Ser rural no implica necesariamente dedicarse a las labores agrícolas y ganaderas. Ser rural es, simple y ampliamente, nacer o vivir en un territorio agreste, trascendiendo la profesión que desempeñen sus habitantes. Hoy culmina la semana en la que se ha conmemorado el Día Internacional de las Mujeres Rurales, con el que se pretende dar visibilidad a la figura de las trabajadoras de estos territorios. Un objetivo en el que viene trabajando desde hace años la Villa de Moya, uno de los municipios predominantemente rurales de Gran Canaria. De donde proceden Lucrecia, Lorena, María y Goretti, cuatro mujeres que representan una nueva generación de mujeres rurales con perfiles profesionales dispares que han querido desarrollar sin renunciar a sus raíces.

Lucrecia Arencibia, de 27 años, es la más joven. Ingeniera Técnico Superior con la especialidad de Química y Máster en Prevención de Riesgos Laborales, va cada mañana desde Fontanales a Melenara para realizar sus prácticas profesionales y, cuando regresa a casa, colabora con su familia en las tareas de la labranza. "Siempre que tengo un hueco libre echo una mano en el campo y, aunque tengo mis estudios, no descarto dedicarme a la agricultura en un futuro", explica Lucrecia. Tanto ella como Lorena Benítez, que trabaja como maestra en la escuela unitaria de Fontanales, tuvieron que mudarse a Las Palmas de Gran Canaria para poder cursar sus estudios en la Universidad, "no compensaba ir y venir cada día, a pesar del desarraigo que supone no estar en tu casa, que está a 20 kilómetros, pero las carreteras y el transporte público no ayudaban", señala Lorena.

Las mujeres rurales tienen escasas oportunidades laborales en el medio rural, donde el desempleo femenino es del 42,8%, según la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales. Esta cifra de paro es más de siete puntos superior a la tasa media nacional e incluso casi cuatro puntos más que la tasa media de desempleo de las mujeres de toda España. Debido a las escasas oportunidades que tienen las mujeres para trabajar por cuenta ajena en los pueblos, la mayoría debe autogestionar su futuro laboral emprendiendo su propio proyecto. Este es el caso de Goretti Santana y María José Rodríguez, dos jóvenes emprendedoras que han puesto en marcha sus negocios en la Villa de Moya.

Goretti, de 32 años, ejerce como odontóloga en la localidad norteña y vivió su etapa escolar entre su municipio natal y la capital grancanaria, "uno de mis recuerdos es tener la mochila a la espalda todo el día para ir y venir del colegio", rememora. Aunque empezó a trabajar por cuenta ajena, tenía la inquietud de crear "algo propio" y, después de valorar muchas localizaciones para su clínica dental, se decantó por su pueblo porque "siempre cuentas con un poquito de apoyo de la gente, te sientes arropada y todo el mundo te conoce", afirma.

Por otra parte, María José se lanzó a la aventura del emprendimiento abriendo Madreselva, una moderna tienda de moda y complementos en el barrio moyense de Carretería. Eligió este enclave por la tranquilidad y por la confianza con la clientela, "sabes que aquí cuentas con el apoyo de los vecinos, a los que conozco de toda la vida, así que no cambio por nada el cariño, la cercanía y la amabilidad de este pueblo", asevera María José.

Las emprendedoras rurales necesitan conectarse al mundo en las mismas condiciones que la población urbana, sin embargo, existe una brecha digital entre el mundo rural y el urbano. Y esta es una de las adversidades a las que se enfrenta la gerente de Madreselva, quien asegura que realiza la mayoría de sus pedidos a través de internet, pero "las entregas siempre llegan con varios días de retraso y la mercancía se queda paralizada, por lo que me tengo que desplazar a Las Palmas de Gran Canaria e ir a recogerla yo misma", explica.

El pasado año, el Ayuntamiento de Moya organizó el segundo Foro Interdisciplinar por la igualdad de las mujeres del ámbito rural de las Islas Canarias, Surca. En estas jornadas se expusieron los resultados del proyecto piloto EducoSurca, una iniciativa que consistía en preguntar a los alumnos de primaria de las escuelas del municipio qué era para ellos una mujer rural, con el objetivo de obtener un diagnóstico que permitiera luchar contra la imagen distorsionada de esta figura. Los alumnos de la escuela en la que trabaja Lorena participaron en este proyecto y a la maestra le sorprendió que "los niños no sabían lo que era una mujer rural, a pesar de vivir en ese medio, porque no hay una familia en Fontanales que no esté relacionada con el mundo rural". El municipio norteño celebrará la tercera edición de este encuentro del 12 al 17 de noviembre. Las inscripciones pueden formalizarse hasta el 6 de noviembre en la web del Consistorio moyense.

Esta generación de mujeres rurales es un ejemplo de la evolución que ha experimentado el papel de la mujer en los pueblos. Las cuatro jóvenes, tres de ellas madres que siguen siendo quienes se encargan predominantemente del cuidado de sus hijos, coinciden en que gracias a este cambio, que se ha gestado a lo largo de los años con la lucha de sus madres y abuelas, ellas han podido elegir un camino para sus vidas que está, a la vez, cerca y lejos del campo.

Aún así, son conscientes de que todavía queda mucho camino por andar y muchas reivindicaciones que hacer para conseguir la igualdad ante la doble discriminación que sufren por ser mujeres y por vivir en un entorno rural.