La calima reinaba ayer, como otros días y desde hace seis meses en el pueblo de Las Rosas, en el municipio grancanario de Agüimes, especialmente en la calle más próxima al terreno en el que se instalan unos invernaderos, a pesar de que haya aumentado a cuatro el número de cubas de agua para regar la tierra arada. El viento, que es por lo general más fuerte en los meses de julio y agosto, gana la partida. La tierra mojada se seca muy rápido.

La empresa que prepara el lugar para la explotación agrícola baraja otras medidas, como la colocación de malla sobre la tierra.

El Ayuntamiento también emplea cubas de agua, como sucedió por ejemplo durante la mañana de ayer miércoles, para limpiar la calle Mozart, la más perjudicada por la polvareda de Las Rosas, y no solo con la finalidad de dejar más presentable la vía, sino para reducir el impacto de la tierra en las casas y en toda la zona.

Los afectados por esta calima colgaron carteles de las fachadas como con frases como éstas: "¡Basta ya!, queremos salud"; "El derecho a respirar me lo quita Dios"; "Luchamos por nuestra dignidad" y "No somos tres, somos todos".

Tras las quejas de los vecinos de la calle Mozart afectados por la polvareda desde hace unos seis meses, publicadas el pasado sábado por LA PROVINCIA / DLP, el alcalde de Agüimes, Óscar Hernández dio la razón a los afectados por el malestar que viven.

Eso sí, el regidor de la villa negó que hubiese abandonado a los afectados y que se interesase más por la empresa, como ellos habían puntualizado. "Eso no es cierto, los vecinos son la prioridad", aseguró Óscar Hernández, como publicó este periódico el pasado lunes.

Incluso el alcalde, acompañado por cuatro concejales del gobierno, estuvo el pasado martes por la tarde en la casa de varios de los afectados, cambiando impresiones y analizando con ellos la situación en la que se encuentran, con una tierra en suspensión que perjudica a los vecinos, sobre todo a los mayores, y que daña las fachadas de los inmuebles.

Varios vecinos comentaron a este rotativo que los empleados que preparan el terreno para este proyecto agrícola de empaquetado estuvieron trabajando al menos hasta la diez de la noche del pasado martes en parte de este gran solar de unos 100.000 metros.

"A parte de esta situación desesperante para nosotros, que perjudica nuestra salud, da pena verlos trabajar tantas horas, todos los días de la semana, y sin medidas de protección", manifestó Margarita Ramírez López.