El modus operandi es siempre el mismo: se acercan a los turistas más despistados, captan su atención mientras les ponen en la mano una pulsera que en un principio es un regalo y, cuando consiguen colocársela, siempre sin dejar de hablarles para que no les dé tiempo a reaccionar, comienzan a exigirles dinero a cambio del supuesto regalo. Y cuando no lo consiguen, empiezan los insultos y el escarnio público con el objetivo de amedrentarlos y lograr su dinero. Es "el timo de la pulsera".

Un grupo de comerciantes del paseo marítimo de Playa del Inglés ha denunciado las prácticas de un grupo de unas diez mujeres de origen africano que se sitúan en este enclave turístico para estafar a los ciudadanos extranjeros que pasan unos días de vacaciones en el sur de Gran Canaria. "Acosan a los turistas, quienes en un principio se niegan a ceder y darles su dinero", explica uno de ellos, que prefiere mantener su anonimato por miedo a represalias y para no perjudicar a la imagen de su empresa, "y cuando bajan la guardia les desvalijan todo lo que tienen".

Imagen turística

Y sigue la operación: las mujeres exigen unos cinco euros por la pulsera y cuando los turistas solo disponen de un billete mayor les aseguran que les ofrecerán cambio. Pero resulta ser falso. A cambio de un billete de 20 euros para cobrarse cinco, en ocasiones, devuelven solo un euro. Y cuando la víctima le reclama el resto del dinero continúan los gritos y las amenazas. Si se resiste, cuentan los comerciantes, se reúnen todas las mujeres en grupo alrededor del turista con el objetivo de intimidad y confundir a la víctima y hacerla desistir de sus intenciones de recuperar el cambio. Y lo consiguen; se asustan y se marchan del lugar.

Según explican los vendedores, este grupo de mujeres actúa a cualquier hora del día, si bien es más habitual que intenten estafar a los turistas durante las horas de la tarde, cuando los comerciantes ya han concluido su jornada laboral y se marchan del lugar. "Sufrimos este problema desde hace años, y ya nos hemos enfrentado a ellas", asegura, "las espantamos para que no estafen a los clientes que se acercan a nuestros escaparates". Y aseguran haber recibido amenazas con "llamar a un hombre" para que les agredan.

Otro de los comerciantes del lugar, quien también prefiere ocultar su nombre para no verse perjudicado, considera que estas prácticas generan desconfianza y afecta gravemente a sus negocio. "Como han vivido malas experiencias, nos rechazan cuando nos acercamos a ellos para venderles nuestros productos", dice.

Lo cierto es que perjudica a la imagen turística de Gran Canaria. Dos ciudadanos alemanes víctimas de estas mujeres aseguran que contarán su experiencia en su país, para alertar a sus compatriotas. "No piqué porque vi sus intenciones y retiré rápidamente la mano", cuenta, "y esto no es positivo; sabía que hay vendedores ambulantes, pero no estas mujeres que molestan y acosan".

Ambos empresarios coinciden en que han solicitado la ayuda de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado sin éxito. "Llamamos a la policía y prácticamente nunca viene y, si lo hace, desaloja la discusión y se marcha", apunta uno de ellos, "solo en una ocasión se las llevaron al calabozo, pero al día siguiente estaban fuera". El Ayuntamiento asegura que la Policía Local y Nacional están actuando, aunque fuentes de la Policía sostienen que no han recibido denuncias por estos hechos.

Porque la mayoría de las víctimas no denuncia, y ahí radica parte del problema. "Tememos por nuestra integridad física y por la de los turistas, pero nadie quiere meterse en problemas ni estar varias horas en una comisaría por 20 euros", puntualizan los comerciantes.

Sobre las 19.00 horas la imagen se repite: también acaba la curiosa jornada laboral de estas mujeres. Un furgón llega, se suben y se marchan. Hasta el día siguiente.