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Cabildo

Guardianes de los oficios

El Cabildo de Gran Canaria homenajea a cinco artesanos que superan los ochenta años y que lamentan que los jóvenes no continúen con las tradiciones

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Homenaje a cinco artesanos grancanarios de más de 80 años

Vivir de los oficios tradicionales no es sencillo, pero ellos han sabido salir adelante, y además han disfrutado transmitiendo los entresijos de esas labores a cientos de alumnos. Lamentan que debido a que son trabajos "no bien pagados" hoy cuesta que los jóvenes quieran dedicarse a ellos, no en vano ni con sus hijos lo han logrado.

Y es esa condición de guardianes de esos oficios, que aprendieron de sus padres o maestros, y su contribución a la pervivencia del legado cultural de la Isla, la que motiva el homenaje que el Cabildo de Gran Canaria dedicará mañana a la caladora Milagros Ramos, a la cestera de palma Rosario Molina, al forjador y latonero Francisco Socorro, al cestero de caña y pírgano Francisco del Pino, y a la tejedora María Castro.

Cuenta Milagros Ramos que tenía 15 años cuando su madre Eduvigis Pelayo le enseñó a calar. Con 84 cumplidos aún coge la aguja para realizar algún encargo. Explica que la emprendedora fue su madre que montó un taller en el bajo de su casa, en la calle Lagunetas de la capital, donde ambas atendían los encargos, vendían sus creaciones o las distribuían a otras tiendas. Durante unos veinte años sacó tiempo para impartir cursos en todos los barrios, y pudo sentir como antes "las chicas tenían más ilusión por aprender a calar" cuestión que achaca a que se necesitan muchas horas para hacer un paño, y "no es una labor que se valore en dinero".

La especialidad de Francisco del Pino, que nació hace 83 años en Valsequillo, es la caña y el pírgano. Fue por casualidad, al llevar a su mujer a asistir a un curso de palma, como conoce al cestero Manolito Peñate, quien le mostró el camino para elaborar diferentes modelos de cestos con fibras vegetales de los barrancos de la zona, como cañas, pírgano y mimbre. Se atrevió a elaborar hasta sillas con las tiras de la caña y ha asistido a las ferias de todas Islas en las que ha podido mostrar y vender sus trabajos.

Tuvo que compaginar el oficio con otros trabajos para después dedicarse en exclusiva. "Si se vendiera todo lo que uno hace se podría vivir bien, el problema es que no es fácil dar salida a todo" señala. Al igual que el resto de artesanos ha participado impartido cursos en diferentes municipios de la Isla para enseñar los múltiples objetos que pueden crearse solo con el trenzado de fibras de plantas.

La más longeva de todos es Rosario Molina, que dejó Tejeda por La Aldea para trabajar en el tomate y en labores como el pastoreo, recita a sus 88 años emotivos romances. Fue de su madre de quien aprendió las artes de las cestería, una práctica que realizaban todas las mujeres de la familia. Así comenzó a elaborar diferentes modelos de sombreros, esteras y serones. Aunque ya está retirada, participa en ocasiones en los cursos de palma que imparte el Proyecto Comunitario de la Aldea.

El forjador y latonero teldense Francisco Socorro de 86 años comenzó en el metal con solo 16 años cuando entró como aprendiz en el taller que tenían los hermanos Hernández Ramírez en Telde. A partir de entonces, su vida ha girado en torno al modelado de los metales y sigue en activo.

María Castro, tejedora de Ingenio , se hizo cargo siendo adolescente de un telar para confeccionar prendas con la lana de las ovejas, labor que debió compaginar con el trabajo en los tomateros en el sur grancanario. A sus 83 años es de la que siguen en la brecha..

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