Los nombres de Agustín, Francisca, Carmen o Ángel se entremezclan con los de Rolf, Christel, Traud o Ren Xun en un cementerio como el de Pedrazo, ubicado en San Bartolomé de Tirajana, que da buena muestra de lo que fue, es y será allí la vida: la convivencia de ciudadanos de más de 120 nacionalidades distintas. Cientos de personas pasaron ayer por los camposantos del sur de Gran Canaria para honrar a sus difuntos y engalanar la memoria de los ausentes en una jornada que se presentó tranquila, aunque con mucha melancolía.

Sola y pensativa, sentada en uno de los parterres ubicados en los pasillos del cementerio de Pedrazo, arreglaba ayer Mari Carmen García las rosas blancas y rojas con las que iba a enramar las tumbas de su padre y de su hermana, fallecidos hace 18 y 40 años, respectivamente. "Hoy es un día de nostalgia y de tristeza, pero también de alegría", explicó, "tenemos que aprender a que estos sentimientos fluyan y a caminar por la vida con ellos; pero por ahora son emociones descontroladas".

"Era la niña de sus ojos", relató Mari Carmen, quien recordó a su padre, un antiguo ferrallista del municipio, como una pieza fundamental en su vida. "Aunque han pasado 18 años, me sigue haciendo mucha falta todavía", contó, "teníamos muy buena relación, con nuestras peleas, claro". Y aunque como marido no lo hubiese querido, contó, "como padre lo volvería a repetir, porque tenía una gran capacidad para convertir los momentos malos en momentos buenos para él y para la familia".

Unos nichos mostraban grandes fotografías de quienes allí reposan, y otros exponen detalles tan curiosos como una pequeña moto de juguete, imágenes de barcos de pesca de atunes, o instantáneas de quien un día tocó la guitarra, elementos que permiten intuir algunas de las aficiones o profesiones que antaño desempeñaron algunos de los difuntos que yacen en Pedrazo.

A la agricultura y a la hostelería, dos de las profesiones más vinculadas históricamente a este municipio turístico, se dedicaban los padres de Rosi y Mari Carmen Guzmán, fallecidos en 2004 y 2010. "Hoy es un día especial y venimos para cumplir con la tradición", relató Rosi, "pero eso no significa que los tengamos abandonados durante todo el año; venimos a menudo, y siempre juntas, nunca viene una sola, y si lo hace es porque la otra está enferma y no puede asistir", apuntaron. Acuden al camposanto cada 15 días para limpiar la lápida y poner flores frescas. "A mi madre la suciedad no le gustaba nada", contó con nostalgia y humor, "y nos cuesta un poco mantenerla limpia porque como está en la parte inferior, caen sobre ella las gotas del agua de las flores de las superiores".

A sus padres no solo los recuerdan en estas fechas por la festividad en memoria de los difuntos, añadieron. "No hay día en que me acueste sin haber hablado con ellos, los recuerdo a diario", apuntó Mari Carmen Guzmán. Sus ausentes estuvieron juntos durante 54 años, tras seis meses de noviazgo, "y lo estarán para la eternidad". Ayer fue para estas hermanas una jornada contrastes, porque a su familia llegó un nuevo miembro.

Memoria

Recordar a quienes ya no están es para muchos la mejor forma de mantener viva su memoria. "Les damos las gracias porque sabemos que nos ayudan desde allí donde estén", explicó por su parte Sabina Delgado, quien acudió al camposanto junto a su marido para limpiar la lápida y poner flores frescas a sus suegros. "Puede ser un día triste porque nos gustaría que estuvieran con nosotros, pero también es un día de alegría porque recordamos los momentos más bonitos que vivimos con ellos", dijo.

Por una larga enfermedad pasó la madre de Fátima Menéndez, quien no consiguió ganar la lucha al cáncer hace poco más de cuatro años. "Falleció tras un proceso de cáncer que se prolongó durante seis años y medio", explicó Fátima, "en 2008 le diagnosticaron la enfermedad en la mama derecha, y se curó tras la aplicación de quimioterapia y cirugía, pero tres años después le detectaron metástasis en la otra mama, que se extendió además al hígado". Desde que su madre partiese, Fátima no ha dejado de acudir cada fin de semana al cementerio. "Venir a verla me hace sentir mucha paz conmigo misma", añadió, "no soporto a quienes no aparecen en todo el año, pero gastan grandes cantidades de dinero para enramar las tumbas en estas fechas solo para hacer el paripé".

A siete kilómetros, en el cementerio del Lomo de Maspalomas, Sofía Pérez, junto a su hija Estrella, engalanó la lápida de su marido, fallecido hace tan solo siete meses. "Se pasa mal en un día como este, estoy aquí por mi madre, porque yo todo lo que tuve que hacer por mi padre lo hice mientras vivía", señaló Estrella. Su padre, encargado de una empresa exportadora de tomates durante cuarenta años, fue un apasionado de la música. "Le gustaba la música folclórica, las rancheras y hasta el reggaetón", explicó su hija, "era un hombre muy divertido".

Por este camposanto pasaron también Mari Nieves y Pino para visitar a su madre, fallecida hace dos semanas. Con mucho dolor, no desaprovecharon la oportunidad para criticar que la empresa encargada del cementerio quiera cobrarles de más por el mantenimiento de las tumbas. "Mi madre pagó su funeraria y aquí no hay nada que mantener", lamentaron.