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Ingenio Fiesta de la Candelaria

"Corre, que se enfría la Virgen"

La lluvia y el viento de Ingenio amenazan con suspender la procesión de la Candelaria

"Corre, que se enfría la Virgen" SANTI BLANCO

A la Virgen de La Candelaria no le aguó ayer la fiesta el viento frío del Sureste, ni tan siquiera la llovizna que empapó a los más de 2.000 feligreses que acudieron a Ingenio para acompañar a la patrona del municipio en su recorrido por las principales calles del casco en su día grande. "Corre, corre, que se enfría" la imagen, repetían algunos devotos. Las hermanas Rodríguez acuden a la procesión "de punta en blanco", como les enseñó su madre, y con la sopa de garbanzos preparada para consolar la nostalgia que despiertan unos fastos que se celebraban sobre "tierra" en la plaza bajo la atenta mirada del patriarca. La feria de animales, que incluyó una colección colorida de aves, reunió a 35 ganaderos.

A finales de los años 50, "cuando el General Franco concedía préstamos a fondo perdido para que las familias numerosas del país tuvieran una vivienda", la misa por el Día de La Candelaria se celebrara a las 06.00 horas. Vestidas con sus mejores galas y con una "taza de hierbaluisa en el estómago", las cuatro hijas de Miguel Rodríguez, vendedor de cochinilla de Ingenio, acudían a la cita anual tras trabajar en los almacenes de tomates de Don Julián toda la noche.

"Mi madre nos llevaba a la iglesia, mientras mi tía se quedaba en casa preparando la comida, ropa vieja casi siempre, aunque nosotras la hemos sustituido con los años por una sopa de carne y garbanzos que nunca falla este día para combatir el frío", explica con una sonrisa Juana Rodríguez, la hija mayor de la estirpe, al tiempo que avanza junto a sus dos hermanas, María Jesús y María Dolores, en la procesión de la patrona.

Desde pequeñitas, a petición de su madre Candelaria, acostumbran a dar un donativo al templo para que el trono de la imagen salga a la calle engramillado de "lirios" o "flores que realcen la belleza" de la Virgen. "Ayer fuimos al cementerio a ponerle rosas a mi madre, por su día, y hoy estamos aquí porque el recorrido de las calles nos trae a la mente muchos recuerdos entrañables", confiesa Rodríguez.

Desde lavarse la cabeza con jabón de lagarto con el agua que corría por las inmediaciones de la casa, de la calle Hija de Cuba en la nacieron, hasta limpiar los colchones de paja en los que dormían o entonar el Cara al sol frente a la Cruz de los Caídos, en la plazoleta del Puente.

"Aquí aprendimos a calar manteles, uno por día, que luego vendíamos a cinco duros, en casa de Aurora. Nadie podía levantarse de la mesa hasta que estuviera el trabajo terminado", recuerda María Jesús por la calle Párroco Juan Ramírez. De sus años mozos, las Rodríguez recuerdan bailar en la plaza de La Candelaria, pisando "tierra" bajo el acecho de un guardia que puntual como los británicos a las 21.00 horas las mandaba a casa por orden de su padre.

Era la época de los pretendientes, de los bailes en el casino del puente y de los talleres de costura en la Sección Femenina. O del arte de hacer cestas con hoja de palma, que a día de hoy todavía realiza el primo Pepe Rodríguez en su casa de la calle Calvo Sotelo, desde la que se roció ayer a la virgen con pétalos de rosas.

Las fiestas de La Candelaria no solo sienta en la misma mesa a familias del municipio que hace tiempo que no coinciden, sino que además pone en valor oficios, como el de cochinero, prácticamente desaparecidos en la actualidad. "Mi padre Donato solía vender las crías de cochino negro, cobijadas en serones, sobre los lomos de un burro por la Isla", desvela Miguel Rivero, ganadero de El Sequero, en la feria de animales. A escasos metros de distancia, su nieto de 11 años se encarga de vigilar a las cuatro crías de cochino que trajo a la muestra. "Mi preferido es El Barraco, porque aunque pese cerca de 150 kilos, me hace caso cuando lo paseo por las calles de Ingenio", asegura el pequeño, ataviado de pies a cabeza como un verdadero ganadero y añade: "Incluso la gente para el coche para saludarme y preguntarme por el cochino", bajo la mirada de orgullo del abuelo.

Pocas ferias de animales incluyen aves exóticas en su repertorio. El joven Luis Álvarez trajo de su finca en La Pasadilla un pato Mandarín, de origen francés, otro Carolina de Polonia, una oca y varias gallinas atípicas, en las que destacó una "bola de pelo" de origen japonés. "¿Y esa gallina pone huevos?", pregunta Candelaria Silva en compañía de su pareja, que decidieron dar "un paseo desde Telde a Ingenio para celebrar su día". "Es tan peluda la gallina que dan ganas de llevársela a casa para acurrucarse con ella en el sofá", matiza la visitante. El colorido de las plumas de los faisanes de Manolo y la belleza de los ponis, con quitrín incluido, de Francisco Ramínez, eclipsaron a la pareja de visitantes. "¡Esto sí es una feria de animales y no la de Telde, que recuerdo que en la de San Juan ni siquiera dejaron entrar a un grupo de caballos con ganas de participar!", concluyó Candelaria.

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