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San Bartolomé de Tirajana

La cosecha de albaricoques cae un 70% en San Bartolomé de Tirajana

Las altas temperaturas de este invierno dejan en Tunte una de las peores campañas de la historia

A sus 70 años Vicente Santana, hombre de medianías y presidente de la cooperativa agrícola de Tirajana, nunca había visto "en la vida" una cosecha de albaricoque tan fatídica. De los 240.000 kilos de Prunus que se recogieron el año pasado en la zona alta del municipio, esta campaña que acaba de culminar apenas ha alcanzado los 70.000. San Bartolomé de Tirajana, a pesar de ser el mayor productor de esta fruta en Canarias, vive una de sus peores temporadas de la historia. La ausencia de horas de frío en invierno ha provocado la caída en picado en torno a un 70% de la recolecta. El albaricoque de tipo canino, una de las variedades con mayor tamaño, ha resultado la más perjudicada en el Sur.

Recuerda Santana con nostalgia que por allá por 1985, cuando se constituyó la cooperativa agrícola, los albaricoques se reproducían como setas en las montañas de Tirajana. Siempre a "más de 800 metros sobre el nivel del mar". La tierra daba hasta 300.000 kilos de esta fruta, que en ocasiones se destinaba al envasado de conservas y mermeladas en la fábrica de Intercasa de Juan Grande. Desde hace unos años la producción, cada vez menos generosa, se reduce a la venta "en fresco" de albaricoques tanto en mercados como en grandes superficies comerciales.

"Ahora las cosechas ya no dan para tanto", lamenta el agricultor. "Por dar" ya no cubren "ni los gastos" de abono, agua y transporte que incluye una plantación de este tipo. Este año Santana asegura que ha trabajado "gratis" y eso que la finca es de uso familiar y "a estas alturas" no constituye el ingreso principal de su propietario, porque "si tuviera que vivir de esto, pasaría más hambre que el perro de un pastor", agrega Santana con una carcajada por consuelo.

Uno de los inconvenientes que tiene estar en Tunte en pleno diciembre "en manga corta" es que los árboles frutales y, en concreto los albaricoques, no disfrutan de las horas de frío (entre 300 y 700 aproximadamente) que necesitan para brotar con plena normalidad. Este invierno apenas las temperaturas bajaron de los siete grados que demanda el cultivo para florecer luego en primavera en todo su esplendor. Este año las condiciones climáticas "no han ayudado" y "poco" se puede hacer para la próxima temporada, indica el ingeniero agrícola del Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana, Juan Carlos Gómez, por eso de que la agricultura es como una "lotería" que toca solo cuando ya se tienen todos los "albaricoques recogidos en la caja". Hasta enero no se puede predecir nada, por no mencionar que "un viento o una granizada inesperada en el mes de marzo puede echar a perder a última hora toda la producción", explicó el funcionario.

Al margen de los cambios climáticos, incontrolables por el hombre, Tirajana mima con esmero sus matas de albaricoque. En los últimos años son "cada vez más" los agricultores que participan en los programas que organiza el Cabildo, en colaboración con el ayuntamiento, para promocionar el cultivo. Desde las administraciones se imparten cursos que orientan a los productores sobre riego, abono o poda. Y, sobre todo, se les presta "asistencia técnica" para paliar los efectos del principal enemigo del albaricoque: la Ceratitis capitata o más conocida por los lugareños como la mosca de la fruta. Desde hace tres años la denominada campaña del mosquero, una especie de trampa ecológica que logra atrapar al insecto antes de que se deposite en la fruta, ha logrado salvar gran parte de la producción de las garras de estos bichos.

Las ayudas europeas, que llegan a Tirajana gestionadas por el Gobierno de Canarias en Programas de Opciones Específicas por la Insularidad (Posei) también dan un respiro a los trabajadores del campo, en concreto 18 céntimos por kilo de fruta cosechada, en épocas de vacas flacas. Gracias a este tipo de ayudas el cinturón "ya no aprieta tanto", comenta Santana, que dirige una cooperativa integrada por 120 productores.

Aunque cada vez "quedan menos" agricultores en las medianías de Tirajana y de la Isla, en general. "Ya no hay suficientes personas para cuidar tanto albaricoque", desvela Santana, quien asegura que cuando fallece un productor "se nota" en el paisaje porque también muere disecado un trozo de terreno. El relevo generacional en las tareas de la labranza se presenta como una auténtica amenaza para el sector. "La Isla, por el peso de la gente que habita en la zona baja, se inclina cada vez más a la costa. Y las medianías se quedan vacías. Si no conseguimos motivar a las nuevas generaciones para que se ocupen de las tierras, la agricultura tenderá a desaparecer con el tiempo", vaticina Santana, quien a pesar de no haber nacido en el seno de una familia dedicada a la tierra, siente pasión por cada uno de los 1.500 matos, aproximadamente, que riega en Lomo de Franco.

Desde 2010, cuando la producción se desplomó en un 95%, Tirajana no experimentaba una cosecha tan nefasta de albaricoques. "A ver si lo arregla Rajoy o Sánchez, quién sabe", bromea el agricultor.

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