Una docena de pesqueros, acompañada de decenas de barcos recreativos, partió sobre el mar de las calmas, de Arguineguín proa a Mogán, a pasear a la Virgen del Carmen por la costa sureña.

La procesión marítima del Carmen, que el pasado año se suspendió por serias diferencias entre pescadores y Guardia Civil por las medidas de seguridad de la comitiva, se recuperó ayer con 'casi' toda normalidad. Casi, porque un buen número de moganeros se quedó chascado por la madrugadora cita de ayer.

Tradicionalmente embarcada en horas del mediodía, la imagen con la patrona fue embarcada no más terminar la misa de las nueve, y para cuando un grueso de espectadores se acercaron al muelle a vivir el proceso, lo cierto es que la flota ya enfilaba la playa de El Pajar, primera escala de la marinera expedición, de una ruta que costeando por las calas la lleva hasta el puerto de Mogán.

Temprano o más tarde, lo cierto es que la hora no le quitó ni una pizca de sal a la que es una de las imágenes más veraniegas, y hasta sorprendentes, del verano grancanario. Tras honrar al barrio limítrofe con San Bartolomé de Tirajana, en la punta de la Cementera, el Nuevo Olimar, el valiente atunero al que recayó el honor por sorteo de llevar a la patrona giró rumbo al sur con todas sus banderolas para regalar una postal desde la punta del muelle de Arguineguín.

Saray Rivero, que asegura que no se pierde una, llegó por los pelos a la cita, lo justo para abanarle la mano de lejos a una cuadrilla naval que, a su juicio, "parece que se ve menguada". Y lo estaba, ya que estaba compuesta por la mitad de los pesqueros que habitualmente acompañan el Carmen de Arguineguín a la visita de su compañera, la Virgen de Mogán. La culpa de esto la tiene un tercero que vive totalmente en otro mundo: el atún.

Se ha dejado ver tan poco por Canarias en esta zafra que la mitad de la flota está dada de baja, y como explicaba la alcaldesa en la plaza Doctor Pedro Betancor, donde ambas vírgenes disfrutaron del recibimiento ya en Mogán, "dar de alta a los barcos para solo para la procesión no sale a cuenta".

De regreso al agua, una vez superado el espigón de Arguineguín se hace nota la nueva disciplina del mar organizada por la cofradía y las fuerzas de seguridad.

Las motos acuáticas, algo dadas al enrale, eran vigiladas estrechamente por las zódiacs y la patrullera con los efectivos de la Guardia Civil, que les prohibía colarse entre las embarcaciones mayores.

Tan sólo en los barcos de mayor eslora que se dedican en la costa moganera al traslado de pasajeros sumaban 1.200 personas a bordo, a los que habían que añadir casi otro tanto de las recreativas y las pesqueras, que a ritmo de bachata iban costeando por El Perchel, Patalavaca, Anfi del Mar, Puerto Rico, Amadores, Los Frailes, Medio Almud, Tiritaña, Tauro y Taurito, incrementando con cada cala, más y más barcos.

La vista desde la carretera de ese último punto era la de una estela gigante que se adentraba en el puerto de Mogán casi a las doce en punto del mediodía, donde a las puertas de la cofradía le esperaban cientos de personas. En ese desembarco de la imagen de Arguineguín se producía uno de los momentos más emotivos de las fiestas, con el recibimiento de la imagen hermana moganera, y el saludo ritual entre ambas que dirigía el párroco Fernando Clavijo.

En el recinto portuario la fiesta era más contenida que en otras ediciones, algo que tenía que ver, "y mucho", según algunos de los pescadores, con el nuevo horario tempranero. La alcaldesa, Onalia Bueno, lo explicaba como "un pacto entre los marineros y el cura", que atendía, según dijo, "a evitar el fuerte calor", ya que con el horario antiguo se prolongaba el regreso hasta la cuatro o más de la tarde.

Pero en cualquier caso asentía en que la cita había logrado el propósito de la seguridad, "con todos los niños con sus chalecos puestos", y que resultó de "lo más satisfactoria porque se consiguió una procesión con todos los respetos" que merece la figura de la Virgen.