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El lotero que quiso controlar el cielo

Alberto Ortiz orientó su carrera profesional a la venta de la suerte por no conseguir empleo como vigilante aéreo

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Alberto Ortiz, de controlador aéreo a lotero

"De mi trabajo dependían muchas vidas humanas, y es muy vergonzoso observar cómo se ha degradado la profesión de controlador aéreo; quienes la ejercen deberían ser trabajadores gubernamentales y no vivir con miedo a la inestabilidad laboral tras la privatización de gran parte de las torres de control". Es la crítica de Alberto Ortiz, un joven controlador aéreo que hace cuatro años cambió su profesión para convertirse en lotero como consecuencia de las pésimas condiciones laborales que encontró en su sector una vez concluida una dura e intensa formación. En su despacho de San Fernando de Maspalomas reparte la suerte, y con bastante fortuna, porque a su espalda pesan ya varios grandes premios. Alberto es el lotero que quiso controlar el cielo.

Aseguran los expertos que la generación millennial es la mejor preparada de la historia. Y no les falta razón. Alberto Ortiz, nacido en 1983 en Las Palmas de Gran Canaria, se formó en ciencias empresariales y concluyó los estudios para ejercer la profesión de controlador aéreo. Sin embargo, a sus 35 años, todavía no ha ejercido ninguna de las dos. "Antes de ingresar en la Universidad me llamaba mucho la atención la gestión del tráfico aéreo por unos conocidos que trabajaban en el aeropuerto", explica, "me picaba mucho el gusanillo, así que una vez terminé en la facultad comencé a prepararme las pruebas de acceso al curso de controlador".

Pero no fue así, de la noche a la mañana. La relación de Alberto y su profesión viene desde muy atrás. Siempre le habían gustado los aviones, y ese fue el motivo por el que decidió embarcarse en esa aventura. Corría el año 2010 cuando decidió realizar las pruebas de acceso. "Son unas pruebas psicológicas brutales donde lo que se evalúa es la capacidad de aguante, fatiga y estrés del aspirante", cuenta, "y sobre todo el hecho de poder ser una persona capaz de hacer varias cosas a la vez en determinados momentos".

De él y su habilidad en la torre de control habría dependido la seguridad de todos los pasajeros. "Solamente 3 de cada 10 personas tienen la capacidad para desarrollar este puesto de trabajo; necesitan tener mucha calma y sangre fría para lidiar con situaciones muy complicadas en algunos momentos", añade, "nuestro trabajo es salvar las vidas de las personas que están en el aire, aportando al piloto el mayor número de soluciones en el menor espacio de tiempo posible".

Se formó en Jerez de la Frontera durante seis meses. "Fue una temporada de mucho estrés, porque un examen mal hecho te lleva a la reválida, y si no lo superas, nunca jamás podrás optar a este puesto, estás fuera para siempre", recuerda. Tuvo suerte y lo aprobó a la primera. A su memoria llegan mil y una anécdotas. Para él, su etapa de formación fue uno de los períodos más intensos de su vida, pero también el más enriquecedor. "Conoces la profesión a fondo, a los preparadores, visitas distintos aeropuertos, pero era estresante; estudiábamos todos los días de siete de la mañana a seis de la tarde, con exámenes cada diez días", relata.

La primera vez que se sentó frente a una torre de control sintió vértigo, pero a la vez mucha ilusión. "Poder estar allí, rodeado de todo el equipo tecnológico y de profesionales del sector impacta, y es una experiencia que no se olvida", recuerda. Ese mismo día, rememora, vivió un aterrizaje fallido. "Es un subidón cuando ves que el avión no puede aterrizar y tienes que volver a meter motor para alzar el vuelo, impresiona", asegura.

Enaire, el gestor público de navegación aérea de España, convocó recientemente 131 plazas de controlador. Y, aunque formarse como controlador aéreo le supuso a Alberto un mazazo para su bolsillo de más de 50.000 euros, "si ahora me dieran la oportunidad de trabajar en el control del tráfico aéreo automáticamente lo rechazaría, salvo que me ofrezcan un curso para refrescar y actualizar conocimientos", explica, "porque una vez sales de la formación te ves con tanta capacidad y confianza que ya no te da miedo el hecho de saber que de tu trabajo dependen muchas vidas".

Oportunidad

Desde hace cuatro años desarrolla su nuevo trabajo en la administración de loterías El Buhíto de San Fernando de Maspalomas, una oportunidad que le llegó cuatro años después de concluir su formación en 2012 y después de intentar trabajar como controlador aéreo en países como Portugal, Italia, Emiratos Árabes, China o Sudáfrica, además de España, sin éxito. "Cuando terminé la formación me di de bruces con la realidad; no minusvaloro ningún sueldo, pero la empresa privada iba a pagarme 1.300 euros por un puesto que conlleva una gran responsabilidad, y no compensaba". "Es una crítica que hago a título personal al sistema", dice Alberto, "el sistema es el que es, pero no se debería pisotear esta profesión o dejar que las manos privadas establezcan las condiciones laborales".

En 2014 tuvo conocimiento de que se traspasaba el punto de venta de loterías y lo compró. "Me tiré a la piscina sin saber si había agua, porque no tenía ningún tipo de conocimiento sobre este sector"; reconoce. Y para adquirirlo, llegó a un acuerdo con su propietaria para pasar unos meses con ella y aprender el oficio. "Estoy muy contento con el trabajo que desempeño ahora, sé que nunca faltará nada, porque el juego siempre va a existir; las ventas suben o bajan, pero se mantienen", afirma. Alberto Ortiz no se arrepiente de sus decisiones, pero sí reconoce que tiene una espinita clavada por no haber ejercido la profesión que le apasiona. "Tampoco se me caen los anillos por hacer otra cosa, no me supone una depresión, estoy orgulloso de todo lo que he conseguido a lo largo de mi vida", concluye.

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