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Teror

Las fiestas del Pino, cincuenta años de interés turístico

Manuel Fraga Iribarne en Teror, LP/DLP

Me refiero a Manuel Fraga Iribarne, el por entonces rutilante ministro de Información y Turismo con famas y provechos de renovador entre los hombres del gobierno. No era la primera vez que por aquí recalaba aquel año. En febrero había venido con los marqueses de Villaverde a inaugurar la TVE en estas tierras; en septiembre fue para otra cosa.

Con amplio y nutrido séquito llegó el 13 de ese mes y cogió el portante el 21... una semana que le cundió para mucho. Pateó -literalmente- todas las islas, inauguró el hotel Astoria y el Centro Emisor del Atlántico, constituyó la Comisión Provincial de Información y Turismo de Las Palmas, visitó el Proyecto Gemini de la NASA sureña y el recién iniciado "Maspalomas, costa canaria"; en fin, pudo calar las posibilidades y recursos del Archipiélago para lo que desde el Ministerio se preveía en los años siguientes, y lo hizo dejando buen regusto entre los políticos, empresarios y pueblos isleños... e imágenes tan "turísticas" como las de toda la política comitiva de chaqueta, corbata negra y sombrero, de paseo inestable sobre las arenas y taliscos de Maspalomas, en un día de calojera de los que rajan las piedras.

También aquí dejó concertados temas que irían dando consecuencias los meses siguientes. El que en este escrito tratamos y tiene a la Villa Mariana de celebración y efeméride tuvo una rápida ejecución. Tan sólo unos días después de partir hacia Madrid, el 30 de septiembre de 1964, una Orden del Ministerio (publicada en el BOE al mes siguiente) creaba la denominación honorífica de "Fiesta de Interés Turístico", reconociendo que tal mérito se creaba ya que "uno de los atractivos de mayor raigambre y realce que ofrece España a los extranjeros que la visitan, así como a los propios nacionales, lo forma el amplio panorama de fiestas, de variada índole, que se desarrolla en nuestro suelo a lo largo del año" y con ello canalizar debidamente este aspecto del turismo y resaltar su importancia para justificado agrado de aquellos pueblos que las celebraban. Y además, todo debe decirse, el artículo sexto enunciaba tal declaración como requisito indispensable para poder optar a la concesión de subvenciones del Ministerio de Información y Turismo y la Mariana Villa siempre ha estado presta a buscar los teneres para poder arrejundir en sus cosas. Ya que la Orden establecía el previo acuerdo de la Corporación por el Ayuntamiento correspondiente y solicitud por instancia argumentada elevada al Ministerio, haciendo constar: fecha o época del origen de la fiesta o acontecimiento, historia resumida de su institución y desarrollo, descripción de los actos que componen la fiesta o acontecimiento en la época actual, etc., en Teror se encargó el argumentario a don Florencio Rodríguez, coadjutor de la Parroquia terorense y hombre ducho en aquellos años en materia de historias del Pino.

Como hombre de sotana, su informe -que tituló "Sucinta relación-exposición de méritos y valores que concurren en las Fiestas de Nuestra Señora del Pino, Patrona de Canarias..." y que de sucinta no tenía nada- lo dirigió hacia asuntos de religión, construcciones de templos, visitas de ministros y generales y no tanto hacia los valores que la fiesta del Pino pudiese tener para un visitante de la extranjería. Debe aclararse que el acto más llamativo cara a tales posibles visitantes festivos era entonces -y creo que ahora- la Romería Ofrenda de la Víspera, que no contaba en 1964 más que con 12 años de andadura y que aquel año, entre las excomuniones de Pildain hacia todos los políticos implicados "culpables" de la inauguración de la Casa Museo dedicada al insigne Benito Pérez Galdós que no pudieron venir oficialmente a las solemnidades, la prohibición del estreno del Manto Azul del Cabildo, la ausencia del mismo obispo por haberse trasladado a Roma con motivo del Vaticano II, los esparcimientos y júbilos de la Fiesta del Pino quedaron en las manos del pueblo, casi exclusivamente. Ayer como hoy como siempre.

La poca solidez de los argumentos no debió importar porque los tratos se llevaban en los despachos. Por ello, el 8 de julio de 1965 la Subsecretaría de Turismo concedió la denominación de "Fiesta de Interés Turístico" a las de Nuestra Señora del Pino, conjuntamente con otras varias, como la de la Octava del Corpus y la Romería de San Isidro de la Villa de La Orotava, en Tenerife.

De que la cuestión agradó tanto aquí como en la capital dejaron constancia los agradecimientos remitidos desde el Ayuntamiento terorense, presidido por don Manuel Ortega Suárez, tanto como los que éste recibió desde Madrid. El telegrama de Fraga le felicitaba directamente; otros como el ingeniero y director general de Promoción del Turismo, don Juan de Arespacochaga y de Felipe, remitió una carta en la que, comunicándole la concesión, le expresaba asimismo su "satisfacción por la reciente declaración de interés turístico de la fiesta de Nuestra Señora del Pino de esa localidad. Felicitándole cariñosamente."

Que las fiestas no fueron mejores ni más atractivas para los turistas por tal burocracia queda claro, pero también es verdad que el contento hizo que el Cabildo se implicara un poco más e invirtiera sus recursos de todo tipo para "hacerlas bonitas" al ojo de fuera: camellos desde las tierras del Conde, decoraciones de claro tinte andaluz -obra del genio de Santiago Santana-, subvenciones, restauraciones de templo y plaza... llegaron en los siguientes años, puede ser que todo rodado y relacionado.

Cierro estas letras con un tema nunca cerrado, que se agravó cuando las transferencias dejaron en manos canarias estas "denominaciones honoríficas".

El Pino no fue nunca de "interés turístico nacional" ya que esta categoría, conjuntamente con la del "interés internacional", fueron creadas en 1979 para concordar las competencias de los ministerios con toda la situación de transformación política que vivía el país.

Una asignatura pendiente que se retoma este año con motivo del cincuentenario, y que -a las pruebas me remito- no servirá de nada aunque se consiga, si junto a ella no hay una profunda y ya necesaria reconversión del sentido recóndito y preciso de la fiesta de Na Sa de Terore.

Bastaría una escueta recuperación de lo simple, que es siempre lo más atractivo y lo que más puede embelesar e "interesar" tanto a un teldense como a una sueca.

¿O no es verdad que la fiesta verdadera, la más hermosa y profunda, la más parrandeada, comienza cuando las cámaras de televisión acaban su retransmisión?

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