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San Bartolomé de Tirajana

30 años a lomo de camello

Juan Ramírez, uno de los primeros camelleros de La Charca, abre las fiestas de San Fernando con anécdotas de sus excursiones turísticas

Juan Ramírez, nacido en Santa María de Guía y bautizado en Moya en 1933, llegó "con lo puesto" hace 52 años a Berriel acompañado de su mujer Julia Afonso Castellano y sus dos hijos mayores. Tras trabajar en los tomateros y en la construcción de apartamentos de la urbanización de San Agustín y el antiguo hotel Oasis de Maspalomas, se hizo caballista del Condado de la Vega Grande. Un día, que llegaron los turistas al Charco y Fernandito Franco se encontraba fuera de la cuadra, cogió las riendas de un camello para pasear a los visitantes a orillas de la playa. Nunca más las volvió a soltar. Ramírez abre esta noche las fiestas en honor a San Fernando de Maspalomas con los recuerdos de 30 años de expediciones turísticas por las Dunas.

Un día de Santiago de 1956 Juan invitó a bailar en la sociedad de Moya a Julia. El joven, que por aquel entonces se dedicaba a trabajar en las plataneras, escribió cartas a su amada durante los meses que tuvo que cumplir con sus obligaciones militares en el cuartel de La Laguna (Tenerife). A su regreso, la pareja se casó en Moya y, poco después, ya con dos retoños, decidió "probar suerte" en las áridas tierras del Sur. A su llegada a Berriel trabajaron en los tomateros. Dos fanegadas diarias a más de 30 grados de temperatura. Un poco "decepcionado" con el salario de la aparcería, Juan comenzó a trabajar en el sector de la construcción. La llegada de los suecos a San Agustín demandaba mano de obra para edificar apartamentos y allanar calles. La expansión de la industria turística llevó al joven a abrir hoyos en la arena de Maspalomas, con el agua hasta la cintura, para sentar los cimientos del antiguo hotel Oasis. En la pedrera de Las Burras, donde se extraía el árido para construir carreteras, José Romero le ofreció trabajar en las caballerías que la familia condal custodiaba en "El Charco".

Allí, cerca de la estación de la Nasa, Juan comenzó a limpiar las cuadras, cuidar de los animales y llevar de paseo a caballo a los turistas. Recorría a lomos de Abanero y otros ejemplares las dunas y enseñaba a los visitantes a montar a orillas de Maspalomas.

Nunca le había tocado pasear a los camellos del recinto, pero un día que su compañero de oficio se encontraba fuera de la cuadra, llegó un grupo de turistas con ganas de conocer el Sur a lomos de los animales del desierto. Fue entonces cuando se embarcó en su primer viaje a camello.

Aprendió a hablarles en su propio idioma, acariciarles sin temor y a convertirse en una de las principales atracciones turística de la Maspalomas de esos años.

Entre los miles de visitantes que llevó de travesía por la playa durante sus 30 años como camellero y jinete, destacó un alemán que ostentaba el cargo de tercer jefe de la casa Mercedes en Berlín. Tal fue la amistad que floreció entre ambos, que el turista terminó por pagar la comida de la primera comunión de la hija del camellero.

Hoy, a las 20.00 horas en la iglesia, Ramírez compartirá los retazos de una vida a lomos de camello.

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