Numerosos fieles abarrotaron ayer la basílica de Nuestra Señora del Pino en Teror para ver cómo la Virgen bajaba del camarín a la nave al pie de la iglesia a eso de las ocho y media de la noche ante amplias medidas de seguridad. El descenso fue aderezado con cánticos dedicados a la patrona de la Diócesis de Canarias y sonoros y recurrentes aplausos mientras la imagen divina y celestial se acercaba físicamente a los feligreses, poniéndose a su misma altura.

La Virgen, flanqueada de anturios tan rojos como su manto, fue descendiendo lentamente desde el camarín hasta el altar, coreada, cantada y aplaudida por unos fieles muy fieles.

La imagen permanecerá hasta el 17 de septiembre en su trono, ataviada en esta ocasión con el manto rojo, hecho de brocados de plata en 2002, que vistió también en su última bajada a la catedral de Las Palmas en 2014. El manto de 4.800 hilos está hecho a mano.

Antes de la Bajada se celebró una misa concelebrada por parte de cinco sacerdotes, presidida por el párroco de Teror, Antonio Perera, en su último acto como tal en la basílica del Pino ya que ha sido destinado a la iglesia de la Virgen del Pilar en Guanarteme. Perera Pérez estuvo acompañado en el altar por el vicario general de la Diócesis de Canarias, Hipólito Cabrera, ilustre terorense nacido en el barrio de El Palmar.

La bajada de anoche es uno de los actos más emotivos que inicia el programa religioso de la Fiesta del Pino, que congrega a miles de personas en la Basílica del Pino y exteriores.

Antiguamente, la Bajada se realizaba el 6 de septiembre y en ocasiones se ha hecho el día 3, pero su fecha habitual ha sido el 5 de septiembre. La tradición del descenso de la imagen de la Virgen del Pino desde el Camarín, en el altar mayor, se remonta al siglo XIX, realizándose por la escalera de caracol de la sacristía.

Sin embargo, desde la década de 1920 se viene haciendo como actualmente, a través de un sistema mecánico de raíles y una decoración floral que aporta una gran emotividad y belleza al acto, al decir de los entendidos. El manto rojo de la virgen es de seda natural y el trono y el baldaquino son de plata de ley del siglo XVIII. A pesar de eso, la virgen no rinde pleitesía al lujo porque adora a los pobres. El manto fue donado por la camarera Ana del Castillo, de la familia Del Castillo de toda la vida.

En la primera fila de autoridades estaba el alcalde de Teror, Gonzalo Rosario; el teniente de alcalde, José Luis Báez, y el alcalde de Moya y senador, Poli Suárez, a los que se acercó el párroco escenificando su despedida de la villa mariana, donde ha estado tres años.

Aunque el protagonismo escénico se lo llevaron los hombres (los cinco curas que concelebraron la misa y la mayoría de las autoridades políticas), las estrellas de la noche fueron las mujeres, no solo porque eran una mayoría aplastante entre la feligresía, sino por sus actuaciones durante la misa previa a la bajada: las que leyeron la palabra de dios eran mujeres.