La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

San Bartolomé de Tirajana

La ruta de Ayagaures atrae al turista

Una cueva del barranco esconde un féretro con el que los vecinos transportaban a los muertos hasta Tirajana

Las agujas del reloj se pararon hace un siglo en una de las cuevas del barranco de Ayagaures. En el interior del recoveco descansa intacto un ataúd que los vecinos utilizaron para trasladar a los muertos desde el cauce hasta el camposantos de Tunte, cuando aún la construcción de la GC-504 era solo una mera utopía. La caja de madera, fabricada con dimensiones para cuerpos de niños, se ha convertido con el paso de los años en una atracción de los safaris que surcan la zona.

Las entrañas del macizo montañoso de Ayagaures guarda con recelo los restos patrimoniales de una tradición que compartieron sus antepasados hasta principios del siglo XX. Solo aquellos que dediquen un minuto de su tiempo a contemplar los orificios de la naturaleza descubrirán una caja de madera escondida a escasos metros de la carretera. Se trata de la llamada "cueva de la caja", donde permanece "desde quién sabe cuándo" un ataúd comunitario. Según cuentan los vecinos, antiguamente los habitantes de esta zona de San Bartolomé de Tirajana destinaban este arcón a la custodia del cuerpo sin vida de las personas que fallecían por los alrededores hasta su sepultura en Tirajana. Pedro Pérez recuerda que en tiempos de sus antecesores no se conocían "ni coches ni carreteras". "No había otro mundo que el que uno llevaba delante" y cuando moría alguien, el resto de los lugareños trasladaban el cadáver sobre una "empalizada" hasta el cementerio más cercano, por aquel entonces Tunte. Probablemente fue el Ayuntamiento, según rescató Pérez, quien dio la orden de dotar a cada barrio del municipio de una o dos cajas de madera, fabricadas para este cometido. Al pago de Ayagaures le tocó dos féretros. Uno para adultos y otro para niños, de los cuales se desconoce el paradero final del primero. "Se habrá quedado en Tunte", entre tanto relevo, vaticina este vecino.

El Camino de los Muertos, nombre que recibe en la actualidad la ruta de senderismo que discurre por este enclave, podía durar hasta cinco horas a pie. Los vecinos que velaban el cadáver a cuestas solían hacer un pequeño "descanso" en las inmediaciones de El Ventoso o antes de llegar al pino de La Lajilla. Allí la marcha fúnebre recobraba fuerzas tras ingerir algo de avituallamiento y cambiaba posiciones "si el cuerpo era pesado". Aquel ritual acabó tras la construcción de la carretera a Tirajana y el cementerio del Pedrazo, ubicado a menos de 10 kilómetros del barranco.

Sin embargo, de aquella práctica ancestral aún se conserva en buen estado la caja que se había reservado para transportar a los niños. Con una estructura en forma de triángulo rectángulo, aproximadamente de metro y medio de largo y 50 centímetros de ancho, el ataúd aún posee hasta las bisagras, parcialmente oxidadas, que habilitan su apertura. Allí, en la misma boca rocosa donde se colocó hace un siglo, resiste ante las inclemencias meteorológicas y las incidencias forestales, como el incendio de 2007 que calcinó los olivos de su entorno pero no llegó a la cavidad.

En los últimos años, las guaguas turísticas y, especialmente, las excursiones de safaris han incluido en su itinerario una parada frente a la cueva de la caja como un atractivo más de esta ruta.

Es tal la tranquilidad que "desde siempre" se ha respirado en este cauce, señala Cristóbal Sánchez desde la asociación de vecinos de Pilancones, quien además de chiquillo se metía a jugar dentro de esta caja, que "realmente a quien hay que tener miedo no es a los muertos, sino más bien a los vivos".

Compartir el artículo

stats