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Sur

5.000 kilómetros por amor al camping

Ellis Dennis viaja de Escocia a Gran Canaria para vivir al aire libre

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Vacaciones en el camping de El Pinillo (Mogán)

Hace casi dos años decidió cumplir su sueño: vivir en Gran Canaria y, además, hacerlo al aire libre. Acompañado por su esposa, el ciudadano escocés Ellis Dennis cambió su cómoda residencia por una casa portátil con la que recorrió los casi 5.000 kilómetros que separan su ciudad natal del barranco de Arguineguín, enclave al que ha llegado por amor. Por amor a la naturaleza y al mundo del camping. Su vida transcurre ahora en los 56 metros cuadrados que ocupa su parcela en el camping de El Pinillo, donde disfruta del clima y, sobre todo, de una casa que se ha construido con sus propias manos.

Viajó desde Escocia hasta Londres para comprar por 3.000 euros una guagua vacía que encontró por internet. Y ahí empezó su aventura. Invirtió 4.000 euros más para comprar los materiales e iniciar, él mismo, la rehabilitación del vehículo. Tiempo después partió desde el puerto de Portsmouth, al sur de Inglaterra, en dirección a Santander. Y desde allí, por carretera, se trasladó hasta Huelva, desde donde tomó el barco a Gran Canaria. "Fue un viaje apasionante de dos semanas", explica Ellis. "Mi mujer vendió nuestra casa y con el dinero que obtuvimos, compramos este nuevo hogar", cuenta este campista escocés, "y decidimos venir aquí porque hace diez años viví en la Isla durante siete meses y medio y me prometí que volvería".

"Me gusta vivir al aire libre porque la casa es solo para dormir, mientras que la caravana permite tener mayor vida social", relata. Su vivienda cuenta con todas las comodidades, desde un amplio salón con sillas de trabajo, hasta un gran dormitorio, zona de aseo, terraza, televisor de plasma y un trastero. "De esta forma puedes mover tu casa y vivir donde quieras", cuenta el escocés, que trabaja como músico y DJ en varios locales del Sur. Y en este camping permanecerá, dice, hasta que encuentre un terreno donde establecer definitivamente su guagua reconvertida en autocaravana.

Ellis Dennis es solo un ejemplo de las cientos de personas que bien para vivir o bien para pasar unos días de vacaciones escoge un camping, al margen de los grandes complejos hoteleros y alejados de las zonas de gran afluencia turística. El camping de El Pinillo, gestionado por el Club de Camping y Caravaning Gran Canaria y ubicado en el barranco de Arguineguín, es una de estas instalaciones que estos días roza el lleno absoluto.

Con espacio para 140 caravanas y casetas, 12 cabañas y capacidad para 500 personas, según explica su presidente, Juan Martín 'Moya', el camping, con restaurante, piscina, zona de fregaderos y para lavar, e incluso una plaza pública, se convierte en el lugar favorito tanto paresidentes como visitantes. "Es un oasis de palmeras en medio del valle, donde los campistas han creado vínculos y hecho amistades", apunta, al tiempo que critica que en el Sur no haya "soluciones al campismo". "Llevamos aquí 18 años y desde hace dos estamos inmersos en un proceso judicial para legalizar la instalación", señala.

Jubilación

Al margen de los vaivenes judiciales, el camping continúa siendo una alternativa que atrae usuarios desde todas partes del mundo. Además del ciudadano escocés, en este camping disfruta también Jeanette, una ciudadana de origen sueco que llegó hace año y medio junto a su marido, ya fallecido. "Vine por recomendación; me pareció un lugar muy bonito y me enamoré", cuenta Jeanette, "por eso deseaba vivir aquí toda mi vida".

Al igual que Ellis, Jeanette también vendió su vivienda para comprar una autocaravana. "Vinimos porque en Suecia no se puede acampar; en invierno hace mucho frío y hay mucha acumulación de nieve, y en verano te pasas el día cortando la hierba", señala. Conoció Gran Canaria en 1992 y desde entonces ha venido en reiteradas ocasiones de vacaciones hasta que se estableció hace año y medio. "Ahora me vuelvo a casa, mi marido ya no está y yo no quiero estar aquí sola", lamenta.

El Pinillo no solo está ocupado por ciudadanos extranjeros, sino también por residentes en el resto de Gran Canaria. Juan del Rosario es un galdense con 20 años de experiencia en el mundo del camping. Ahora tiene 70 años, ya jubilado, y cada 15 días baja hasta Arguineguín para disfrutar de su pasión. "Aquí me siento una persona libre y no estoy encerrado en un piso, entre cuatro paredes", manifiesta. Juan compró una autocaravana con el dinero que obtuvo tras la venta de unos terrenos, y con ella tuvo la oportunidad de visitar las islas de Lanzarote, Fuerteventura y La Palma. "Luego sufrí un infarto y no me sentía seguro en la carretera, así que la cambié por una caravana", agrega.

Juan nunca ha ido a un hotel, más allá de los que ha visitado con los viajes del Imserso. "Un hotel tiene normas más estrictas, y cuando sales vuelves a estar en una ciudad, y yo soy más de campo y de estar en contacto con la naturaleza", apunta. "Este es el turismo de los pobres", comenta con una sonrisa, "un turismo que a veces es difícil practicar; a los senderistas les arreglen los caminos, a los ciclistas, los carriles bicis, pero a los campistas cada vez nos ponen más trabas; únicamente queremos espacio para disfrutar, nada más".

Parte de la vida social de Juan transcurre en el restaurante que regenta Nino Quevedo desde hace nueve años, aunque él no es campista. "Me costó entender esta filosofía, pero ahora reconozco que es una forma libre de pasar las vacaciones", apunta Nino, quien en casi una década ha visto crecer a muchos niños. "Somos casi como una familia". Nino es responsable de parte de la vida social de este enclave; maneja idiomas e incluso realiza las funciones de intérprete entre los usuarios. "El camping no es nada sin el restaurante", le reconoce su presidente, Juan Martín.

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