Adiós a la peligrosísima pero hermosísima carretera entre Agaete y La Aldea. El tramo de la GC-200 conocido como la 'Carretera de las 365 curvas'. Estos días, en La Aldea, los vecinos se debaten entre la necesidad de ver abierta la nueva y moderna vía que une al pueblo con el norte de Gran Canaria y con su capital, el alivio de dejar atrás una vía que se cobró 66 muertes en sus 77 años de existencia y la nostalgia y la pena por dejar atrás la que es sin duda la carretera más bella de Gran Canaria: la carretera que ha condicionado sus vidas durante tres cuartos de siglo, la carretera por la que transitando han llorado, han reído, se han enamorado y han vivido horas y horas a golpe de curvas y volante. Y así es. El 15 de noviembre de 2016, la carretera de La Aldea ha echado el cierre.

La carretera GC-200 se construyó entre los años 1924 y 1954 en cuatro secciones independientes, y es una vía de montaña, larga, sinuosa, de 32 kilómetros, con 700 alineaciones curvas, de las que 300 son de radios cortos, dos túneles y más de 350 obras para salvar los cauces de los barrancos.

Fue a partir de 1939 cuando la carretera de Agaete a La Aldea se estrenaba en un formato muy precario. Las primeras obras comenzaron entre 1924 y 1933 y no fue hasta mediados de los años 50 del pasado siglo XX cuando se dio por concluida. Sin embargo, hasta 1970 esa impresionante y sinuosa vía ni siquiera tenía valla protectora o 'quitamiedos'. Es también a partir de 1970 cuando empieza a asfaltarse.

El caso es que el peligro intrínseco que tuvo esa carretera era también el principal motivo de su extraordinaria belleza paisajística: Un espacio montañoso con dos frentes sobre el mar en acantilados de 200 a 900 metros de altura. Aunque su diseño técnico no admitía discusión, el propio paisaje y su orografía la convertían en una trampa cada vez que llovía y se producían desprendimientos.

Sin embargo, la obligada prudencia que siempre hubo que adoptar para atraversarla era también excusa para disfrutar de vistas y paisajes tan impresionantes como los del Puerto de Las Nieves, Guayedra, el Barranco de La Palma, el Barranco de Segura, el Roque Faneque, la playa y el pueblo de El Risco, la Playa de Las Arenas, el Andén Verde o el Mirador... Y siempre, siempre, los vientos alisios forjando sus paredes, abriendo sus barrancos y enamorando al océano con esas costas cortantes como cuchillos.

Sí. La carretera de La Aldea echa el cierre. Todos los grancanarios y visitantes que han atravesado esa ruta dejaron allí lo mismo que se llevaron... emoción. Emoción por la belleza natural que impresiona y que convierte al ser humano en algo insignificante. Ahora llega el momento de idear una fórmula para que las futuras generaciones de grancanarios y visitantes puedan sentir esa emoción entre esos barrancos, entre esa niebla y entre esos riscos que son libres y grandes.