona de Los Pechos. Allí estuvieron tanteando a ver si terminaba en nieve, que no fue, van informando mientras se sacan unas fotos en una cascadilla en fase parvularia, y ponen la furgoneta proa al barranco de Tejeda, donde el Rinconcito. Yazmina y Octavio apuntan que será ahí donde cojan un buen rebumbio. Pero, una vez allí, tampoco.

Algo parecido le pasaba a Miriam Rodríguez, que capitaneaba ayer la barra del Bar Casa Melo de Ayacata. El día anterior hubo meneo, pero debe ser que el agua, cuando es solo agua, espanta.

"Igual están asustados", barrunta delante de los tres únicos valientes del día, el palmero Eduardo, la galdense Eli Montesdeoca, y el satauteño Alejando Betes, un mixturado archipielágico calentando los pomos con brebajes y algo de comistraje, mientras los calderos cargados de cane cabra, cochino, sopa de pollo y potaje de lentejas preparados para la potencial avalancha de personas, se mueren de risa solos en la cocina.

Dos truenos, dos

En zona de cumbres se apuntaba a una posible causa el desalamiento de la noche anterior. Especialmente en la banda norte donde cayeron rayos, algunos de considerable efecto despertador justo a mitad de noche, cuando el REM del sueño profundo entra en tercera fase.

Una de las 'olas' de tormenta entraba sobre las cuatro de la mañana por Agaete tronando sin avisar hasta que en Arucas, a las lindes de las cinco de la mañana, dos rayos implosionaron la atmósfera como si no hubiera mañana.

También en Firgas, además del concierto eléctrico, corría de golpe la calle principal, convirtiendo la vía en un afluente del río de La Virgen. Más allá en La Aldea de San Nicolás, el barranco que se había aburrido el jueves volvió a enralarse para acrecentar La Charca, que cogió por momentos dimensiones de charco olímpico. Lo mismo en ocurría en Gáldar, con su cauce espabilando a primeras horas del día.

De regreso a las alturas en su vertiente sur y a medida que pasaban las primeras horas de la tarde se iban también amorozando los pequeños afluentes que llevan a las presas de Chira, de Las Niñas y Soria. No eran caudales que no se pudieran brincar, pero el guineo de cuatro jornadas, con la de hoy, aportando agua a gota a gota se convierten en miles de horas de riego que el Consejo Insular de Aguas medirá la próxima semana.

Hasta entonces el dato fresco del día de ayer lo ponía Teror, con 26,8 litros recogidos hasta las cinco de la tarde, y que supone la máxima precipitación de la jornada en Gran Canaria, seguidos por los 13,2 de Valleseco; los 11,6 de la Vega de San Mateo; y los 9,4 litros por metro cuadrado en Arucas.

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