Manuel Hernández Bolaños resume en su persona el cómo al paso y sin perder ripio se llega más allá de donde acaba el mapa. O un señor que pasó de mercadear quesos, descalzo y devanándose los callos con cuchillas, a crear la mayor empresa de maduración de todo el país.

Manuel el Casiana, como también se le conocía en toda la medianía isleña nació un 30 de agosto del año 1926 para dar su último viaje este pasado 1 de mayo. "Entrañable, luchador y con grandes dotes de empresa", como lo califica el alcalde de la localidad, Teodoro Sosa, tuvo su último, que no único, reconocimiento durante las pasadas fiestas de la Lana de Caideros, una zona en la que el hombre dejó su impronta por todos y cada uno de sus caminos.

El periodista Yuri Millares, en su publicación Pellagofio tuvo la oportunidad el pasado año de diseccionar su biografía a través de su hijo Manuel, en la que ofrece un relato macondiano de un personaje que dormía sobre los quesos.

Don Manuel nace en una cueva de Montaña Alta, y desde muy pequeño acompaña a su madre Bibiana, que tuvo 11 hijos, a mercadear quesos al trueque hasta el Valle de Agaete.

Manuel el Casiana se casa con Casimira Bolaños Quintana, con la que marcha a vivir a otra cueva ubicada cerca de Lomo del Palo. Mientras acrecienta la familia lima los veredos, "siempre caminando", primero con un fardo de ropa que iba vendiendo por la zona y su inseparable queso, lo que al tiempo -y kilómetro a kilómetro-, le permite abrir una pequeña tienda.

Ahí la fuga ya está cogida por el incansable Manuel, con una esposa vendiendo ropa, "y apuntando a rayas, porque no sabía leer", y él transitando por toda la comarca hasta que se pone en el punto de mira a la capita de la isla, comenzando a comercializar el queso de flor, según recoge Millares.

El negocio tornó en conocimiento de maduración. Era tanto el queso que llegó comercializar que se entongaba en la cueva entre hijos y enseres. Fue así como también se convirtieron en maduradores, guardando los quesos que compraba todavía tiernos en la cueva de Lomo del Palo. "Dormíamos sobre el queso", que se guardaba bajo las camas. "El que era más tierno, más blanducho, como el de flor o media flor, iba al suelo sobre cartones: entre más fresquito mejor", rememora el hijo.

El salto se da cuando compra un furgón. Si ya a pie tenía fuelle, con aquél vehículo fue imparable. De modo que abre una tienda en los albores de Casablanca I, en la capital de la isla. Que se hizo pequeña. Tuvo que adquirir locales para gestionar la mercancía que ahora no sólo llegaba de la comarca norte, sino también de las queserías de Fuerteventura o La Palma.

La tienda se cerró para convertir su firma con los años, y la ayuda familiar en la que está considerada como la mayor empresa de maduración de quesos de leche cruda de España, con la edificación de un almacén en Salto del Negro, en la que también participa la tercera generación del inolvidable Manuel Hernández Bolaños, "fruto", según Teodoro Sosa, "de esa inteligencia y sabiduría natural tan característica y propia en los vecinos de la zona alta de este municipio".

En la 'biografía' de la propia firma Quesos Bolaños hay que apuntar un éxito detrás de otro, lo que queda corroborado por la sucesión de premios que acumulan en sus vitrinas. Aunque con todo, el mejor galardón es la impronta que deja su fundador, un hombre antiguo que supo forjar una familia y empresa del siglo XXI.