Saulo Armas Falcón nació un 9 de enero de 1987 con ánimo de cacharrear con todo aquello susceptible de desmontarse y volverse a montar. Estudia en el Liceo Francés, y además de trastear inventando cosas en casa y desarmar radios y otros chismes con enchufe es un asiduo de Las Canteras, "de olas en la Cícer de toda la vida".

Tira por los números, pero también por los idiomas que le facilita el colegio, "algo que me ha ayudado un montón, no solo con el francés, sino también con el inglés, lo que tengo que agradecer a mis padres". En esto no ahorra elogios para un Liceo, "que ofrece un sistema educativo genial, de forma que cuando llego al bachillerato estoy algo por delante con temas que ya había visto".

A Saulo también se le da el dibujo, quizá herencia de un padre al que también le apasiona, y se plantea dar curso a la habilidad estudiando Arquitectura Técnica, que imparte durante un primer año, para terminar decantándose por el diseño industrial. "Lo vi claro. Cualquier cosa que tocas, y no solo edificios, está diseñado por alguien y tiene un porqué, algo que encontré de lo más interesante".

Así es como reinicia la carrera en Ingeniería Técnica en Diseño Industrial, que culmina con un curioso proyecto. "Estuve unos meses en un Aula en Clave de Telde, con niños con TGD (Trastornos Generalizados del Desarrollo), que no tiene percepción del tiempo, y diseño un mueble que ellos pueden cambiar de forma para adaptarse de una actividad a la siguiente y con el que poder entender que el tiempo iba pasando".

Busca trabajo. Primero en la isla. Luego en Barcelona. Se pasa un año en hostelería, "y comprendo que necesito especializarme más". Se embarca en un máster en Diseño y Desarrollo de Producto en la Elisava Escola Superior de Disseny de Barcelona, sostenido por trabajo de fin de semana "y por unos padres siempre dispuestos a echarme una mano". En ese máster da tres campanazos, tres nominaciones a premios. Uno del concurso DuPont basado en un nuevo material bautizado como Corian. Y otros dos proyectos: Barcelona (es una luminaria modular) y del Proyecto Brisa, con una campana de cocina compacta, de enchufar y usar, que se lleva una nominación al mejor proyecto del máster, además de quedar finalista de las Medallas ADI, creado para estudiantes de diseños de productos.

"Gracias a ese currículum el primero que me contrata es uno de mis profesores de Elisava. Es 2013 y permanezco un año en su estudio (Salom estudio) que al no ser muy grande me permite controlar todas las fases del proceso, desde que el cliente lo plantea hasta la investigación, conceptualización, el diseño y desarrollo del producto hasta que sale el mercado". Ahí se encargará, entre otros, de crear mobiliario para la firma de joyería Tous, además de un robot de cocina y elementos deportivos.

Hasta que se pone en contacto con Saulo el estudio Nacar Design firma que ha ganado premios internacionales como el Red Dot Awards o el If Awards a lo largo de su carrera allí, y que tiene como cliente a la multinacional HP, que en esos momentos está sacando al mercado la primera impresora 3D.

"Y me meto de cabeza en esa nueva tecnología. Me encargo de diseñar todo lo necesario para llevarla al límite, para convencer a potenciales clientes en las ventajas del diseño generativo y paramétrico". Son elementos como los covers para prótesis, drones, elementos de automoción, altavoces, ..., además de otros proyectos en los que se ponía a prueba las propiedades mecánicas y estéticas de las diferentes piezas que construye.

De esta forma, Saulo Armas se ha convertido en uno de los escasísimos diseñadores industriales especialistas en 3D del país para la fabricación aditiva, junto con uno de sus compañeros en Nacar, Ignasi Sagré. Ambos dejaron la firma hace escasamente dos meses y han creado un nueva empresa, Addit·Ion, también con sede en Barcelona, exclusivamente enfocada a este tipo de tecnología.

Trabajan en tres líneas, desde pedidos de diseño desde cero; para rediseñar piezas ya existentes; y adaptarlas a este tipo de tecnología; o para consultoría de empresas que no conocen sus ventajas y las quieren incorporar a su proceso de producción, o simplemente "las que no se lo creen".

El caso es que, a pesar de su reciente creación, ya tienen un respaldo de los grandes detrás: la propia HP, que les ha seguido tras la fundación de Addit·Ion.

Saulo explica que su objetivo es aún mayor, planteándose "profesionalizar este tipo de fabricación porque aún no ha despegado de esa imagen de la impresora pequeña, cuando hay todo un mundo detrás a grandes escalas", y crear escuela por la carencia de expertos en la materia.

En ese primer aspecto apunta que la impresión 3D va más allá de un prototipo. De hecho la NASA, que ya ha experimentado con ella en la Estación Espacial Internacional prepara una aún más avanzada, Refabricator, que puede replicar una pieza con el mismo material de la defectuosa que se quiere reemplazar. Además se pueden utilizar en volúmenes industriales, como producto final.

El isleño sostiene que "se trata del futuro porque no necesitas stock, las piezas no tienen las constricciones propias del molde y vaciado tradicional, ya que te ofrece una libertad total para lograr cualquier tipo de geometrías y dispone de programas capaces de buscar las soluciones óptimas para el tipo de carga y fuerza que deben resistir, algo que solo se puede lograr con esta tecnología aditiva".

Y, para colmo, su implantación tiene el don de la ubicuidad. "Mi intención es volver a Gran Canaria, me encanta la isla y su calidad de vida espectacular, y apenas tiene industria, y sostengo que es una de las mejores opciones porque trasladas las impresoras y puedes producir lo que se te ocurra, solo hay que abastecerse de poliamida, metal, cerámica, o la materia prima en bruto y empezar a hacer piezas. Si a eso se le añade la posibilidad de crear una escuela focalizada en este tipo de técnicas, para Canarias, por sus condiciones de aislamiento, sería la bomba", sentencia Saulo Armas Falcón.