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Santa Brígida

La cueva de la locera reabre sus puertas

La Atalaya quiere atraer a escolares y turistas para mostrar la alfarería de María Guerra

Cueva alfar de la locera María Guerrero en La Atalaya. LP / DLP

La Concejalía de Cultura y la asociación La Lisadera han cerrado un acuerdo por el que la cueva alfar de la locera María Guerra se reabre al público los lunes, miércoles, viernes y domingos para mostrar el entorno de la histórica locera, así como para realizar talleres a escolares y muestras a los turistas sobre cómo se realizaban los utensilios domésticos que durante siglos se elaboraron en La Atalaya, antes de la conquista y hasta hace pocas décadas para su uso en las viviendas de la isla.

Este local se suma a la oferta existente en La Atalaya, donde se ubica el Centro Locero, el Ecomuseo de Panchito y el horno donde se cuecen las piezas realizadas por los loceros.

La cueva alfar permanecía cerrada desde el fallecimiento de María Guerra, en 2015, por lo que el Ayuntamiento satauteño y la asociación La Lisadera, Amigos de la Alfarería Canaria, han finalizado un proceso de negociaciones que permitirá reabrir al público esta cueva donde la locera elaboraba sus productos de barro.

El acuerdo establece una cesión provisional a la citada asociación para que el alfarero Rubén Octavio Auyanet mostrará el espacio y las técnicas a los visitantes los lunes, miércoles, viernes y domingos de 10:30 a 14:00 horas.

Con esta iniciativa se pretende atender a los visitantes, centros escolares y turistas para que conozcan otro de los espacios históricos de la tradición locera de La Atalaya, que se suma a los otros recursos existentes (Ecomuseo de Panchito, Centro Locero y hornos).

De esta forma se incrementará la oferta de espacios para mostrar una actividad que pervive entre los discípulos de estos famosos alfareros, así como entre los descendientes de las diversas familias que durante siglos se dedicaron a este oficio, hoy convertido en actividad artesanal.

Los visitantes podrán participar en talleres de formación y ver cómo Rubén Octavio elabora las diferentes piezas de barro en el mismo entorno donde María Guerra trabajó hasta los últimos días de su vida, al fallecer en enero de 2015 cuando estaba a punto de cumplir 90 años. María Guerra fue reconocida con el Roque Nublo de Plata, que le fue otorgado por el Cabildo Insular de Gran Canaria en 2012 en reconocimiento de su larga y constante trayectoria como artesana del barro, al ser en su momento la más veterana de las alfareras que mantenía viva una tradición ancestral, a pesar de padecer Alzheimer, lo que no le impedía acudir a las guisadas de barro que se celebraban en el barrio.

Esta artesana formaba parte de una estirpe de más de veinte generaciones dedicadas a este oficio, del que decía que era fundamental porque servía para comer, y cuyos productos vendía mayoritariamente en Telde, donde recibía muchos encargos para elaborar vasijas y otros utensilios.

María Guerra declaró a este periódico dos años antes de morir que vivió y aprendió la alfarería desde niña y recordó que la mitad del tiempo de cada jornada estaba en el horno donde se guisaba el barro y hacían la loza. Cargaban con la leña desde Bandama y aprendió desde niña el oficio trabajando con su abuelo, aunque la mayoría de quienes elaboraban las piezas eran mujeres de la familia.

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