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Pedro Socorro: "Santa Brígida fue el último pueblo de la Isla en proclamar la República"

"Hubo que repetir las elecciones en tres ocasiones ya que en la primera los concejales eran monárquicos", afirma el cronista oficial de la villa satauteña

Pedro Socorro, en la redacción de LA PROVINCIA. LP/DLP

El jueves presenta su nuevo libro sobre la República y la guerra civil en Santa Brígida.

Sí, sobre el golpe y también sobre el espionaje alemán en el Monte y Tafira. El libro está dividido en cuatro partes. La primera parte es sobre cómo era Santa Brígida antes del golpe, en la II República. Cómo era un pueblo eminentemente agrícola donde se impone sobre todo el caciquismo y cómo se acoge la llegada de los nuevos aires y bríos de la República.

¿Qué peculiaridad tiene en esto el municipio satauteño?

Curiosamente Santa Brígida fue el último pueblo de la isla en proclamar la República porque hubo que repetirse las elecciones hasta en tres ocasiones ya que en la primera votación los catorce concejales que salieron eran monárquicos.

¿Todos monárquicos en la República?

Sí. El Gobierno Civil dio entonces instrucciones para repetir las elecciones. Se produjo la curiosa paradoja de que todos los concejales elegidos eran monárquicos.

¿Por qué ha habido tanto monárquico en Santa Brígida?

Hay que tener en cuenta que el rey tuvo un gran peso específico en Santa Brígida porque le había otorgado apenas unos años antes, en 1915, el título de Villa. En 1906, en la primera visita que hace el rey a Gran Canaria, el único sitio que conoce es Santa Brígida ya que fue al hotel Santa Brígida. Ya en 1917 el casino obtiene el título de Real concedido dos años después del título de Villa al municipio.

¿Ya era un municipio dormitorio hace un siglo?

En el municipio de Santa Brígida vivía toda la burguesía rural de la isla. Históricamente ha sido un pueblo residencial por excelencia. No solo ha sido la huerta de la capital, sino también el dormitorio.

¿Siempre ha sido difícil elegir a la corporación?

Hubo que repetirse las elecciones hasta en tres ocasiones porque luego ya fueron elegidos siete socialistas y siete republicanos. Pero cada vez que se hacía la votación secreta salían siete y siete. Entonces el correligionario del representante del Gobierno Civil suspendió la elección y se fue amargado. Eso para que se vea que elegir alcalde de Santa Brígida siempre ha sido difícil.

Parece que es una tradición en la Villa.

Exactamente, pero al final vino y salió elegido un alcalde socialista, ni siquiera republicano.

Su libro empieza con la etapa de la República.

La primera parte del libro va sobre el previo al golpe. Era un municipio de apenas 5.000 habitantes, un pueblo eminentemente rural en el que se trabajaba a destajo y nada se sabía de las mejoras salariales. Allí se trabajaba de sol a sol, no había más comunismo que trabajar la tierra y llevar el sustento a la casa.

Luego sigue con el golpe de Franco.

Luego el segundo capítulo del libro es el golpe en sí, cuántos vecinos fueron detenidos, algo más de una veintena, los vacíos que hay en la memoria. He descubierto que hay mucho engaño y mucha memoria interesada para hacer creer que en Santa Brígida no ocurrió nada.

Hubo detenciones.

Hubo más de veinte detenidos, y algunos de ellos fue porque estaban pasando sus vacaciones de verano ya que el golpe se produjo en julio.

¿Detuvieron a gente conocida?

Casualmente a los dos prologuistas de mi libro, el escritor Luis Junco y el periodista Míchel Jorge Millares, les detuvieron a sus abuelos en Santa Brígida tras el golpe. El novelista Luis Junco es satauteño aunque vive en Madrid y Míchel está vinculado al municipio. Los elegí, además de porque son mis amigos, porque quería empezar con buenas letras. Luego me llevé la sorpresa de que a sus dos abuelos los detuvieron en el pueblo porque estaban pasando sus vacaciones en Santa Brígida.

¿Alguno más?

En aquella época también estaba en Santa Brígida Eduardo Suárez, el diputado comunista que lo acababan de elegir en las Cortes españolas. Descansaba en una casa de La Atalaya. Lo que pasa es que luego lo avisaron y salió a ponerse al frente del único foco de resistencia que hubo delante del Gobierno.

¿Santa Brígida estuvo en las vanguardia democrática?

Santa Brígida siempre ha sido un pueblo tolerante. El primer sindicato de la historia de Santa Brígida se organiza en el barrio de La Angostura, lo que provoca que se llevara el título de la Rusia chica. Allí se creó el primer sindicato agrícola de la historia de las medianías, meses antes del año 36. Luego viene el golpe y detuvieron también al fundador del PSOE en Santa Brígida, Juanito Rodríguez. Lo meten en el campo de concentración y se salva porque al mes hacen un partido muy patriótico en Santa Brígida y lo sacan. Aquí estaba el campo de fútbol de la isla ya que aún no se había construido el Estadio Insular y en el Campo de España hacían reformas. La liga insular se jugaba ahí.

En el libro también habla de Pedro Nolasco Perdomo, el Topo.

Sí, Pedro procedía de Haría, en Lanzarote. Era chófer de guagua y estuvo implicado en un suceso mortal con tres militares el 18 de julio del 36. Estos militares abandonaron su puesto de vigilancia en el Puerto y se fueron a La Isleta, donde estaban en pleno apogeo los primeros movimiento de violencia que se produjeron tras el golpe. Los cogieron un grupo de sindicalistas y gente de izquierda y se produjo un tiroteo donde caen muertos dos militares y el tercero resulta herido. Todos se van de allí y Pedro, que era el mayor de ellos con treinta y pico años, se escondió y se convirtió en un auténtico topo.

Estuvo muchos años escondido.

Se pegó 32 años de su vida escondido bajo tierra en una casa perdida de La Isleta. Ofrecían por su cabeza 2.000 pesetas de la época, que era un dineral. Pero el hombre tuvo la suerte de tener siete hermanas y se pasó la vida de casa en casa escondiéndose de la policía.

Hasta que murieron sus hermanas.

Cuando mueren sus hermanas se viene a La Angostura porque hay un personaje, Juan Massieu, el cacique de la época. Se planta en Santa Brígida porque empezaron a detener a todos los del sindicato agrícola. Muchos de ellos trabajaban en la finca de Juan Massieu, el tío de Lola Massieu. Se reunieron 300 campesinos y se manifestaron frente al Gobierno Civil.

¿Qué más episodios relevantes se produjeron tras el golpe?

En el golpe trato la Cruz de los Caídos. Curiosamente solo ponen 25 nombres pero fue un gran fiasco debido a la memoria interesada. A alguno lo dieron por muerto y cuando lo vieron vivito y coleando en Santa Brígida fueron a borrarlo con pintura. Todavía está allí esa anécdota. Y curiosamente hay diez o doce muertos que no están incluidos porque murieron de meningitis o de heridas de bala en los hospitales. No tuvieron el honor de morir en el campo de batalla.

También habla de la posguerra.

El tercer capítulo está dedicado a la posguerra, a las necesidades que se pasaron en el pueblo. Además de las cartillas de racionamiento, hablo de los espías alemanes. Curiosamente en el bar Alemán, un bar que estaba al lado del bar Bentayga, se reunían alemanes e ingleses y entre ellos se espiaban. Adolf Zipp, en el año 43, es el hombre al que los vecinos más viejos lo recuerdan grabando con un aparato sofisticado para enviar información a su país. Se iba con un coche a la Caldera de Bandama.

Parece un espía de película.

Al principio me pareció una invención, una historia fantástica, pero mi sorpresa fue que repasando el año 43 en el periódico 'La Falange' y el archivo del Cabildo, descubro que se inauguró el merendero con la casa y se lo dan a Adolf Zipp, el espía de los servicios de inteligencia alemanes. Ese año llevaba el bar Alemán, que lo llamaban así porque allí se reunía aquella gente y se cocinaba algo más que en un bar. En el sótano había fabricado una habitación de 120 metros cuadrados, donde tenía una emisora artesanal para comunicarse. Tenía un coche con una gran antena y se iba todos los días al Pico de Bandama, a la Caldera, donde recientemente se ha descubierto un búnker. Nada aquí es casual.

Hubo más espías alemanes en la isla en aquella época.

Sí. También hablo de otros personajes alemanes que se establecieron en Santa Brígida, como el que montó el bazar Electro Moderno en Triana, donde aparece en fotos con la esvástica y el saludo fascista. Más tarde llegó Mano de Hierro, que montó un restaurante en Santa Brígida. Muchos tuvieron que ir a su país cuando empezaron los juicios de Nuremberg.

La parte final del libro está repleto de testimonios de los combatientes.

El último capítulo está formado por entrevistas de la memoria oral de la guerra. Se han hecho a los excombatientes satauteños y alguno de San Mateo a lo largo de los años. Los protagonistas prácticamente han muerto. Ellos cuentan sus batallas, cómo los movilizaron, en qué estaban trabajando cuando estalló la guerra, qué fue lo que pasó exactamente. El libro es un paseo por todo lo ocurrido.

¿Qué enseñanza extrae del período de la guerra y posguerra civil?

Toda guerra es terrible. Es una recuperación de la memoria, que no debemos perder nunca. El libro surgió en la plaza de la iglesia con unas conversaciones con un excombatiente, Salvadorito Santana Navarro, al cual va dedicada la obra. Me sentaba con él a hablar. De sus labios surgió lo de la Rusia chica en La Angostura y a partir de ahí tiramos del hilo para sacar estas historias.

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