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Entrevista. Sociólogo

Antonio Cerpa: "Temisas pasó de estar abandonado a ser un pueblo con dignidad en 1971"

"Primero recuperamos la autoestima de la gente y vimos que con trabajo podíamos lograr nuestras metas", señala el autor del texto que refleja la lucha en esta localidad

Antonio Cerpa, autor de 'La dignidad conquistada. Temisas 1968-1971'. J. C. CASTRO

¿Por qué el título de Dignidad conquistada

El título resume lo que conseguimos. Temisas era un pueblo absolutamente sometido, aplastado, sin prácticamente respeto hacia si mismo, ni respeto de los demás hacia ellos. Y lo más importante era intentar recuperar la autoestima, que yo la defino como dignidad. Antes de hacer nada, lo importante era que nos sintiéramos dignos.

¿Cómo era Temisas en 1968?

Entré un poco asustado. Era la primera vez que salía a una cosa así y me sentí muy responsabilizado. Fue tremendo descubrir la situación física del pueblo. No habían carreteras. Solo pistas de tierra y caminos llenos de piedras. Había un estado de abandono absoluto y una tristeza en la mirada de la gente grandísima. No había agua. El Ayuntamiento había prometido la luz y no venía ni había proyectos para que viniera. Era todo una mentira. Los médicos no querían venir porque tenían miedo cuando estaban las carreteras embarradas tras llover. El cura no iba en los entierros hasta el cementerio porque se caía.

De 1968 a 1971 se produjo toda una revolución vecinal.

Sí. Fue demasiado. Siempre he tenido cierta facilidad para el contacto con la gente. Intenté crearme la confianza de la gente y dejarme querer por ellos. Cuando les hablaba de cambiar el pueblo, la sensación era de derrota absoluta: "esto es imposible. Aquí no se puede hacer nada". Esa era la actitud fatalista de la vida y de la historia. Pero siempre he sido soñador y creído que si nos poníamos a buscar las cosas las íbamos a conseguir.

¿Cómo lo logró?

Recuperando la autoestima de la gente, que descubrieran que valen tanto como las de Agüimes, Ingenio, Carrizal y Telde. Simplemente no han tenido oportunidades y han estado abandonados. Primero montamos un torneo de cesta y puntos. Si lográbamos que los niños fueran capaces de competir a un nivel digno con el resto de los grandes pueblos, daríamos un paso grandísimo. Pero yo quería que ganáramos, porque así sus padres pensarían que no solo no eran menos listos que los otros, sino que con trabajo cualquier cosa se puede conseguir. Que lo que hace falta es tener oportunidades para hacer lo que se quiere hacer.

¿En qué consistió el juego?

Hice un cuestionario de mil preguntas con mil respuestas cerradas y las envié a todos los ayuntamientos. Los otros niños iban un poco de gallitos, pero los de Temisas durante todo ese tiempo estudiábamos y cuando vi que lo sabíamos todo dije adelante. El primero fue entre Temisas y Carrizal. Y Temisas ganó al igual que con Ingenio, Vecindario, Agüimes y Telde. Los niños descubrieron que eran tan importante como cualquiera y los padres también.

¿Y eso posibilitó que se unieran para hacer carreteras?

Primero, a hacer asambleas, que en aquella época estaban prohibidas. Vimos los problemas, planteábamos las soluciones y distribuíamos las responsabilidades. Todos los sábados durante tres años. Y así hicimos el dispensario médico, las carreteras, caminos, el centro cultural, una biblioteca infantil, un parque infantil. Logramos maestras de párvulo, escuela de adultos y un periódico. Y la gente iba tomando conciencia política y exigía a los políticos y a las instituciones. Y se fue creando el movimiento revolucionario. La gente era feliz y alegre porque estaba contenta con las cosas que había conseguido, porque en aquel tiempo dejaba lo suyo para ocuparse de los hechos comunitarios.

¿A qué se debió la implicación del pueblo?

Creyeron en mí al ver que no les engañaba. Al ser un pueblo pobre, lo primero que hice fue quitar las huchas de la iglesia, no pasar el cepillo y no cobrar por ningún sacramento. Yo me había hecho cura para ayudar a la gente, para estar con los pobres y compartir lo que gratuitamente había recibido.

¿Por qué le expulsaron la Diócesis y el Gobierno Civil?

De un día para otro me dijeron "sal del pueblo, muebles incluidos y no vayas más al instituto". Eso me lo dijo el Obispado, el Gobierno Civil no podía hacer nada, aunque hubo presiones. El obispo en el fondo a mí me tenía afecto.

¿A dónde le mandaron?

No me dieron destino. Me fui a Madrid a estudiar Sociología porque mi idea era venir a trabajar aquí para montar cooperativas de agricultores y de artesanos. Al cabo de un tiempo vi que no pintaba nada allí. Me hice cura para esto y no necesito ser cura para ayudar a la gente y me secularicé en 1973. Y lo primero que hice fue venir a Temisas y decírselo al pueblo.

¿Cómo reaccionó el pueblo?

Me dijeron: "Don Antonio le hacemos una casa para que se venga aquí cuando quiera". Que eso lo haga un pueblo tan tradicional es tremendo. Descubrieron que la dignidad está por encima de todo, de la religiosidad y del evangelio.

¿Qué acogida tuvo en la presentación de su libro?

Muy emocionante. Para mí era muy importante estar acompañado por Antonio [Morales] y Miguel [Jiménez], que fue mi gran colaborador y ha llevado el testigo hasta ahora. Valoro mucho su tenacidad y su honradez.

¿Por qué esa vinculación con Temisas después de tantos años?

Porque yo amé y amo a Temisas. Temisas me dio otra visión de la gente y del Evangelio. Le debo seguramente más de lo que Temisas me debiera a mí.

¿Cómo ve Temisas ahora?

Físicamente preciosa. Pero, triste porque la población ha envejecido mucho. Apenas hay niños. Me gustaría que recuperara otra vez las posibilidades para vivir. Yo les invito a que siga soñando y a que pelee por lo que sueña.

¿Por qué eligió a Antonio Morales como prologuista?

Porque le tengo un respecto infinito. Siempre he dicho que no existe otro político más importante en España de la altura intelectual y moral. Vivo estas elecciones como nunca en mi vida. Vengo de la dictadura y las elecciones para mí eran un día de fiesta, que se ha ido apagando. Pero, si Antonio llega a ser presidente, yo tiro voladores.

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