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Agaete

El ramero que salvó tres vidas

Su papagüevo vuelve a bailar al son de la banda de Guayedra durante La Rama Juan Pablo Oropez Trujillo falleció hace un año como consecuencia de un ictus irreversible

El ramero que salvó tres vidas

Juan Pablo Oropez Trujillo falleció a los 37 años el verano pasado tras sufrir un ictus irreversible en Agaete, municipio donde residía con su familia y era muy conocido entre los vecinos. Sus seres queridos decidieron donar los órganos para intentar dar ejemplo y poder salvar alguna vida. "Hace una semana me llegó una carta del Hospital Negrín explicando que han conseguido salvar la vida a tres personas con sus órganos", explicó su padre, Paulino Oropez, motorista jubilado de la Guardia Civil.

Emocionado, Oropez señaló que la noticia ha causado una ola de sentimientos en la vivienda familiar, donde convive junto a su mujer y su otro hijo de 28 años. "Esta carta nos ha dado vida", aseguró. Juan Pablo siempre fue un apasionado de La Rama, hasta el punto de que su padre, para motivarle en los momentos más duros, le hizo un papagüevo a su imagen y semejanza. "Hace cinco años sufrió el primer ictus que le provocó problemas para andar, pero yo le propuse que le hacía un papagüevo para La Rama y se puso en pie, le gustaba tanto", rememoró.

El año pasado Oropez decidió marcharse en agosto de Agaete para evitar el sufrimiento de pasar La Rama sin su hijo. "Pero este año su papagüevo tiene que salir a bailar sí o sí, aunque sea unos 30 minutos, porque esta fiesta era muy importante para él". Su padre recuerda que a Juan Pablo le gustaban las fiestas y sus programas. "Le gustaban todas, daba igual, yo le decía que le iba a dar una caja de turrón de la Moyera para que se fuese de fiesta. Le gustaba guardar los programas de todas las fiestas, quienes le conocían le traían los programas de todos lados para que estuviese enterado".

Lamentablemente, el pasado verano Juan Pablo sufrió un segundo ictus. "Tuvo un derrame cerebral, se le inundó de sangre el cerebro y no se pudo hacer nada", detalló. Le operaron de urgencia en el Hospital Negrín, "pero el problema es que tenía vasculitis y se le rompían las venas con facilidad". Según relata Oropez, su otro hijo, que trabajaba como auxiliar clínico, "nos dijo que era mejor no operarlo porque se quedaría en estado vegetal, y no tenía sentido prolongar una vida de esa manera".

Oropez reveló que la decisión que tomaron sorprendió hasta los médicos del Hospital Negrín. "Después decidimos que donaríamos todos los órganos que se pudieran aprovechar antes de incinerarlo", relató. "La doctora me dijo que le habíamos dado una lección porque preferimos no dejarlo en estado vegetal y donar su órganos", prosiguió. La pena, según Oropez, es que sus pulmones y corazón no se podían aprovechar. "Siendo motorista de la Guardia Civil uno vive muchas desgracias, la vida nunca sale como uno piensa. Por ejemplo, aquí ando preparando la casa y la terraza para celebrar La Rama, pero lo mismo no llego ni a encender la barbacoa. La vida es muy perra", sostuvo, "por eso quiero quese conozca esta historia, es importante que se donen los órganos porque salvan vidas, que sentido tiene enterrarlas cuando puedes cambiar la vida de alguien. No podía tenerlo en un cementerio pensando en que hay muchos pasándolas negras esperando por un trasplante", añadió.

La semana pasada, el Hospital Negrín mandó a la familia Oropez una carta detallando que gracias a la donación de los órganos de Juan Pablo se había salvado la vida a tres personas. La madre de una de las personas receptoras expresó su gratitud. "Para la familia donante... no me conocéis pero soy la madre del hombre al que vuestro hijo ha devuelto a la vida. Ha pasado por mucho pero ya se está poniendo bien. Mis más infinitas palabras de agradecimiento como madre", reza la nota. A Oropez se le rompe la voz y se le escapan las lágrima cada vez que lee la misiva. "Esto nos ha dado vida", señaló. "Por el momento no quiero conocer a quien lleva sus órganos, pero puede que en un futuro esté preparado", añadió.

Para la familia ha sido una alegría saber que ese pequeño gesto ha cambiado la vida a tres personas. "Saber que Juan Pablo sigue presente, que sus órganos han dado la posibilidad a alguien de salir adelante es el sentimiento más reconfortante que se puede tener de esta situación". Oropez recuerda a su hijo como una persona alegre y activa. "Quiso ser Guardia Civil, como yo, pero debido a sus lesiones no pudo. Le compré una burra para que se mantuviese activo, hasta le monté un gimnasio en casa", destacó su padre. "Hasta hace cinco años, cuando podía caminar, estaba siempre por ahí. Se iba a la playa o a caminar, cogía la guagua, era muy activo", explicó. "Siempre iba a las fiestas de Agaete. Se enganchaba a mí, a su madre, hermano o quien fuera y se iba de fiesta como el que más durante La Rama. En su entierro tocó la banda de Guayedra y este año su papagüevo volverá a recorrer las calles".

Oropez recuerda que el papagüevo le hizo mucha ilusión. "Un artesano de Agaete lo realizó con mucho detalle, tenía hasta el diente partido de su primer ictus. Una chica me dijo que le faltaban las cuerdas de las gafas y le conseguí unas y se las puse al muñeco, que ya ha bailado unas cuantas Ramas", reveló. "Después del primer ictus no podía caminar, pero con su papagüevo se puso en pie y nos emocionó a todos", recordó.

El año pasado Oropez no tuvo fuerzas para festejar La Rama debido al reciente fallecimiento de Juan Pablo. "Me fui todo agosto de Agaete, porque Juan Pablo se fue cuando preparábamos las fiestas de San Juan y las de Agaete eran muy importantes para él". Juan Pablo, conocido en el pueblo, es ahora un héroe. "Su papagüevo sale porque es un orgullo, ha salvado vidas", sentenció Oropez.

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