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Memorias (y 4)

"Cuando entré en la UVI me advirtieron que era muy difícil que escapara"

"Te recomiendan que te ayude un psiquiatra y el mejor psiquiatra es uno mismo", explica José Martín Ramos, el rostro de TVE en Canarias

A pesar de haber tenido una vida laboral muy intensa durante 45 años, han sido los cinco últimos los más difíciles para Pepe Martín Ramos, en este caso ya no como periodista sin como paciente esperando por un corazón que ya le han trasplantado con éxito. La espera pareció eterna, pero hoy al menos puede contar que está viviendo "una prórroga en mi vida", como él mismo dice.

"Cuando me ingresaron dos veces en 2010 en la UVI ya me advirtieron que era muy difícil que escapara. De hecho he tenido mucha suerte en esta segunda vida que estoy teniendo de propina porque el tercer infarto me dio en la UVI. Yo me salvé dos veces, una aquí y otra en Madrid".

"A mí me da el primer infarto en mi casa en 2010 y estaba solo. Yo noté un dolor muy fuerte como si me estuviera cortando un serrucho. Como había leído un libro, cogí la cartilla, las llaves y el móvil y me voy donde vive mi hermana, que vive al lado. Logro llegar sudando, me derrumbo y me caigo en el sillón. No me podía mover en ninguna dirección".

"Allí me dio el primero, pero una sobrina localiza una ambulancia medicalizada que casualmente iba a traer a una señora a Bandama. Si no llega a ser medicalizada tampoco lo cuento. Tal fue la suerte que en vez de llevarme al centro de salud me trajeron directamente al Negrín porque el médico se dio cuenta de la gravedad. En urgencias me dio el segundo infarto, perdí el conocimiento y me subieron directamente a la UVI. Allí me dio el tercer infarto. Fue una suerte que me diera allí porque si no la palmo".

"Luego voy a Madrid, te hacen todo tipo de exámenes y pruebas. Tras esa parafernalia me dicen que las posibilidades de subsistencia son del 60%. Me aseguran que no me garantizan más. Luego tienes que afrontarlo con los once meses que te quedas esperando, mirando todos los días la pizarra para ver si aparece tu nombre. Y los ocho meses que te quedabas pegado al móvil mirando la pantalla a ver si suena una llamada del hospital para avisarte. Me pegué en Madrid ocho meses sin poder moverme, no podía ir ni a Chinchón. Tenía que estar siempre a menos de quince minutos del hospital 12 de Octubre".

"Te dan una ayuda para pagar el piso pero no te da para cubrir el alquiler. Te alquilan el piso pero los dueños de la vivienda son astutos porque el agua, la luz y el gas son aparte. Además, tienes que comer y estar acompañado, con lo cual tienes que pagar tú los suplementos. Al final el enfermo tiene que estar manteniendo dos casas: la tuya y la de Madrid".

"Aquí te dan los billetes de avión y 50 euros. Con ese dinero tienes que almorzar, cenar, tomarte ocho pastillas, ir el día anterior porque te tienen que hacer la analítica, dormir, desayunar y de nuevo comer antes de volver. Con la factura que te dan en el hotel vas al Servicio Canario de la Salud, que dicta una resolución cuando lo considera, te mandan una carta al mes y te ingresan si te conceden la ayuda. Luego te pagan con seis meses de retraso".

"Lo de Madrid fue a cara o cruz. Cuando llegó la cardióloga dijo: aquí no hay nada que hacer; o se hace el trasplante o se tiene que ir. No sabes lo que es ir caminando cada día por el pasillo del hospital y ver en el tablón las noticias sobre si hay o no donante para ti, que además tiene que cumplir unas condiciones específicas: tiene que tener diez kilos de peso más que yo, diez años menos, su sangre tiene que ser compatible con la mía. Y apareció a los ocho meses. Me quedé en blanco, me eché a correr hacia el hospital con una zapatilla, me caí en la puerta y me hice un Cristo. Y luego las heridas me duraron un montón porque me estaba dando Sintrom".

"Yo lo pasé muy mal. Cuando me metieron por segunda vez en la UVI yo lo vi muy difícil ya. Yo creí que no salía de esa, estaba convencido. Le eché mucho valor, según me dijo la doctora, porque estuve lleno de mangueras dos meses en la cama sin poder moverme, con lo cual no podía levantarme, tenía que ir en silla de ruedas".

"Empecé a llorar lagrimones, no podía caminar, me llevaban a las barras, con fatigas. Al final pude pasar echando valor. Me dijeron que le había echado unos huevos de cojones. No hay ningún secreto, no había otra: o ese camino o ninguno. Cuando entré en el quirófano estaba claro que era a cara o cruz. Allí me podía haber quedado como se han quedado muchos, que no lo han podido contar".

"Me desperté y había sido tanta la anestesia que me dijeron que estuve dos días descansando. Te meten en una urna donde nadie puede tocarte y luego te vas despertando poco a poco, pero se pasa muy mal porque empiezas a pensar disparates. La mente se disloca. Te empiezan a preguntar cómo te llamas por si has perdido la noción, qué libros has leído, qué médicos te han atendido. Te hacen exámenes cada momento, pero se pasa mal. No es ninguna valentía, es la única opción".

"Me ponen como ejemplo de constancia, de lucha, pero es que hay otros que no han querido luchar, que se han rendido. Me dijeron que había cumplido a rajatabla el tratamiento. Es el ejemplo que ellos ponen. Yo la verdad no me he salido del tratamiento ni de coña. Ahora ya me puedo salir pero con moderación. Yo fui totalmente disciplinado".

"Ellos no te dicen de dónde viene el corazón, de qué persona. No te dicen quién es el donante. Sé que es de Madrid para arriba, hasta el norte, pero nada más. La persona tiene que pesar al menos diez kilos más que yo y por lo menos tener diez años menos que yo. Para que aguante. Y eso limita la búsqueda. Lo único que me pudieron decir, por la ley de protección de datos, es que el corazón lo trajeron en helicóptero".

"El día 4 estaba solo en el apartamento, sonó el teléfono y me avisaron que fuera al hospital porque tenían un corazón para mí. Hacía un calor que rajaba las piedras en pleno verano madrileño. Me caí, me rocé todas las piernas y al llegar allí estaba tan nervioso que las enfermeras me tuvieron que duchar y vestir. Yo estuve viviendo con ellas allí cuatro meses antes y también después".

"Tenemos que concienciar en Canarias a la gente de lo importante que es la donación. Donar es salvar vidas. Si no es por la donación yo no estaría aquí, y como yo tanta gente. Allí hay mucha gente de Canarias que se puede salvar igual que yo. Como de otras comunidades. En Tenerife están muy bien organizados, pero en Las Palmas no. Es importante sensibilizar a la gente. La Cruz Roja hace una excelente labor. En transfusiones de sangre la Cruz Roja en Madrid en el 12 de Octubre es la leche. Allí hay muchos voluntarios a pie de obra. La labor de concienciar es terrible".

"Sé que estoy en una nueva vida, viviendo de propina. Tengo claro que estoy viviendo una prórroga. Mis últimos cinco años han sido una propina. La gente te pregunta. Porque luego tienes que aguantar la carga emocional. La gente se entera que eres trasplantado y te viene a contar su problema, pensando que tú le puedes dar ánimos".

"El otro día fui al entierro de Chano Viera, mi íntimo amigo que estuvo conmigo en Madrid un mes y pico y que se murió casi de repente. Y llega un tío y me dice: ah, coño, yo pensaba que el que estaba en el cajón eras tú. La gente no tiene sentido de la medida. El tipo que iba conmigo todos los meses a Madrid porque se operó el mismo día que yo, uno de Cruce de Arinaga que lo trasplantaron el mismo día que yo, murió el otro viernes. Todo eso te va influyendo y afectando".

"Si tú no te empiezas a mentalizar de todo eso, no vives. Porque además vivir cuatro meses solo en un hospital fuera de tu tierra y solo oír los alaridos de la gente, sales y ves otro mundo. Y luego ves la gente que en teoría tendría que apoyarte y lo que hace es putearte. Entonces piensas que vives en otro mundo, el mundo al revés. Al final sales adelante gracias a los amigos porque la familia y los amigos de conveniencia actúan como la cabra: mientras da leche, bien, y si no vendemos la cabra. A veces son más importantes los amigos que los familiares, que te vienen en el lote".

"Esto tiene unos inconvenientes, subidas y bajadas. Si no estás mentalizado estás perdido. He tenido que estar un año pendiente para que me autoricen, he estado un año sin conducir, sin estar en contacto con los animales, sin poder ir a ningún sitio. Me ha cambiado la vida completamente. Tengo perros, por lo cual no puedo entrar en mi propia casa. Todo esto te condiciona. Es muy duro".

"Si vuelvo la vista atrás estaría hundido en el subsuelo. Yo estuve 50 días en el Negrín esperando a ver qué hacían conmigo, para ver si me operaban de un bypass trifásico. Al final me operaron y empeoró todo. Todos los que estuvieron conmigo en la habitación murieron. Todo eso te convierte en otra persona. Yo me he pasado navidades, fines de año y todas esas fiestas en los hospitales. Aquí en el Negrín al menos conocías a gente por su nombre. En el 12 de Octubre no conocías a nadie y en aquellos hospitales todo es un laberinto. El pasillo es larguísimo".

"Ellos te recomiendan que te ayude un psiquiatra, pero yo pienso que el mejor psiquiatra es uno mismo".

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